La histórica victoria del nacionalista Sinn Féin en las elecciones autonómicas norirlandesas del día 5 transformará el equilibro de poder en la provincia, donde el Brexit ha pasado factura al unionismo probritánico y acerca un poco más el objetivo de la reunificación de Irlanda a través de un referéndum.

Cien años después de la partición de la isla en dos jurisdicciones, el impacto que este cambio puede tener tanto en Irlanda del Norte como en la República de Irlanda es significativo, pues el Sinn Féin, antiguo brazo político del ya inactivo IRA, tiene a tiro de piedra los Gobiernos de Belfast y Dublín.

Su líder en el norte, Michelle O'Neill -hija de un excombatiente del IRA- presentará tras estos comicios su candidatura al puesto de ministra principal del Ejecutivo de poder compartido con los unionistas, un cargo nunca antes ocupado por un político nacionalista con gran importancia simbólica.

En el sur, otra mujer, la presidenta Mary Lou McDonald, ya ha logrado lo que su antecesor, el histórico Gerry Adams -manchado por el pasado violento del IRA- no pudo, tras convertir al Sinn Féin en el partido más votado en las elecciones generales de 2020.

Entonces, McDonald, dublinesa, de clase media y sin vínculos paramilitares, llevó a la formación a lograr el 24,5 % de sufragios, por delante de los hegemónicos Fianna Fáil y Fine Gael, si bien no encontró apoyos entre los partidos minoritarios para convertirse en "taoiseach" (primera ministra).

Una fórmula para gobernar toda Irlanda

Sin duda, volverá a la carga en los próximos comicios, donde repetirá la fórmula que está dando beneficios electorales al Sinn Féin a ambos lados de la frontera.

Desde hace unos años, el partido hace más hincapié en temas relacionados con la sanidad, la educación, la vivienda o la economía en general -el punto débil de Adams-, al tiempo que deja en un segundo plano, con intención calculada, la llamada "cuestión constitucional", es decir, la reunificación de la isla.

Así ha logrado O'Neill mantener el apoyo de sus bases en el norte y ampliar su atractivo a los que están hartos de las habituales crisis de gobierno y más preocupados por el coste de la vida o el impacto del Brexit, rechazado por la mayoría de los norirlandeses en la consulta de 2016.

Los republicanos saben que no habrá un plebiscito constitucional a corto plazo. Su convocatoria depende del Gobierno británico, que entiende que aún no se dan las circunstancias demográficas o políticas para ello, lo cual está respaldado por las encuestas.

También debería celebrarse en la República de Irlanda, según establece el acuerdo de paz de Viernes Santo (1998), y aunque la mayoría de los irlandeses votaría a favor de la reunificación con el corazón, el bolsillo les dice que sería un proceso tormentoso y muy costoso.

El Sinn Féin, no obstante, ve su victoria en Irlanda del Norte como un primer paso y dice que presionará para que Londres y Dublín comiencen a "planificar de manera estructurada" un referéndum, según explicó a EFE su ministro de Finanzas en el anterior Gobierno, Conor Murphy.

Les espera un largo trabajo, quizá imposible, de relaciones públicas para persuadir a, al menos, el 51 % del electorado y para "preparar el camino de manera opuesta" a como lo hizo Londres con la consulta del Brexit "en Gran Bretaña", cuando la "ciudadanía votó sin saber qué votaba", recordó Murphy.

El Brexit divide al unionismo

El Partido Democrático Unionista (DUP), mayoritario durante los últimos 20 años, no ha sabido lidiar con las complejidades de este divorcio, a pesar de que sigue empeñado en vincularlo con las políticas identitarias del pasado, con una batalla entre la bandera "Union Jack" británica y la tricolor irlandesa.

La realidad tiene muchas más capas, como demuestra la división que ha provocado en el unionismo en estos comicios el Brexit.

El DUP aún defiende la salida de la UE, pero rechaza el controvertido protocolo para la región, diseñado por Londres y Bruselas para revisar las mercancías que llegan desde Gran Bretaña y evitar la entrada incontrolada de productos al mercado comunitario europeo, al tiempo que impide una frontera dura entre las dos Irlandas, clave para el proceso de paz.

Este mecanismo ha levantado una frontera comercial en el mar de Irlanda que para el DUP es también emocional, pues sostiene que diferencia a la provincia y pone en peligro su preciada relación con la corona británica.

Su argumento no ha convencido del todo, pues la segunda formación protestante, el Partido Unionista del Ulster (UUP), reconoce los beneficios económicos que otorga a la región el acceso a dos grandes mercados interiores -el británico y el comunitario-, pero entiende, como los nacionalistas, que necesita retoques.

Así las cosas, el DUP podría quedarse solo en su oposición a entrar en un Gobierno de poder compartido si no hay cambios radicales en el protocolo, lo que no evitaría, sin embargo, una larga crisis institucional en Irlanda del Norte.