Es mayo y todo el Pirineo se estremece ante la llamada de su reina, la Virgen de Roncesvalles. Victorio Iraceburu madrugo ayer como el resto de penitentes. Hay que levantarse a las cinco de la madrugada para estar una hora más tarde -entunicado y cargando los 20 kilos de cruz- en la iglesia de Uriz. Lo de menos es la lluvia porque la tradición manda y hay que llegar puntual a las siete de la mañana a la venta de Arrieta, donde los romeros de ambos pueblos se juntan con los que llegan de Lusarreta y Nagore. Dos horas más tarde esperan a la comitiva de Orotz Betelu en la venta de Espinal para seguir hasta Orreaga uniendo sus voces.
Primero se almuerza, a poder ser perrechicos. El pueblo, de calle y andando, y los penitentes, vestidos con túnicas y caperuzas negras, la cruz de madera en la espalda y caminando en dos filas hasta llegar a la Colegiata donde son recibidos por el Prior. Los hayedos y las oraciones cantadas a viva voz por parte de los más de 200 romeros a pie envuelven de emoción una tradición más que centenaria. Les acompañan un total 16 cruces parroquiales que representan a los diferentes pueblos del valle de Arce y de Oroz Betelu. Y encabezan la comitiva los alcaldes de Arce (Jose Ignacio Videgain) y Orotz Betelu (Ainhoa Mendia) y los mayordomos Tania Barcos y Odei Barcos de Arrieta, y Amaya Nagore Mina, de Uriz, ataviados todos ellos con los trajes típicos de la zona. El próximo fin de semana le toca el turno al Valle de Erro. Los primeros en abrir pleitesía a la imagen son Aezkoa y Valcarlos, y después de Erro le siguen Espinal y Burguete.
Iraceburu lleva más de 40 años de penitente. "De siempre, los de Lakabe venían a caballo para llevar los almuerzos y las mochilas, les esperábamos en el puente de Uriz. Ahora sólo viene la cruz parroquial que se guarda en el museo de Roncesvalles. También hubo un tiempo en el que ponían un autobús para los mayores y años en los que de los pueblos se llevaba garrafones de vino", recuerda. Algunos rituales no se han perdido, por ejemplo el bandeo de campanas la víspera de la procesión y la misma mañana de salida (a las seis), o el canto de la Salve nada más llegar a la iglesia, una versión original del Valle de Arce de la que se sienten muy orgullosos. Quizás por ello el joven párroco de Orotz Betelu Santi Arellano quedó gratamente sorprendido por las "fuertes voces" de los feligreses de esta zona capaces de "derrumbar" el templo, destacó durante la homilía.
Las cruces de madera son testigos de una tradición que se mantiene viva de generación en generación. A Francisco Oroz, de Villanueva de Arce, le conocen más por el nombre de Pantxo. Su padre, Corpus Oroz, natural de Ardaitz pero casado en Villanueva, le enseñó a llevar el peso de la tradición desde que tenía 12 años, la misma edad que tenía su hijo Carlos cuando se estrenó y que hoy continúa a sus 35. Esta seguro de que sus nietos la verán. "Solo he faltado un año porque me operaron de rodilla, tengo 69 años y no sé si poner límite a los 70, ya veremos. Cada año es un reto", relata. Son 13 kilómetros de ida y 13 de vuelta, en medio de los cuales aporta su voz al coro y canta la letanía. El alcalde del Valle de Arce, José Ignacio Videgain, cree que un joven de 19 años que coge la cruz a las seis de la madrugada es porque "lleva algo dentro, algo más que folclore". "Son chavales que no van a misa de normal pero no fallan ningún año, y es algo que hace que esta tradición este viva", remarca.