En un tiempo, para asegurar algo, para afirmar algo tajantemente, se decía que era "impepinable". El DRAE, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que al contrario que la más realista María Moliner se la coge con papel de fumar, aceptó y dio por válido el vocablo bien que como forma coloquial. Está de actualidad (de rabiosa actualidad, se suele decir) el asunto del pepino, que, como le cantaban al tomate, estaba colgado en su mata y la-de-Dios-es-Cristo que le han armado, que menos los políticos para las fotos (encima como si fuera un plátano) parece que el gentío se lo piensa dos veces.

No seré yo quien ponga en cuestión a la Cucumis sativa, sabrosa cucurbitácea amiga desde la infancia, tan aconsejable con un buen aceite de oliva y sal como imprescindible en ese genial invento andaluz que es el gazpacho. Ahora, que este pepino no es el mío, que me lo han cambiado, pues que también.

Hace unos meses leíamos a Caius Apicius (Cristino Álvarez, especialista gastronómico de la agencia Efe) una de sus documentadas crónicas dedicada al pepino. Y decía, lo que nos llamó la atención, que su problema (el del pepino) era lo que repetía, o sea el eructamen que provocaba incluso hasta horas después de su ingesta. De Cristino Álvarez, que estuvo un fin de semana en el Valle de Baztan y esperamos que vuelva, disfrutando de nuestra gastronomía, pensamos tras leer su lección que, una de dos, o llevaba tiempo sin comprar ni comer pepinos o los cultivaba a la antigua en algún huerto particular, conclusión esta segunda más que posible. Y se dice, porque, sorprendentemente, los pepinos de ahora (que uno sepa, al menos los de invierno-primavera) ni repiten ni seguramente volverán a repetir, se supone que por alguna modificación genética o de laboratorio de esas en las que se quita lo que molesta.

Cuando se vieron los pepinos que se decían malignos (y por fortuna no lo son) por aspecto más parecían calabacines, aparte que todos iguales y como hechos a máquina, con lo que no nos extrañaba nada el jaleo. ¿Qué habrán hecho esta vez, después de las vacas locas, los pollos tísicos y los cerdos (oiga, el animal más parecido al hombre) griposos? Pues no señor, no se dirá de todos, pero muchos de estos pepinos no repiten, y son todos iguales, como las berenjenas, los invernales tomates de plástico, que parecen hechos como salchichas. Ya advertía Camilo José Cela (en su Viaje a la Alcarria, creo recordar) que a la Madre Naturaleza hay que dejarle a su aire, que sabe lo que se hace y que es por eso que no hay dos árboles iguales, pero aquí y ahora, en este mundo mundial, el asunto es la pela por la pela, y luego pasa lo que pasa. Porque a esos pepinos no les conoce ni su madre. (Con perdón)