Un gesto tan sencillo y normal en nuestra vida cotidiana como abrir el grifo y beber un vaso de agua, es algo que hasta hace apenas dos siglos los vecinos de Pamplona ni siquiera soñaban. Y ya no sólo era el hecho de disponer de agua potable en casa, sino de que llegara a la ciudad para abastecer a los ciudadanos. Hasta que la Traída de Aguas de Subiza a Pamplona se hizo efectiva allá por 1800, la ciudad se regía por el método tradicional, se abastecía con el agua procedente de los pozos y del río Arga, lo que suponía un serio riesgo de contaminación por insalubridad.
Precisamente por esta razón, en 1767 el Ayuntamiento encargó al arquitecto real el saneamiento de las aguas construyendo desagües, ya que el objetivo más importante a nivel municipal era conseguir agua apta para el consumo humano. Pero ya en el otoño de 1699 las autoridades municipales acordaron realizar diversos estudios para transportar agua de Subiza hasta el interior de las murallas de la ciudad.
agua potable
Gravedad o presión
Los primeros encargados de plantear un proyecto fueron Joseph de Ezquerra y Manuel de Salas, quienes hicieron el primer reconocimiento de los manantiales de Subiza y Esparza. Pero el verdadero precursor del actual sistema de abastecimiento fue el francés François de Gency, auspiciado por la Academia de las Ciencias de París. Éste, desde un inicio, fue quien promovió como primera idea la utilización del sistema de vasos comunicantes, es decir, el que usamos actualmente y conocido como el sistema de presión. Pero en sus intentos de llevar a cabo dicho trabajo se encontró con serias dificultades. Por un lado, porque se proponía recoger el agua de las fuentes de Arlegui, Esparza y Subiza, a través de los valles de Barbatáin y Cizur Menor; y por otro, porque su intención era utilizar para ello tuberías de acero, muy caras para la época, y de las que el Consistorio no se terminaba de fiar.
El otro sistema por el que se regían por aquel entonces era el llamado de gravedad, utilizado desde la época romana, y que consistía en construir canales y acueductos que permitieran trasladar, sin perder altura, el agua de un lugar a otro. Pero para salvar el río Elorz era necesario construir un acueducto demasiado largo y alto, así que Gency optó por cambiar de idea y proponer el traslado de aguas atravesando Noáin y Tajonar. Enseguida surgieron los problemas, y debido a los graves errores cometidos por el arquitecto durante la ejecución del proyecto, dos maestros locales, Santos Ángel de Ochandategui y Francisco Alexo de Aranguren, emitieron un informe que supuso el cese del ingeniero.
Tras este episodio, el 3 de agosto de 1780 se encargó el proyecto al arquitecto Ventura Rodríguez, Maestro Mayor de las Fuentes y Viajes de Agua de Madrid, quien, a su vez, eligió a Aranguren y Ochandotegui como sus maestros de obras. Su desconocimiento del sistema de presión y el encarecimiento que suponían los materiales le hizo optar, finalmente, por el sistema de gravedad. El trayecto hasta Pamplona desde Subiza era de 15,5 kilómetros y constaba de 25 ruedas llamadas arcas de registros; 6 minas (túneles), siendo la más grande la de Zolina de 1.343 metros; 3 acueductos, de los cuales el mayor era el de Noáin de 1.225 metros, y 97 arcos. Todo ello conformó el complejo sistema que después llevó el agua hasta las fuentes de Iruña.
Así pues, la nivelación se llevó a cabo siguiendo dos pautas: una, que la pendiente fuera siempre suave y homogénea, y otra, que existieran arcas de registro cada 39,5 metros, que sirvieran para la limpieza y reparaciones entre tramos. Los caños que se utilizaron eran de arcilla sin barnizar, para facilitar la adherencia, y tenían un sistema de instalado machihembrado. Pero tenían un grave problema y es que al ser de arcilla, era muy fácil que se generaran fisuras, hecho que, además, se veía agravado por la sedimentación que dejaba a su paso el agua, muy rica en cal. No en vano, durante el proceso de construcción del sistema se notaron fugas, que posteriormente fueron localizadas y reparadas.
Tras numerosos intentos, cambios de proyectos y más de cien años de trabajo, finalmente el agua pudo ser trasladada hasta el arca de llegada de Pamplona en el año 1790. Aquel hito fue ampliamente celebrado por los vecinos de la ciudad, que llevaban mucho tiempo esperando la tan ansiada agua del manantial de Subiza. Pero la alegría duró poco, puesto que al haber escasez de recursos, las obras tuvieron que ser paralizadas durante casi diez años, antes de que pudiera finalizarse el proyecto, y llevarse el agua desde el exterior de las murallas hasta cinco fuentes de la ciudad: la de la plaza del Castillo, la de Santa Cecilia, la de la plaza del Consejo, la de Recoletas (plaza de los Ajos), y la de Santo Domingo, junto al mercado. Las fuentes fueron elegidas expresamente por Ventura Rodríguez en base a las necesidades topográficas. Finalmente, en el año 1800 el agua logró llegar hasta el centro de la ciudad.
La obra, una de las de mayor envergadura del Consistorio, tuvo un coste aproximado de 300.000 pesos. Y aunque el acueducto de Noáin fue declarado Bien de Interés Cultural en 1990, muchos de los elementos del antiguo sistema de abastecimiento se han perdido. Un sistema que cambió la forma de vida de un pueblo.