EN 1934 el antiquísimo barrio de Curtidores era ya un conjunto de casas arruinadas y que no desempeñaban la función para las que habían sido concebidas, es decir albergar las tenerías o adoberías, en las que los artesanos medievales curtían las pieles para la elaboración del cuero con el que se fabricaban calzados de todos los tipos, odres, bolsos, correajes, arneses, armaduras, etc.

Estas instalaciones solían ubicarse siempre fuera de los muros de las ciudades, por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque exigían la presencia cercana de un curso de agua, ya que el proceso de curtido precisaba agua limpia en abundancia. En segundo lugar, porque querían alejar del centro de las villas los fuertes olores desprendidos por las propias pieles y por los productos químicos que se empleaban. El fuero medieval navarro, de hecho, establecía multas de consideración para quien ejerciera este oficio dentro de las ciudades. Durante siglos, esta Ribera de Curtidores fue testigo del trabajo de los peleteros que, tras raspar la grasa y el pelo adherido a las pieles, las tensaban sobre unos bastidores donde se les aplicaba sal, alumbre y otros productos, alternándolos con largos baños en agua limpia. Perdido irremisiblemente el viejo oficio artesano del curtido de las pieles, este humilde barrio pamplonés languideció durante décadas hasta su definitiva desaparición, en la segunda mitad del siglo XX.

HOY EN DÍA el barrio medieval de los curtidores se ha extinguido casi por completo, y ha sido además invadido por la frondosa vegetación que flanquea al río Arga en su tránsito por la vieja Iruñea. Tan solo sobrevive una de las casas, la del extremo derecho de la fotografía antigua, un recio caserón de planta cuadrada, con tejado a cuatro vertientes que va abierto por otras tantas mansardas. La fotografía moderna permite ver además buena parte del perfil amurallado del casco antiguo pamplonés, desde las inmediaciones del Museo de Navarra hasta la Plaza de la O, para girar luego en ángulo hacia los jardines de la Taconera. Vemos que ha desaparecido el puente de piedra que en la fotografía antigua se adivinaba por encima de las casas de los curtidores, y por el cual los ferrocarriles llamados Irati y Plazaola entraban en la ciudad hasta el año 1955. En su lugar, en cambio, vemos la silueta torreada del Portal Nuevo, construido en el año 1950 por el arquitecto Víctor Eusa.

Y terminaremos expresando nuestro deseo de que la casa que se adivina al fondo de la imagen, último reducto del viejo barrio medieval de los curtidores de cuero, no desaparezca como sus hermanas de 1934. Quién sabe, tal vez los sesudos gestores del parque fluvial del río Arga sean capaces de dotar de un uso digno e imaginativo al vetusto caserón, para que quede testimonio de aquel humilde y maloliente barrio de la Pamplona medieval.