El Corazón de Jesús: un tudelano de 70 años
El Corazón de Jesús fue inaugurado con grandes honores el 25 de octubre de 1942
pOBLADO celta, castillo, fuerte, ermita o insigne monumento religioso, el cerro de Santa Bárbara de Tudela ha albergado distintas edificaciones a lo largo de su historia que han definido el perfil de la ciudad. Tras la destrucción del castillo de Sancho el Fuerte por las tropas castellanas a principios del siglo XVI, Carlos I autorizó a los vecinos a emplear el material en otras construcciones, de ahí que mucha de la sillería de una de las fortalezas más inexpugnables de Navarra pasó a engrosar bodegas de vecinos o la base de la plaza de Los Fueros, pulmón del crecimiento de Tudela.
Tras la francesada y las guerras carlistas, en que se empleó como pequeño fuerte, se convirtió en ermita y después de la Guerra Civil se recuperaron los escasos restos del torreón para construir una efigie en honor del Sagrado Corazón de Jesús. Nada más acorde con la época de obligada exaltación religiosa en que se vivía. Los municipios debían mostrar su adhesión al régimen y a la única religión posible y el cerro de Santa Bárbara era el mejor emplazamiento posible, sobre el Ebro y la huerta, dominando la ciudad con un brazo extendido bendiciendo la capital ribera como si se tratara de Río de Janeiro.
La idea de construir esta efigie surgió en 1940, cuando tras unos ejercicios espirituales el jesuita Abaitua, en un sermón, propuso construir la imagen, una idea que pronto fue aclamada por los vecinos y la prensa local. El periódico Requeté se convirtió pronto en abanderado de la causa, al tiempo que el Ayuntamiento, presidido por Ernesto Sagaseta, nombró una comisión para que de acuerdo con la Asociación del Apostolado de la Oración llevasen a buen puerto la obra. Pocos meses después se abrió una suscripción popular para el pago de las obras y enormes listados de nombres aparecían diariamente en ocasiones con el ánimo de "aunque no sea más que una pesetas que se gasta en el cine o en unas copitas, no cabe alegar la innoble excusa de no tengo". La comisión pro-monumento pidió presupuesto y adjudicó la desorbitada obra al italiano Buzzi, que vivía en Zaragoza, por 42.940 pesetas, añadiendo los gastos de albañilería de Teófilo Serrano (12.745), los de arquitectura a Víctor Eusa (7.642) y el andamio de madera (725 pesetas). En total el monumento costó a los tudelanos 64.052 pesetas de 1940.
La colocación de la primera piedra fue un acontecimiento. "Descienden la piedra. Unas paletadas de cemento en manos del deán y alcalde. Suena la Marcha Real. Escalofríos de emoción. Los alumnos del colegio San Francisco Javier en recia protesta de fe. El padre Abaitua enfervoriza una vez más al auditorio. Vivas a Cristo Rey, a Navarra y a Tudela. Ha caído la tarde. Función final en la catedral. Gentío inmenso", relataba el diario Requeté.
Las obras, con bastantes dificultades, se prolongaron durante más de dos años hasta que el 25 de octubre de 1942 se pudo proceder a la inauguración, todo un acontecimiento con multitud de autoridades militares, civiles, religiosas y donde no faltó un tudelano. A los más pequeños se les entregó un bollo y una naranja mientras se lanzaban cohetes.