Amanecía ayer en Burgui, cuando Conchita Ezquer Urzainqui, de 67 años, vecina de la casa del Molino, se asomó a la ventana junto a su hija, Idoia Glaría Ezquer, y comprobó que el Esca bajaba crecido; llevaba más agua que el día anterior.
La imagen la impresionó. Horas más tarde tenía que descender en representación de los mayores del valle y de los pueblos riberos en una de las almadías. La otra estaba destinada a los gancheros del Alto Tajo, hermanados con los almadieros roncaleses por el oficio de transportar la madera por el cauce fluvial. A la hora convenida se acercó al atadero de Basari, acompañada por su hija, a su vez concejal de Burgui, y del tesorero, José Ramón Sanz.
Hasta allí, los almadieros habían bajado la víspera desde Olegía las balsas en el descenso más íntimo y desconocido en el que reviven las sensaciones de sus mayores. En la orilla de este tramo del río, punto de encuentro y escaparate de la indumentaria roncalesa, Juan Mari Artazcoz e Hilario Glaría, entre otros, invitaban un año más a migas y vino a vecinos y autoridades. A sus 67 años, Juan Mari se mostraba contento de participar. "Este es un día histórico e importante para Burgui y hay que ayudar en todo lo que se pueda".
Esa actitud de colaboración es la que ha querido reconocer este año la Asociación Cultural de Almadieros Navarros, con el homenaje a los mayores de sus pueblos y valles, representados por la Asociación de Jubilados Valle de Roncal, en el 25º aniversario de su fundación. También a los de los pueblos riberos, que ayudaron y acogieron a los almadieros en su duro tránsito por las aguas. "Traer a todas asociaciones era complicado, pero el homenaje se amplía a hombres y mujeres de todos los pueblos", recalcaba Malú Boj, presidenta de la Asociación Cultural de Almadieros Navarros, organizadora del evento. Jubilados y gancheros ocuparon las primeras filas de la orilla y tomaron su primer contacto con las almadías. "Baja con mucha fuerza, y me impresiona.
Pero estoy muy contenta porque este día es muy especial para mí, y este año, más", expresaba Conchita Ezquer, ataviada con su traje típico. Sus retinas, y las de los mayores burguiarras y roncaleses guardan las imágenes del descenso de sus antepasados por aguas mayencas. Recuerdan la algarabía que se formaba en la orilla del río, y cómo de niños aprovechaban el descanso de los almadieros para jugar entre los troncos. "Muchos de nuestros socios fueron almadieros, nos han transmitido sus conocimientos y ha sido posible crear esta maravillosa fiesta", señalaba la presidenta.
Desde sus comienzos, nombres como, Arturo Erlanz, de 62 años, y Alfonso Lacasia, de 67, se repiten en cada edición comprometidos con la cultura almadiera. "Somos veteranos y nos gustaría que la gente joven tome el relevo para poder enseñarles un poco de lo mucho que nos han transmitido nuestros mayores", expresaba el primero, con ilusión y ganas. "Este es un día importante que tenemos que mantener nosotros junto con los vecinos de Sigües y Salvatierra de Esca", añadía.
Dispuesto a ocupar posiciones en la primera almadía, Koldo Cilveti, de 47 años, ha sido una de las últimas incorporaciones. "Me gusta el trabajo de la madera y trato de inculcar la tradición a mis hijos. Para poder bajar, hay que trabajar. Es muy bonito vivir esta fiesta desde dentro", manifestaba. Cilveti, vecino de Pamplona, es un ejemplo de los que no son roncaleses, pero se han integrado en el valle y en la fiesta.
LAVANDERAS
También las lavanderas se han hecho su hueco en el Día de la Almadía desde que hace dos años se incorporaron al programa y, por eso, este año la organización ha añadido su panel a los que ya se extienden por el pueblo de los oficios.
Entre la docena que representan el papel de las mujeres roncalesas lavando la colada en la orilla del río al paso de las almadías, destacaba ayer la juventud de Marina y Ane Laspidea, Amaia Pidal y Patricia Nagore, todas vinculadas a Burgui y deseosas de que perdure la fiesta con la que colaboran ilusionadas. Ayer, como antaño, transmitieron su alegría y lanzaron piropos a los almadieros que saltaron la presa en la primera balsa cuando faltaba un minuto para las doce.
En ella descendió Abel Moreno Lorente, de Peralejos de las Truchas (Guadalajara), uno de los gancheros del Alto Tajo, otra forma de transportar la madera por el río. Agradeció el detalle y la acogida y calificó la experiencia de maravillosa. "Nunca había bajado en almadía y lo más importante es que me he sentido como en casa", declaró. Ocho minutos más tarde saltó la segunda, que llegó apurada a la orilla arrastrada por la corriente. De ella descendió Conchita Ezquer con satisfacción plena.