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A los pies de un penitente de Uriz

Victorio Irazeburu lleva 55 años siendo penitente de la procesión del Valle de Arce; camina los 17 kilómetros por tradición, devoción y respeto

A los pies de un penitente de UrizIURRE BIDEGAIN

RONCESVALlES - A sus 69 años Victorio Irazeburu no se acuerda de cuándo empezó a ser penitente de la procesión del Valle de Arce; pero sí sabe que año tras año ha recorrido los 17 kilómetros que separan su localidad natal de Uriz con Roncesvalles; por devoción, pero también por tradición. Una romería en la que reina el respeto entre esos penitentes ataviados con las largas túnicas negras que portan esas pesadas cruces de madera. Una cruces alzadas al cielo al son de los cánticos. "Es una costumbre que se transmite de generación en generación", afirma. Tanto es así que en su casa el domingo partirán siete cruces de penitencia al hombro de distintos miembros de su familia.

En pocas ocasiones se ha perdido la cita a la que acuden cada segundo domingo de mayo los vecinos del Valle de Arce; con una sonrisa recuerda dos ocasiones en las que no pudo asistir. Una porque estaba realizando la mili, y la segunda a causa del temporal de nieve que reinó aquel año. "Por la última vez que no asistí a la romería fui castigado; aparqué el coche en el lugar equivocado y la nieve que cayó del tejado nos lo averió, a mí y otros tantos", precisa entre risas.

A lo largo de los años, este vecino de Uriz ha visto cómo ha evolucionado la procesión del valle, y recalca que actualmente "pese a que se está perdiendo la religiosidad del acto, lo importante es que cada cual acude al encuentro, por las razones que sean". Rememorando las costumbres de antaño que rodeaban a este "día tan especial", se acuerda de que "cuando éramos pequeños, días antes de la procesión, en la escuela la profesora nos dejaba una tarde libre para limpiar el camino que llevaba del pueblo a la carretera para que todo estuviese listo".

nervios y orden Tal y como explica Irazeburu, el día antes de la romería en su domicilio de Uriz desde el que salen siete penitentes con cruces, "se deja todo preparado con antelación, cada túnica con su cíngulo, porque si no sería una locura". Y al día siguiente, sin que el sol haya salido, a las 6.00 horas los participantes se reúnen en la parroquia y de ahí instintivamente forman filas para acudir al encuentro de los demás pueblos del valle. Irazeburu precisa que "hay que salir puntuales del pueblo", puesto que tal y como asegura si algo caracteriza a la procesión del Valle de Arce es su "seriedad y ordenanza". Tras reunirse a las 7.00 horas con las demás localidades como Arrieta, Saragueta, Lusarreta o Nagore, es el momento de seguir el camino. Un camino en el que según relata el penitente "hay momentos en lo que cada cual piensa en sus cosas, y entre ellas yo me acuerdo de las personas que no están entre nosotros, o las que quisieran pero no pueden".

Sumergidos en sus pensamientos, los penitentes recorren una multitud de kilómetros desde sus localidades hasta el punto de descanso antes de llegar a Orreaga-Roncesvalles. Un punto situado en la Venta de Espinal donde se reencuentran con familiares y amigos y como explica Irazeburu "pese a que los 10 kilos que pesa la cruz se notan en los riñones, el momento del almuerzo entre perretxikos es muy especial. Nos da fuerzas para seguir el camino". Todas las familias preparan este momento con mucho cariño y los que no caminan en la romería son los encargados de llevarlo todo. "Incluso algún bocadillo de más por si hay algún conocido que le falta", apunta el vecino de la localidad de Uriz.

Los penitentes del Valle de Arce, además de juntarse con sus familiares y amigos, se juntan con los penitentes llegados de Oroz-Betelu. Tras unirse todos juntos y caminar con el mismo destino con el estómago lleno, toca transcurrir el pueblo de Auritz-Burguete para llegar por fin a Roncesvalles. Victorio Irazeburu recalca que uno de los instantes más especiales de la romería es "cuando llegamos todos a Roncesvalles y se canta la Salve. Una Salve que sólo se pronuncia en el Valle de Arce. Es muy emocionante".

Tal y como explica Irazeburu, "se llega a Roncesvalles a las 10.30 horas y la misa es a las 12.00, en ese rato toca descansar y estar entre conocidos". Tras asistir a la misa cada penitente se reúne con su familia para disfrutar de la comida, "otro momento bonito puesto que en mi caso nos juntamos unas 23 personas de mi familia".

Muchos de ellos también se sentarán en la mesa tras recorrer a pie los mismos kilómetros que Victorio Irazeburu, por ello este recalca que "cuando se debate sobre que la procesión ha perdido religiosidad, hay que darse cuenta de que hay muchos penitentes jóvenes que si no sintieran algo por dentro acudirían a las 13.30 a Roncesvalles para ir directamente a la comida".

despedida con cántico Según relata este vecino de Uriz, la Salve del Valle de Arce también se repite a la tarde cuando llega el momento de la despedida. El momento en el que toca desnudarse el cíngulo, quitarse la túnica y guardar la cruz de penitencia. Una cruz de madera en las que en muchas ocasiones se encuentran iniciales de los portadores, como en la de este penitente en la que unos clavos anclados representan su nombre: V.I. Unas iniciales que volverán a recorrer el año que viene largos kilómetros de tradición, devoción y respeto.