El padrón de Estella-Lizarra a principios del siglo XIX
Con motivo del reparto de la contribución, que Navarra debía abonar a la Monarquía absoluta restaurada tras la guerra de la Independencia, los municipios recibieron orden de confeccionar un padrón fidedigno, a través de los párrocos de las iglesias y sobre los datos o matrículas de 1816. El plazo estipulado para la realización del censo fue de 4 días y el informe habría de detallar no solo el número de fuegos u hogares, sino la totalidad de los individuos de la unidad familiar, exceptuando a los menores. Esta orden se aprobó el 22 de febrero de 1817 y los religiosos recogieron en consecuencia los datos que habrían de ser enviados a Pamplona.
El resultado final del empadronamiento de Estella fue que el número de inmuebles ascendía a 961 y el de hogares era de 1.191. Los párrocos advirtieron que en el cómputo estaba registrada cualquier unidad familiar que mantuviese fuego. Se incluyó a los indigentes que se acogían en un cuarto y que vivían de las limosnas, resultando de esta clase al menos 250 núcleos. El total de habitantes fue de 3.747, con la salvedad mencionada de que no se hallan inscritos los menores. De un cálculo aproximado resultaría que el número de individuos que vivían en la ciudad, en 1817, sería de unos 6.000.
El informe está realizado por parroquias, en este orden; San Pedro Larrúa, San Miguel, San Juan, San Pedro de Lizarra y Santa María Yus del Castillo. A su vez la división se efectuó por distritos, detallada también por calles.
Respecto a la que conformaba el barrio de San Pedro, y que comprendía a su vez la vía de la Rúa y plaza de San Nicolás, los datos dieron como resultado unas 500 personas.
La segunda parroquia, San Miguel, contabilizaba entre las calles Zapatería, Astería, San Miguel, Ibarrola, y un apunte final que aparece con la denominación extra, unos 600 individuos.
San Juan comprendía las calles Nueva, Calderería, Cedacería, Pilar, Larga (Mayor), Tecendería, Navarrería, Hospital y la plaza del Mercado. En este barrio habitaban 2.250 almas.
Mientras, en el de San Pedro Lizarra lo hacían alrededor de 200.
Por último, en las inmediaciones de la iglesia de Santa María, que comprendía también el templo del Santo Sepulcro, un número similar al anterior.
En cuanto a la distribución por casas y hogares; en San Pedro Larrúa había 112 inmuebles habitados y 178 fuegos en activo, en San Miguel 189 y 199 respectivamente, en San Juan 569 y 711, en Santa María 13 y 23, en el Santo Sepulcro 38 y 38 y en San Pedro Lizarra 40 y 42.
Estos son los datos globales más relevantes. El balance final merece ser comentado a través de un pequeño esbozo demográfico en función a los datos conocidos. La distribución de la población por barrios resulta bastante desigual. San Juan se llevaba aproximadamente el 60 %, mientras que San Pedro Lizarra y Santa María sólo el 12 % entre las dos.
La densidad de la población se cifraba en 77 familias por km² o en 383 habitantes. Era la más alta de la Merindad, como es de suponer; en contraposición a las 2 familias del valle de Lana, o poco más en el de Yerri, de mucho mayor superficie.
Al desconocerse el número de menores, así como la edad de los adultos, no es posible reconstruir la pirámide o gráfica de la población. La base de la misma debió de ser bastante extensa, por el gran porcentaje infantil (45%); aunque la mortalidad de este sector fuese muy alta: aproximadamente la mitad de los nacidos moría antes de los 10 años.
La cúspide que refleja el número de mayores de 65 sería apenas inexistente, ya que la esperanza de vida rondaba para el conjunto del Estado los 30 años.
En cuanto a las magnitudes por sexos ocurre algo parecido, dada la parquedad de los informes es difícil reconstruir con exactitud las tasas de masculinidad y feminidad, pero aun y todo el padrón resulta un documento bastante ilustrativo.
* Licenciado en Geografia e Historia
Doctor en Historia
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