Esta mañana, en el ecuador de mayo, Uterga honrará a San Isidro. Una pequeña procesión irá a la iglesia parroquial de la Asunción. Y en la celebración de la eucaristía del mediodía el coro del pueblo, dirigido por Daniel Senosiáin, casará con magia musical al santo madrileño y a la madre del Cristianismo. Una cuadrilla de voces de mujeres utergarras harán olvidar de inmediato las horribles piezas eurovisivas de la noche anterior, con una terna de piezas de verdadera categoría. Unas tonadas a tresbolillo con el Toma Virgen Pura y el Bendecid con flores a María como base de la genial jota de los Labradores. Corazón, sentimiento y sentido. ¿Por qué vienen tan contentos los labradores? Porque las espigas de oro ya van granando. ¿Por qué bendecir rezar a la virgen? Porque es su mes, el de las espigas en flor, y porque vive junto a Dios en cuerpo y alma.
Verdades tangibles de Uterga son los espárragos isidriles recogidos esta madrugada y que a través del gaznate nos cubrirán de veras y de gozo el cuerpo y el alma. Oro blanco que multiplica su valor por la cortedad de su temporada. Finales de marzo y los de abril, para mí? Y cuando llegan las calendas estivales, ya los echamos en falta. Se sabe que Luis XIV de Francia y de Navarra (1566-1643), conocido como el Rey Sol, ya demandaba, sin éxito, espárragos en diciembre.
Todos los espárragos navarros, de forma más especial hoy los de Uterga, son manjares que adquieren la categoría de sublimes y orgásmicos para el paladar. Son una auténtica quintaesencia, como se anunciaban ayer en un mercado de Pamplona. Componen un elemento único de la naturaleza por sus exquisitas propiedades terráqueas y divinas, como las de la milagrosa Asunción de la Virgen.
Sin duda, los espárragos son los embajadores de Navarra en las cocinas del mundo y del cielo.
También respetada es la fe verdadera de los creyentes y devotos de la Virgen de la Asunción, titular de la iglesia parroquial de Uterga. Hoy, seguro que su párroco, José Luis, feligreses y Daniel y sus chicas del coro pedirán porque la virgen labre a cuerpo y alma todas las tierras del mundo con una simiente de esperanza que haga brotar frutos de paz y bien.
La iglesia de la Asunción, marco hoy de tanta historia y cariño, es una fábrica del siglo XVI con varios arreglos y ampliaciones del siglo XVII. Tiene una planta con nave de cuatro tramos y una cabecera pentagonal, a cuyos lados se ubican dos capillas. La cabecera tiene una cubierta estrellada y el resto una bóveda de lunetos. Los muros exteriores son de sillar y la portada presenta un frontón triangular con hornacina sobre un dintel y jambas molduradas. La torre de planta cuadrada se fue modificando hasta el siglo XVIII. El pórtico de ladrillo y quizá también la espadaña son de comienzos del siglo XIX. Entre la ornamentación llama poderosamente la atención el basamento del retablo mayor neoclásico (siglo XIX y XX). Esa base es parte del retablo anterior manufacturado hacia 1600 con altorrelieves de buen y sugerente trazo romanista. En ellos se representa a padres de la iglesia como San Agustín y San Ambrosio, a varios apóstoles algo escondidos y las escenas de la Anunciación y la Visitación. El buen estado del interior se debe agradecer a Nati Sarasíbar Arraiza, vecina de 99 años y que durante décadas cuidó como suyo el templo, y, actualmente, a Encarna Suescun.
Así, Uterga se ha convertido a través su historia en un laboratorio de hombres y mujeres, frutos y espíritu. Lugar de una alquimia maravillosa que, incluso, llega a lo alucinante con el grueso brote de una palmera. Un ejemplar que bien podría estar catalogado como monumento natural al modo de los quejigos de Learza o el Roble de Eltzaburu. Vive esplendorosa y mimada en la hermosa casa vestida de piedra y de color caldero, casi albero oscuro, del matrimonio formado por Valentín Sarasíbar Arraiza e Isabel Izurzu Bacaicoa. A la sazón Isabel es capataz del pueblo en cada anual esparragada.
Sintiendo Uterga, viene al recuerdo Baltasar Gracián, genio de la literatura del siglo de oro y su Oráculo manual y arte de prudencia. La obra contiene aforismos que sentencian que lo breve si bueno, es dos veces bueno. A Uterga, sus amigos, peregrinos y visitantes le pueden decir: lo bueno que das, aunque breve, se asienta para siempre en tu corazón.