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Todo lo que anda, corre y vuela...

Ala cazuela. No cuento la siguiente historieta para provocar irritación, sino porque, en nuestra cultura, como en otras muchas, la comida es un fetiche a menudo cegador; las repugnancias alimenticias se dan en todas las latitudes. Ya en mi libro De comerse el mundo, trataba sobre diversos alimentos que se llevaron a la boca distintos viajeros españoles a lo largo de la historia: tantos casi como usted pueda imaginar. Tal es así que, entre nosotros, un ribero presumía, ante su cuadrilla de amigos, de haber zampado la cosa más insólita que pueda darse. ¿Qué has tragado tú, pues?, le preguntaron. Y él respondió: ¡Pantasmo!

Comentando cierta tarde, en la Sociedad de Sorlada, si se habían llevado a la andorga en otro tiempo animales silvestres: caracoles, ranas, cuervos?, Javier Cacho, camino de mozo viejo simpático, comentó que cuando él era joven había degustado, asado, un gardacho, que le supo, luego de cortarle la cabeza, quitarle la piel y limpiarle las tripas, “de verdad, exquisito”. Esta especie de lagarto la pude observar un caluroso día, en la ladera de San Gregorio que da a Mues y Los Arcos. “Hoy no se puede cazar, es una especie protegida”, dijo muy serio. Interrogado sobre su aspecto y tamaño, me contestó: “(El gardacho) es como un cocodrilo de tierra, pero? chiquitico”. A lo que otro parroquiano, atento a la conversación y raudo, replicó: “No. No seas exagerado. Es como una lagartija? pero en grande”.

En otra ocasión, en Legaria (el pueblo de mi padre), mientras explicaban diversas suertes de pesca en el Ega? Me comentaron una merienda-cena memorable de los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado. El narrador refirió cómo utilizando un botrino y una suerte de cazamariposas (red) grande, obviamente con nocturnidad?, dieron con una buena “cosecha” de seres vivos que tienen aquellas aguas como hábitat natural. El más preciado eran los cangrejos de señal? pero también cayeron ratas, sapos, madrillas? y alguna culebra. ¿Y qué hacíais con?? Tras mirarme con una sonrisa, contestó: “Pues, alguien se lo comería?” Dando a entender que él tal vez no, pero en su grupo de amigos había quien disfrutaba con las ratas y las culebras? Ciertamente, limpias de partes menos nobles y oportunamente cocinadas. También conservo el testimonio de gentes de la zona, recetas incluidas, que ha dado buena cuenta de gatos (al limón o con caracoles), manjar muy apreciado en regiones de Asia o en Hawái? y diversos tipos de animalicos comunes en nuestros valles.

A Echandia, cura de Etayo durante muchos años, aunque estaba prohibido, le apasionaba ir de caza de la perdiz con reclamo, aunque disparaba a cuanto se movía. Una vez, oportunamente situado en el cazadero, fue sorprendido por el guarda, que ignoraba la identidad del furtivo. Al darse cuenta de que el infractor era don Marcos, se quedó un tanto sorprendido y algo aturdido. Para pegar la hebra, sacó un cigarrillo y simuló no llevar ni chisquero ni cerillas, y dirigiéndose al furtivo, le dijo:

¿Oiga, tiene fuego?

Echandia, encañonándole con su escopeta, le contestó:

¿De cuál?, ¿quieres de éste?

Las crónicas no refieren como terminó aquel encontronazo entre el guarda y el cazador. Pero, la sangre no debió llegar al río y el fuego no causó daño.

Por fortuna en ultramarinos y supermercados encontramos hoy alimentos que hace solo una década eran prácticamente desconocidos para la mayoría de nuestros coterráneos, gracias a la influencia de vecinos africanos o americanos? Y si nos damos una vuelta por esos mundos de? podríamos contar decenas de anécdotas y sucedidos sobre comidas y menús exóticos, raros e insospechados para nuestra tradición culinaria? Sin embargo, doy fe, nuestros triperos y comilones se han metido entre pecho y espalda casi cuanto sea capaz de imaginar. Buen provecho y, si es posible, cuide su salud alimentaria. No haga el burro, lo menos molesto puede ser una buena descomposición gástrica. Y, eso sí, con un buen vino todo sabe mejor.