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Sugerencia al Valle de Amezcoa

Hace tiempo que siento una gran atracción por las tierras que circundan los pueblos que habitáis desde milenios. Ya mis padres me mostraron la belleza de esos parajes, que se extienden hasta donde alcanza la vista, y necesito renovar a menudo el aroma a bosque húmedo que quedó grabado en mi memoria cuando era un niño.

En los últimos tiempos, he dedicado algunos artículos en esta sección a ensalzar la riqueza natural del entorno y la idiosincrasia de sus habitantes. Estos escritos eran El ratón de la caseta del Maestro, El sumidero de Mengosaroia o El barranco de Muraga, donde abordaba algunos aspectos de la geomorfología de esas montañas, peñas, planicies y arboledas. También me he ocupado de reflejar otros datos demográficos y sobre la economía y recursos a principios del siglo diecinueve. Todo ello se ha debido a mi aprecio hacia esas sierras selváticas y las localidades que en armonía se emplazan entre ellas.

Me siento discípulo, en cierto modo y aunque no sea natural de vuestro valle, de Luciano Lapuente o Emilio Redondo, por citar dos ejemplos significativos de personas entregadas al estudio y reconocimiento de vuestros orígenes, usos y costumbres. Estas últimas actividades humanas han estado de forma directa en dependencia del medio y, así, éste se ha preservado desde hace cientos y cientos de años. Habéis sido fieles defensores de vuestra tierra y derechos, sabiendo utilizar con mesura el Monte de las Limitaciones. Y del mismo modo debe seguir siéndolo, en mi modesta opinión.

Por eso, por que los tiempos cambian de manera vertiginosa y mil peligros climatológicos, administrativos o tecnológicos parece que nos acechan, me he decidido a escribir esta carta. Quizá a más de uno no le agrade; aunque mi intención sea exclusivamente que las sierras de Urbasa y de Lóquiz, el Urederra, el Uiarra o el río Seco de Muraga, permanezcan igual y no participen del progresivo proceso de deterioro que sufren otras regiones del planeta.

Llegado a este punto, he de soltar lo más duro, algo que tanta dificultad entraña. Debo deciros que hemos de mejorar entre todos. Por ejemplo, os animo a organizar un Auzolan -al que yo acudiría gustoso-, en el pueblo de Baríndano, para limpiar el cauce del río Uiarra. Hace aproximadamente mes y medio, una fuerte tormenta reventó el vertedero clausurado que se encuentra junto al cementerio, causando un impacto medioambiental. A pesar de que hiciera muchos años que no se realizaban vertidos en el talud que da al curso fluvial, la lluvia tan intensa conseguía descarnar la escombrera oculta bajo tierra. El resultado fue que se precipitaron al río varias toneladas de escombros y decenas o quizá cientos de kilogramos de plástico. Ahora taponan el lecho o están atrapados en las ramas de rosales silvestres, sauces, bojes, encinas y espinos e, inevitablemente, parte quedará ahí durante años; y lo demás será arrastrado hasta el Urederra, contaminando la columna vertebral hídrica también de Allín.

El resto del Uiarra, afortunadamente, se encuentra más limpio; pero aparecen mil y un objetos que allí se me antojan endiablados: zapatillas, botes de todo tipo, aerosoles, cintas de casete, tubos, chapas, pilas, plásticos de todas clases?, a la altura de San Martín, Ecala, Eulate, Aranarache o Larraona, que bajan primero por las regatas desde estas localidades. Creo que el esfuerzo de limpiar el cauce merece la pena: por la dignidad de los pueblos y de todo el valle, para beneficio de la fauna y flora y, en consecuencia, por la propia salud de los seres humanos y la belleza inigualable de este hábitat.

Espero que no me toméis a mal, juzgándome quizá como entrometido o algo peor, ya que mi intención no puede ser más sincera y desinteresada, además de no querer causaros en absoluto ni el más mínimo perjuicio, sino todo lo contrario. ¡No importa!, como no me quiero extender demasiado ni andarme por las ramas, creo que por hoy es suficiente; aunque debo aún apuntar que existen otras actividades que son tan perjudiciales para estos ecosistemas. Una de ellas es la presencia repetitiva de quads, motocicletas y vehículos cuatro por cuatro, fuera de las actividades ganaderas o forestales, sobrepasando los decibelios de ruido que puede soportar el medio, y con desprecio manifiesto hacia esta Naturaleza tan peculiar y los caminantes.

Gracias por vuestra comprensión, generosidad y nobleza.