La cuenca del Bidasoa se asfixia por las altas temperaturas y ausencia de lluvia
La comarca padece uno de los veranos más secos y con más altas temperaturas de la década
elizondo - La cuenca del Bidasoa está padeciendo un verano particularmente caluroso con temperaturas muy elevadas y con una desacostumbrada ausencia de lluvias que están afectando a las praderas y pastos que se encuentran secos como la estopa. El mes de julio ya registró altas temperaturas y algún día de lluvias de cierta entidad, los días 10 y 23 que contribuyeron a paliar el fuerte estiaje, en agosto y los primeros días de septiembre la meteorología se ha mostrado adversa en cuanto a precipitaciones con únicamente 13,2 litros por completo insuficientes para humedecer y refrescar el ambiente.
La estación meteorológica de Gorramendi, a 1.071 metros de altitud, es la que dentro de la pobreza generalizada de las precipitaciones ha sido la más generosa aunque de una escasa entidad, con un total de 41,8 litros por metro cuadrado, en agosto la ausencia de lluvias fue mayor (39,8 litros/m2.) y ni una sola gota de agua desde el día 30 hasta ayer.
Al otro extremo de la cuenca, en Bera, la pluviometría fue algo mayor en julio cuando totalizó 50,2 litros/m2., pero agosto, con salvedad del día 20 que es cuando llovió algo (9,3 litros en la localidad beratarra) las precipitaciones bajaron a 40 litros/m2, respecto al mes anterior, y lleva también una semana sin ver una gota.
La situación es todavía peor en el Bidasoa alto/medio, ya que en la estación de control del Parque Natural del Señorío de Bertiz los datos de pluviometría están siendo pésimos. A la mayor masa boscosa (2.400 hectáreas) que existe en la comarca, le salvan las lluvias de dos días de julio, el día 4 cuando cayeron 36 litros por metro cuadrado y el día 10 en el que la precipitación fue de 12 litros/m2. Aquí, en 29 días de agosto y los que se llevan de septiembre no llovió una gota, y el total acumulado hasta ayer era de 10,3 litros.
El campo, las praderas y las plantaciones de maíz forrajero que se impone al de grano en la última década a orillas del Bidasoa son las que más están sufriendo la sequía. Por ejemplo, al contrario que en la Ribera, aquí el maíz forrajero no se riega y se le confía a las precipitaciones que son habitualmente normales, lo que perjudica seriamente a su crecimiento.
Los nekazaris (ganaderos) empiezan a mostrar su preocupación por el prolongado estiaje y por el temor de verse obligados a recurrir anticipadamente a la adquisición de forrajes del exterior, lo que agravaría todavía en mayor medida su complicada actividad económica. No es posible obviar que los productores de leche están cobrando en origen a 27 ó 28 céntimos litro, una cantidad inferior a las 50 antiguas pesetas que percibían apenas hace un cuarto de siglo, cuando los precios de todo tipo de artículos, servicios, energía eléctrica y combustibles han experimentado subidas brutales en ese tiempo mencionado.
Una demostración fiel de la situación meteorológica de la comarca es la imagen que presenta el río Ibur, un cauce “guadiana” que se suele secar en un largo tramo durante el verano si las lluvias no acompañan y que este año ha vuelto a ofrecer ese aspecto singular. El río forma una especie de sifón subterráneo por el que discurre agua no visible, suele desaparecer en el paraje Barrensoro y no vuelve a aparecer hasta el puente de Apote, más de un kilómetro abajo. Este año, una cuestión que se suele considerar anecdótica y un curioso fenómeno natural, define claramente el tremendo estiaje.
Muy elevada. El día 27 de agosto, se registró en el Parque Natural del Señorío de Bertiz una de las máximas de la cuenca del Bidasoa, 38,5º. En Doneztebe se superaron los 38º durante tres días consecutivos la semana pasada.
Año 2003. El estiaje y las elevadas temperaturas que se registran en la comarca son únicamente similares, si bien no las superan, a las del verano de 2003 cuando se contabilizaron nueve días seguidos por encima de los 40º y también con parecida ausencia de precipitaciones.
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