El caudal del Románico por tierras navarras fija en su lado convexo y más meridional a la iglesia de San Juan de Jerusalén de Cabanillas. Románico más alejado de las norteñas hojas de la ermita de la Virgen de Muskilda de Ochagavía-Otsagabia y del antiguo complejo hospitalario de Roncesvalles-Orrega.

En la visita de hace escasas fechas se llevó muy presente el recuerdo de Javier Giménez Sola, vecino fustiñanero, trabajador, una joya de atleta y un gran soñador de esa verdad eterna que fue, que es y que, si ni fue ni es, lo será? Un ser o no de fábula, un sentimiento irreal o cierto que se entrevera con el gozo de mirar por la ventana que te regala el horizonte para dar paso a un primavera pintada en pizarra y blanco inmaculado en el lienzo del Moncayo. Para Javier: un tercio de un abrazo desde ese alto cabanillero, otro desde la capilla de Larraona de Pamplona y el último adiós desde la bellísima parroquia de la Asunción de Fustiñana, población íntimamente ligada a Cabanillas al conjuntarse en la encomienda de la orden de San Juan de Jerusalén.

Lugar rotundo y emotivo Cabanillas es uno de los importantes feudos riberos del antiguo Reino de Navarra, situado a la vera izquierda del Ebro y a ocho kilómetros de Tudela. Alfonso I el Batallador otorgó importantes privilegios (fuero) a Cabanillas en 1124. Pocos años después García Ramírez, el Restaurador, cede la villa a la orden de San Juan de Jerusalén .

Este sureño templo de esta orden se construyó a finales del S XII y principios del S XIII. Se trata, pues, de un románico ya avanzado o de transición. De la obra original románica se conservan el ábside, los muros de la nave y el pórtico. Su fábrica consta de una nave con dos tramos con bóveda de cañón y cabecera. La última tiene un tramo recto y el ábside es semicircular, cubierto con un cuarto de esfera. Estas cubiertas ya aparecen levemente apuntadas, delatando el inicio de la transición hacia lo gótico.

La cabecera está precedida de un arco triunfal apuntado sobre columnas con capiteles de decoración vegetal. El ábside está dividido en tres paños por pilastras escalonadas adosadas que, partiendo del alto plinto, llegan hasta una imposta lisa que corre bajo las ventanas. De allí nacen columnas que ascienden hasta la cornisa y están rematadas por sencillos capiteles de hojas de acanto En cada paño se abren ventanas de medio punto que terminan en saetera y la del centro posee dos columnillas de capiteles vegetales y doble arco.

Bajo el alero vemos una cuantiosa nómina preciosos canecillos: cruces, conchas, entrelazos, figuras geométricas, vegetales, bolas, barriles... En los lienzos norte y sur de la nave destacan sendas ventanas de medio punto que están abrochadas con guardapolvos que se sostienen por ménsulas decoradas con distintas de personas y animales. En la ventana del muro sur hay una ménsula aislada del mismo tipo que presenta un personaje tocando un instrumento de viento.

Pero, sin duda, lo que la atención más enfoca es la portada abocinada, que conserva bastante bien la mayoría de sus elementos. Luce tres generosas arquivoltas. En el arranque de la exterior, a derecha e izquierda, aparecen dos monjes llevando en sus manos un extraño objeto y también un libro. En la arquivolta central y aparecen figuras de animales fantásticos entrelazados.

El templo fue recubierto y restaurado en épocas posteriores. Del origen es el espacio interior, el ábside, la portada y parte de los muros.

DE SENTIDOS Y EMOCIONES El acervo natural y cultural de Cabanillas es contundente. Para empezar, es parada y fonda del Ebro y uno de los principales portones de las Bardenas Reales de Navarra, parque natural y Reserva de la Biosfera. Alberga la poco conocida Casa de las Marquesas y su trujal; la Semana Santa (cercana y atractiva cita) con su mítica procesión del Encuentro del Ángel y la Dolorosa, y la captura de Judas. Y con gran soporte histórico, artístico y religioso brilla con luz propia este templo promovido en origen por la Soberana Orden militar y hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, orden católica fundada en Jerusalén en el siglo XI por comerciantes amalfitanos (costa del mar Tirreno), en base y culto al apóstol San Juan el Bautista.

Lugar, este, de nombre rotundo. Que despierta emociones olvidadas. De cuando la verdad era un gesto desprendido del corazón, de los ojos y de los labios. Verdades de Cabanillas y de toda Navarra, que fueron que son o que deberían ser y que si no, serán.