La sociedad Besta Jira fue creada y escriturada en Iruña el 18 de octubre de 1911 por los pamploneses Antonio Goñi Olagüe, Leandro Nagore Nagore, Ricardo Tejedor Sánchez y Teófilo Esparza Bornás, este último industrial de Atarrabia. Aunque no fuera uno de los que acudieron a la escritura de la sociedad parece ser que uno de sus principales promotores fue el también villavés e ingeniero Serapio Huici. El objeto de la citada sociedad era comprar unos terrenos en las cercanías del núcleo urbano de Villava para construir un edificio “Bart-Restaurant” y un pequeño parque de distracciones. De ahí su nombre, Besta Jira, que traducido al castellano podría decirse “ambiente festivo”. En la escritura se especificaba que tanto en el Bart-Restaurant como en el Parque de recreo se darán solamente las distracciones honestas que se estimen convenientes prohibiéndose las distracciones y juegos reprobados por la moral y por las leyes a juicio del Consejo de Administración de la Compañía. A pesar de ello la iniciativa no tuvo en ningún momento el beneplácito de la extremadamente religiosa y conservadora sociedad navarra, que la iba a considerar siempre como un “antro de perversión”.

En aquellos primeros años del siglo XX, la población pamplonesa seguía encerrada en sus murallas y sujeta a la normativa militar que prohibía las construcciones en las cercanías de la capital, en las llamadas zonas polémicas (ZP). Muchos miembros de la burguesía pretendían salir del abarrotado recinto amurallado para hacerse sus viviendas y el primer ensanche con sus cuatro pequeñas manzanas resultaba insuficiente y ya había quedado completo. Incluso el proyectado edificio que debía albergar el Congreso Nacional Vinícola en 1912 y que iba a dar gran prestigio a Navarra y su capital, no pudo construirse en el lugar inicialmente pensado, en las cercanías de la Cruz Negra de Erletokieta, por encontrarse muy cercano a la Ciudadela. Había que encontrar alternativas en las localidades cercanas a Iruña. El recién inaugurado ferrocarril-tranvía de El Irati, en su recorrido por las localidades de Burlada y Villava, ya fuera de las zonas prohibidas, facilitaba la comunicación con la capital y en pocos años se iba a jalonar de modernas y unifamiliares viviendas y de otros edificios dotacionales.

Y allí en 1912, al entrar al término de Atarrabia y en el lado izquierdo de la carretera, se construyeron casi juntos, el edificio sede del Congreso Vinícola (edificio que, después, durante décadas acogió la escuela de Peritos Agrícolas), la vivienda del propio Serapio Huici y el restaurant Besta Jira. Dice Altadill en su Geografía General del País Vasco-Navarro: Muchos caprichosos hoteles se extienden a lo largo y ambos lados de la carretera de Villava, rodeados de parques y jardines que hermosean sobremanera el acceso al pueblo, único en las cercanías de Pamplona que ha sabido utilizar su posición, convirtiéndola en ocasión de progreso en vez de decadencia como suele ocurrir en los pueblos cercanos a los grandes centros.

El proyecto para el Besta Jira fue encargado al joven arquitecto pamplonés José Yarnoz, que también había proyectado el edificio para el Congreso Vinícola. José Yarnoz Larrosa que tan solo dos años antes había finalizado su carrera de arquitectura en 1910, ya había sido premiado por el proyecto de la Exposición Universal de Madrid. Junto con su hermano Javier dirigió en 1923 la reconstrucción del palacio de Olite y entre sus obras más conocidas son las sucursales del Banco de España de muchas capitales, entre ellas la de Pamplona. Adicto al régimen de Franco terminó construyendo, junto con Víctor Eusa, el controvertido Monumento a los Caídos. Su colaborador y hermano Javier, sin embargo, tuvo que exiliarse en 1936 de por vida en Venezuela por motivos ideológicos.

Las obras del Besta Jira corrieron a cargo del lerinés Andrés Gorricho, seguramente uno de los contratistas más afamados de la época en Pamplona, presidente de la sociedad dueña de la Tejería de Mendillorrri y principal suministrador del adoquinado de las calles de Iruña con piedra de las canteras de Ezkaba. Después fue aún más conocido por la realización de las primeras “casas baratas” de la ciudad en la actual calle Olite y de una buena parte del barrio de la Txantrea.

En la planta baja del edificio estaba el restaurant, de estilo moderno, realizado con verdadero refinamiento, con una soberbia rotonda acristalada. En la misma planta se encontraba el bar aunque independiente por completo del restaurant y magníficos cuartos de baño, montados a la moderna. Un gran parque de atracciones rodeando el edificio estaba dedicado a un gran número de sports y juegos al aire libre. Tiros de pichón, flechas y muñecos, tenis, bochas, rana y quizás lo más novedoso, la pista de patines o skating ring. Quizás parta de entonces la gran afición e importancia que ha tenido Iruña en el patinaje de competición a lo largo de su historia. Se comparaba entonces el parque del Besta Jira con los de Donostia o con el Tibidabo de Barcelona.

El restaurant que se anunciaba como elegante y económico, ofrecía un menú de tres pesetas para el almuerzo y cuatro para la comida. Aparte de un menú variado ofrecía un plato del día que, por ejemplo el 6 de octubre de 1912 eran los rellenos. Aparte del servicio diario, los banquetes y fiestas organizadas eran frecuentes. En junio de 1913 tomó el restaurante en alquiler Miguel Arrieta arrendatario también de los restaurants de Ulía e Igeldo en Donostia. En la presentación del afamado gourmet se ofreció un banquete en cuya sofisticada carta -nada que envidiar a las actuales al uso- constaban, Hors d’oeuvres assortés, Oeufs a la Besta Jira, Langoste a la Neva, Poulets de grains santes chausseurs, Foie grass de Strasbourg belle vue, o Asperges de Tudela St Monsilieu entre otros manjares.

Las fiestas y bailes de sociedad eran frecuentes, algunos llamados bailes de moda aristocrática a los que acudían lo más granado de la aristocracia navarra y cuya asistencia se hacía constar después en la prensa local. En alguna ocasión se publicaba incluso las parejas que se habían establecido durante el baile, la señorita tal con el señor cual, Esperanza E. con Luis E., Cuqui A. con Fernando R., etc.

No he encontrado datos escritos sobre el funcionamiento como casino específico de juego aunque es más que probable que así lo fuera y al menos las partidas de naipes fueran frecuentes en las sobremesas.

Ya en junio de 1914 comenzaron los problemas con las múltiples denuncias que hubo por el comportamiento de la mocina en los tranvías extraordinarios organizados por El Irati para acudir a las fiestas y verbenas del Besta Jira que, en muchas ocasiones, terminaban a altas horas de la madrugada. Las canciones y alborotos de los jóvenes que acudían terminaban por convertir los coches en verdaderos cubiles. Además la, como decíamos, religiosa, conservadora y también hipócrita sociedad pamplonesa y villavesa que nunca había visto con buenos ojos el Besta Jira empezó una campaña popular para su cierre. Se decía que era un antro de mal vivir y más que dudosas costumbres. Finalmente la presión de esta parte de la sociedad y previsiblemente graves problemas de solvencia económica terminaron en su cierre sin cumplir tres años de historia.

El dos de noviembre de 1915 la congregación de Misioneros Dominicos compró los locales para la instalación de su Colegio-Seminario Berrio Ochoa en donde se cursaba el primer curso de sus estudios. Fue ampliado en 1943 con un gran edificio de cinco plantas cuya arquitectura austera y funcional nada tenía que ver con el modernista estilo del Besta Jira y que quedó, de forma algo impropia, adosado al mismo sin solución de continuidad. Años después, en 1974, las instalaciones acogieron la entonces incipiente ikastola Paz de Ziganda enclave en donde el centro educativo se asentó, llegando a tener setecientos alumnos, permaneciendo allí hasta la inauguración de sus nuevas instalaciones, también en Atarrabia, en 1995.

El edificio que acogió el casino restaurant Besta Jira continúa gestionado por los Dominicos y hoy sirve de capilla para el culto religioso. Sigue bastante íntegro en su aspecto exterior aunque los vanos de los grandes ventanales arqueados fueran cerrados por llamativas vidrieras realizadas por el dominico P. Iturgaiz y la parte posterior quedara desfigurada por la citada construcción adosada. Los mosaicos de su fachada, su nombre, escudos y emblemas con las siglas BJ fueron restaurados en 1985 por F. Berceruelo manteniéndose en su estricta originalidad.

El Besta Jira es, sin duda, uno de los edificios más emblemáticos de la localidad de Atarrabia-Villava y en los últimos años ha servido de localización para al menos dos novelas de ficción y da nombre a un prestigioso concurso de fotografía de la localidad. Su historia desconocida para muchos, algo misteriosa para otros, es algo más que una ficción, forma parte de nuestro íntimo relato contemporáneo.