pamplona - Patxi Arakama recuerda todavía, como si fuera ayer, esa primera reunión en Irurtzun que congregó a ocho empresas artesanas de la zona de la montaña navarra con el objetivo de recabar ideas y construir metas comunes que consiguieran hacer su labor más visible. Que les diferenciara, porque su oficio es, en muchos casos, una labor que se hace con mimo pero a pequeña escala, un trabajo elaborado y minucioso que resulta, a veces, poco reconocido.

“Recuerdo que fui medio asustado, me vi joven -tendría veintipocos años- y pensaba que todos iban a saber más que yo... No había salido nunca a vender fuera de Altsasu”, explica Aracama rememorando esa cita, hace ya 25 años, que supuso el germen de la Asociación de Productores de Montaña Navarra (actual Asociación de Elaboradores de Alimentos Artesanos de Navarra).

La entidad ha cumplido ya un cuarto de siglo en el que ha impulsado, junto con la Administración, la regulación de la artesanía agroalimentaria. Crearon y registraron el logotipo Alimentos Artesanos, cedido posteriormente al Gobierno de Navarra, y muchos de ellos han conseguido -como Arakama, ahora presidente de Artesanos de Navarra- hacerse grandes y crear firmas de calidad, reconocibles y reconocidas.

El pasado 18 de mayo celebraron en Geltoki su fiesta de aniversario, en la que estuvieron presentes tanto Arakama como la presidenta de la Asociación de Alimentos Artesanos de Navarra, Inma Montosa; la consejera de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Administración local del Gobierno de Navarra, Isabel Elizalde; y la concejala del área de Economía Social Sostenible, Comercio y Turismo, Patricia perales (ambas ahora en funciones).

“Éramos muy pequeños. Trabajábamos con una selección muy importante de materia prima que producíamos nosotros mismos y necesitábamos algo de apoyo para que se nos viera en la calle porque era muy complicado salir al mercado, más en solitario”, revela. Se dieron cuenta de que juntos podían hacer más cosas y asegura Arakama que eso también les ha valido para conseguir todo lo que han cosechado en este tiempo. “Estoy emocionado, quién me iba a decir a mí que de los que estábamos en esa primera reunión, muchos seguiríamos en esto. Y eso te da ganas de no parar, de mirar hacia adelante”, confiesa.

Los artesanos, eso sí, tienen que hacer frente a muchos retos. “Hay bastante competencia. Nuestro producto se aleja de las grandes superficies, vamos más hacia las tiendas gourmet o delicatessen, charcuterías o la hostelería. Pero cada vez hay menos de eso también, la tienda tradicional se va cerrando”, lamenta.

Asume que de un tiempo a esta parte todo lo relacionado con la salud, el kilómetro cero, los productos más naturales y la calidad también va cobrando auge, “aunque la crisis nos afectó muchísimo, porque son productos que se dejan en segundo plano, el entorno rural preocupa menos porque lo que uno necesita es comer todos los días. Hay tiendas tradicionales que están funcionando bien pero han cerrado muchísimas, las grandes superficies han hecho mucho daño al comercio local”.

Ahora, dice, el mercado de la artesanía ha cambiado “pero somos pocos y seguimos teniendo los mismos problemas. Seguimos siendo empresas muy pequeñas y se han complicado algunos temas relacionados con la burocracia, algo que a nosotros se nos hace difícil porque no contamos con departamentos ni personas dedicadas a ello. Tenemos que hacer lo mismo que las grandes empresas -con trabajos que no son directamente producir- pero siendo pequeños”, asume.

Empleo rural Un hándicap que ellos subsanan “con más trabajo”, ya que la mayoría son empresas familiares, “gente que se ha querido quedar en su pueblo, muchas veces zonas pequeñas”. Pero precisamente por eso resalta la labor del artesano, que fomenta muchas veces el empleo femenino, el de las zonas rurales -en peligro de despoblación-, el trabajo de casa.

Por eso la clave es luchar mucho. “Creer en lo que estás haciendo y no desviarte. No salirte de tu rumbo porque si lo haces terminas por no ser ni una cosa ni la otra, por quedarte entre los grandes y los pequeños, y ahí es donde te comen”, destaca.

Él lo tuvo claro desde el principio. Empezó con 25 años (ahora tiene 54) y con su padre, en los terrenos del caserío de Altsasu, donde decidieron, primero, “hacer pruebas. Traíamos patés de Francia, no con la idea de montar algo mañana, pero sí de ir aprendiendo. Ya en los 90 decidimos dar el paso, pero sólo después de tener todo controlado. Es importante no desviarte del camino, ser fiel a tu producto”, asegura. Y asume que “hay que trabajar mucho, hacer lo que haga falta, a diario. Yo lo vivo pero porque es lo que me gusta, y eso es fundamental”. Hoy está al frente, junto a su cuñado, de una de las firmas más destacadas en productos derivados del pato y la oca.

Lo más gratificante, valora, es “estar en la calle. Haberlo conseguido, que muchos de los que empezamos sigamos viviendo de esto y de que poco a poco vayamos siendo más, abriéndonos al mercado, con tiendas especializadas, catas de productos...”. En Navarra hay actualmente cerca de cien artesanos, de los cuales unos 25 forman parte de la asociación.