- Para saber cómo y cuándo actuar en caso de accidente, hay un método conductual que puede salvar de más de un apuro. Se llama PAS, letras iniciales de las palabras proteger, avisar y socorrer. Son acciones a desarrollar que Txuma Urtasun, jefe de intensivos en la UCI de San Miguel, tiene grabadas y defiende a conciencia.

“Es algo en lo que he insistido muchísimo desde el principio, en lo importante que es tener los recursos y saber utilizarlos bien. La protección: el paciente sobre todo, sí, pero si nosotros no nos protegemos no podemos atenderlos. En la UCI no ha habido ningún contagio y es algo de lo que me siento muy orgulloso”, confiesa. Son cinco médicos, doce enfermeras y seis auxiliares. “Pero no tenemos que bajar la guardia, hay medidas de higiene y de seguridad que creo que, para la población, ya se quedarán de por vida”.

Urtasun, vecino de Villava, es prácticamente “socio fundador” de la UCI de la clínica San Miguel, no sólo de la primera sino también de la segunda, la actual, porque a sus 51 años lleva 22 atendiendo a los pacientes críticos. Después de terminar la carrera y la especialidad, entró a trabajar el año que la inauguraron, y hace tres años la renovaron por completo. Asegura que ahora están algo más tranquilos aunque la experiencia con esta pandemia que no termina de esfumarse ha sido “dura y gratificante a la vez. Todo como en esta enfermedad es de extremos, y hemos vivido muchos picos emocionales. Sientes una alegría inmensa cuando le quitas el respirador a una persona o le das el alta, pero el bajón es tremendo cuando va mal, sobre todo al principio, que no había buenas noticias. A veces no puedes hacer nada contra la agresividad del bicho por muy bien que hagas tu trabajo, cuando es más fuerte que nosotros y no tenemos medios para curar esa agresividad”, lamenta. En circunstancias normales se escapa al monte o coge la bici para desconectar, pero es un respiro que todavía no se ha podido permitir.

Lamenta haber trabajado con pocas evidencias científicas, “con soluciones que parece que funcionan en otros lugares, y a los días nos dicen que se están agotando. Todos necesitamos lo mismo: respiradores, personal, determinados medicamentos”, cuenta, aunque asume que no han llegado a tener problemas de abastecimiento en una UCI que cuenta con seis camas y una ocupación normal del 50%.

Tuvieron tiempo para prepararse, y es algo que valora mucho. “Hemos tenido suerte porque a nosotros nos llegó la oleada una semana después de que llegara al Complejo hospitalario de Navarra. Tenemos muy buena relación con los intensivistas y coordinadores de allí, la comunicación es prácticamente diaria. Y esa semana previa nos dio tiempo a prepararnos, yo incluso estuve con ellos para ver cómo estaban trabajando”. Destaca esa buena relación porque, dice, “todos tirábamos del mismo carro. En cuestión de organización ha sido complicado porque cambia la preparación de todos los recursos”.

Lo más duro ha sido “el miedo al desborde, a no poder llegar a atender a todo el mundo. Y lo de informar a las familias. En todos mis años de experiencia he aprendido que manejar a un enfermo crítico es muy difícil pero todos lo podemos hacer, se aprende. La cuestión de los familiares es otra cosa, nos ha tocado hablar con ellos sobre un paciente, su familiar, del que no saben nada. Es importante poder transmitir a la familia cómo está y por teléfono no es lo mismo, más cuando tenemos tanto trabajo que no podemos explayarnos y dedicarles el tiempo que requiere”. Que no puedan verles, reconoce, es también muy duro. “No se permiten las visitas aunque estamos haciendo alguna excepción, sobre todo en el caso de las despedidas y primando siempre la seguridad. Estamos acostumbrados a dar este tipo de noticias pero esta enfermedad tiene un punto extra del aislamiento que te marca, lo hace diferente”.

También son pacientes muy complejos. “Te desbordan. Hemos tenido casos similares o parecidos, pero no todos juntos. Y el punto adicional está en la forma de trabajar, porque tener que equiparte y vestirte con todo el material de prevención, en una situación de urgencia que requiere rapidez, es muy complicado, además del sobreesfuerzo de trabajo. Están siendo jornadas muy duras a nivel médico y sobre todo de enfermería, con turnos de doce horas sin parar, gente que estaba a media jornada y voluntariamente se ha adaptado a la completa… Ha sido extraordinaria la fuerza de voluntad y el echar para adelante del personal sanitario, estoy muy orgulloso de mi equipo”. Ahora están un poco más tranquilos, aunque no del todo. “Seguimos teniendo bastante carga de trabajo pero ya no el estrés que te crea, con cinco ingresos en un día, pensar que te vas a quedar sin camas. No nos llegó a pasar. Han sido días duros aunque ahora la cosa está más calmada pero los pacientes son de estancias largas y tenemos que seguir atendiéndolos. Toca seguir hacia adelante”, dice.