e la Hispania romana se contabilizan 115 manantiales mineromedicinales. Los balnearios edificados y comercializados sobre manantiales en Navarra durante el siglo XIX fueron los de Fitero (Baños Viejos -s II ac, 1157, 1507 y 1835- y Baños Nuevos -1846-), Betelu (1798), Belascoain (1831), Aribe (1848), Elgorriaga (1850), Ibero (1866), Altsasu (1869) y Burlada (1872). Sobre solo dos de los manantiales navarros, el de los Baños Viejos de Fitero, llamado Balneario Virrey Palafox, y el de Ibero, se ha demostrado que se levantaron termas y estancias de época romana.

En Ibero, recorrido que nos ocupa, hay vestigios anteriores que corresponden a las Edades de Bronce y del Hierro. Épocas en las que, hombres y animales pudieron disfrutar de sus aguas minerales. La magia es que siguen brotando con a una temperatura de algo más de 20 grados y sus mismas propiedades bicarbonato-sódicas-cálcicas, recomendables para afecciones digestivas, infecciones y problemas urinarios y cutáneos y enfermedades venéreas.

En excavaciones de 1995 se comprobó que en la conocida como huerta del molino se levantó el edificio del antiguo balneario (1866-1895). Junto a este y en el nivel superior de la huerta hoy se puede seguir disfrutando del estanque creado para explotar las aguas brotantes del manantial conocido como Uberba, que se comunica con otro más humilde que alimentaba al molino y a una fuente. La doble alberca esta acotada por un puente de dos ojos de medio punto y que hizo función de acceso al edificio de los baños. Los lienzos de la presa mantienen su buen labrado. En el muro oriental, donde surge el manantial principal, nace un canal, que dio función práctica a un pozo y a algunas casas. En una de ellas se encontraron cinco arcos de medio punto rebajados, con una altura de casi 2 metros de luz. Se le ha conocido como la casa de las termas romanas. Los estudios certifican que la obra, sin data exacta, utilizó piezas de época romana.

De Atostarra, estancia rural casi añeja al manantial, se tiene constancia desde 1580, año en el que figura como propietario Juan de Ilzarbe y Mutiloa. La hermosa fábrica torreada se denominaba en origen y durante siglos como Ilzarberena. En 1600, el hijo de Juan de Ilzarbe, Martín, figura como vecino con derecho a voto para la elección de vicaría.

En el siglo XVII su tenedor es Pedro de Ibero y Mutiloa. Más tarde, en 1729 Ilzarberena pertenece a Francisco de Etxauri. Atostarra es propiedad desde 1989 de Piter e Isa. El navarro y la granadina adquirieron esta casa en 1989. Tras incontable esfuerzo, la rehabilitaron como bar y restaurante. Y desde 2006 la convirtieron en una estupenda casa rural (www.atostarra.com), de la que se pueden disfrutar cinco estancias o apartamentos, además de jardín, piscina, amplia terraza, aparcamiento y, lo mejor, una situación privilegiada en el vértice donde el río Arakil se entrega al ya talludo Arga, donde el agua compone música de alquimias termominerales y sanadoras.

Atostarra, magnífica oferta hostelera, podría reconvertirse de forma natural y mestiza en una simbiosis de la evolución moderna de las estancias de balneoterapia y el propio turismo rural. El recorrido del aprovechamiento del agua en Ibero, como en tantos lugares, se remonta a la Edad de Hierro, pasa por la ambiciosa presencia romana y llega a su esplendor en el XIX como recurso terapéutico al relance de los avances científicos y los cambios mentales que intrinca la Revolución Industrial. Ahora, a pesar del grillete de crisis de distinto pelaje, el regreso de los agüistas está al alza. La idea puede ser un entreverado de agua sanadora y el espíritu pausado que aporta lo rural con sus medios naturales y patrimoniales.

Las antiguas y desaparecidas casas de baño, posadas y otras moradas solo para bañistas pueden dar paso a Atostarras que fusionen beneficios de cuerpo y alma. Estancias de baño y armónico recreo. La antigua Ilzarberena, además de bella, luce un emplazamiento paradisíaco. Atostarra: casa confortable y recuperada con mucho gusto; donde se oye el canto de los ríos con el estribillo de sus manantiales. Estancia de dulce ruido y agüistas buceando entre sueños reparadores.