Cuando Floren Escarza comenzó como voluntario en la fundación de la DYA (Detente y Ayuda) de Los Arcos, le daba miedo la sangre. Hoy, después de 33 años que lleva al pie del cañón, ha visto todo tipo de accidentes y heridas. "Apuntarme entonces al curso de formación de asistente técnico de ambulancias es lo mejor que he hecho". "La formación es muy importante; ahí aprendes dos cosas fundamentales: lo que puedes hacer y lo que no". Una formación que ha ido perfeccionando a lo largo de estas décadas en las que ha tenido como compañeros más de 80 voluntarios diferentes. Actualmente en la DYA de Los Arcos hay cuatro personas para las salidas en urgencias imprevistas y otras doce para las salidas ya programadas (carreras ciclistas, capeas, etc.)

Pero a este voluntario de Los Arcos, los temporales como el de la semana pasada no le impresionan. Buena parte de la vida laboral de Escarza consistió en conducir máquinas quitanieves "aquello sí que era nevar. Había años que me pegaba tres meses sin bajarme del quitanieves". Todo un experto en temporales que le tocó lidiar con puertos como el de Meano y La Población y que no entiende, por ejemplo, que esta nevada colapsara una ciudad como Madrid, "algo hicieron mal, además de no estar preparados".

Por aquí la nevada se fue rápido y "apenas tuvimos urgencias", solo un par de salidas de vía que no hizo falta movilizar la ambulancia.

Con todo, Escarza recordó otros tiempos duros en los que en la vieja N-111 se producían dos accidentes de media al día, "y muchos de ellos mortales". La construcción de la A-12 supuso un punto de inflexión que redujo los accidentes.

SE ENCOGE EL CORAZÓN Todavía en cada aviso se le encoge el corazón al pensar que puede ser algún conocido. "Nos ha tocado muchas veces. Hay accidentes que no los olvidas nunca".

Con la pandemia ha bajado el ritmo de las salidas, lo que agradece Escarza: "tenemos poca protección ante el virus". Algo que le preocupa ya que hay periodos en los que tiene que protegerse y no puede ver a sus dos nietas. También lo agradece su mujer, Gema Santos, que ha recogido buena parte de los de avisos en estos 33 años de voluntariado.