Fue su abuelo, Mariano, quien hace ya 123 años marchó a El Salvador para iniciar el negocio de un oficio que aprendió en Tudela, de donde era natural. "Tendría 20 o 30 años, era muy decidido. Yo no me habría atrevido... entonces la gente era más emprendedora que ahora", bromea Javier Elcid, que se encargó de seguir su estela. Mariano volvió después a Tafalla donde en 1898 subió la persiana de un local que consiguió entonces -y todavía hoy- conquistar los paladares más exigentes, convertido en todo un referente que ha sabido endulzar la vida de tafalleses y tafallesas, pero también de un buen puñado de gente que acudía desde localidades cercanas a por sus milhojas, pastelitos y surtidos de pastas. Los secretos y el buen hacer de la Pastelería La Gloria ha ido pasando de generación en generación, "después de mi abuelo continuaron mi padre y mi tío, y cogimos el relevo mi primo y yo. Más adelante me quedé yo al frente y Bego, mi mujer, se quedó conmigo". Tal y como reconoce Belén, una de sus hijas -ellas también han ayudado cuando han podido y su hermano se ha hecho cargo del negocio-, "la pastelería es Elcid pero nuestra madre ha puesto el alma".

Lo cierto es que para Tafalla, La Gloria es mucho más que un comercio. Siempre lo ha sido, porque siempre ha estado ahí. La familia ha anunciado que cerrarán sus puertas después de 123 años de historia y cuatro generaciones de trabajo. "Para nosotros ha sido más que una profesión, ha sido nuestra vida. A unos días del cierre todavía nos cuesta imaginar vivir alejados de los dulces y de nuestros clientes y clientas", explican, dando las gracias "a todas las personas que han trabajado con nosotros, que han hecho posible este camino que sin vosotras no hubiera sido posible. Y gracias, muchísimas gracias, a todas las personas que habéis cruzado la puerta para comprar nuestros productos, hemos intentado, siempre, dar lo mejor de nosotros".

Javier se muestra apenado pero asume lo que toca. "He intentado durante muchos meses traspasar la pastelería y no hay nadie a quien le interese. Hemos funcionado bien y hay trabajo: el negocio está vivo, hay clientela fiel. Pero eso de trabajar sábados y domingos no lo quiere nadie. La gente quiere horarios, puentes y acueductos y no estar sujeto a nada", lamenta. Todavía recuerda cuando sus padres estaban al cargo, "hasta comían en la trastienda", dice. "Era diferente el trabajo de entonces al de ahora, aunque ahora se haya adelantado mucho".

Ya jubilado, él comenzó a trabajar aquí con 14 años, en cuanto salía de la escuela. "Hacíamos chocolate, y estuve de comercial unos años. Dejamos de hacer cuando tenía 23, y me quedé ya todos los días en la pastelería, siempre rodeado de muy buena gente. Se jubiló hace poco un compañero que llevaba toda la vida también", recuerda. Han llegado a estar en el obrador hasta 4 personas, "más los de casa. Ahora estábamos dos en el obrador". En épocas de turrón, dice, "era apoteósico, una pasada. No me van a echar en falta a mí, con los clientes que tenía... venían de Pamplona y de todos los sitios", asegura.

Y es que lleva tantos años que es especialista en todo. "Tengo unas pastas muy ricas, que no veo en ningún sitio, muy buen surtido de pasteles... Hay clientes que dicen que nos van a echar de menos, la gente tiene costumbre de llevarse cajas de pastas para regalar. Todo lo que tengo es epecialidad: no sé mejorarlo, lo hago todo lo mejor que sé". En la plaza de Navarra, junto al Ayuntamiento, asegura que se encuentran en un sitio privilegiado, "con veladores y terraza, es el mejor local que hay en Tafalla -bromea-. Había otras pastelerías y todas cerraron, nadie sigue. Esta es la última con horno, de las tradicionales. Y es triste pero no quiere nadie, me da mucha pena que Tafalla se quede sin su pastelería de siempre".

Elvira Elcid, Belén Elcid, Begoña Luqui y Jesús y Javier Elcid.