Pedro Salaberri ha pintado este sábado, como en sus cuadros, una estampa de emoción, serenidad, convivencia y belleza detenida en el acto de entrega del Premio Príncipe de Viana de la Cultura, que recibió en compañía de sus seres más queridos a la sombra, como no podía ser de otra manera en un mediodía de un calor abrasador en el que los abanicos y botellines de agua fueron imprescindibles. La plaza de las Arcadas de Sangüesa -ubicación elegida con motivo del noveno centenario de su fundación como localidad-, acogió la ceremonia, esta vez ya sin mascarillas, con las sonrisas visibles.

Sonrisas contagiadas por la naturalidad y la emoción del premiado, que afloró especialmente al nombrar a su compañera de vida, Mª Carmen Pueyo, “la que está y estará siempre”. Ahí tuvo que parar su discurso, y los aplausos le animaron a seguir: “Yo quería salir de esto vivo, pero ha llegado Mari Carmen a las letras y se me ha venido la emoción encima. Se lo merece”, dijo tras la celebración del acto Pedro Salaberri (Pamplona, 1947) en el que definió como “un día particularmente feliz para mí y los míos”.

Se mostró “agradecido” por un premio que reconoce su trayectoria y su apoyo e impulso a nuevos talentos. En definitiva, su encaje e interacción en la vida cultural de Navarra, tal y como reconoció él mismo tras recibir el galardón de manos de la presidenta de Navarra, María Chivite, en un acto en el que estuvo arropado por su familia más cercana, amistades, compañeros y compañeras del mundo del arte y personalidades de la cultura navarra, y en el que Salaberri definió la pintura como su “forma de aprendizaje”, un “continuo proceso de preguntas” a las que ha intentado responder, y “una pasión” cuya llama se encendió cuando tenía 14 años.

Balda: "Nos ha conducido a encontrar lo natural en la sencillez de su obra"

El acto comenzó a las 12.00 horas, con el Himno de Navarra. Marcha para la entrada del Reyno, de Valentín Ruiz (1939), que interpretó la Coral Nora de Sangüesa. Tras esta pieza, el pintor y diseñador gráfico Javier Balda, miembro del Consejo Navarro de Cultura, glosó los méritos del galardonado, de quien destacó su “capacidad innata para el dibujo” y “su “tratamiento del paisaje en un amplio sentido”. “Salaberri “nos ha conducido a encontrar lo natural en la sencillez de su obra” y “ha redefinido la forma del agua, de la tierra, el horizonte y el cielo con una especial y arriesgada invención del color”, utilizando la pintura “para dignificar nuestra vida cotidiana”. Recalcó que ha aportado “un planteamiento renovador en la visión del paisaje”, y que nos ha transmitido “una pedagogía de la mirada, una manera de ver que nos detiene en una sensación permanente e intemporal”.

Por todo ello se le concede un reconocimiento, que según su compañera de vida Mari Carmen Pueyo, “le faltaba, porque en Navarra ha sido importante, por el cariño que le tiene y por lo que se involucra con todo”, comentó “emocionada y agradecida” tras la ceremonia de entrega. Ella es consciente de la importancia que tiene en la vida y la pintura de Salaberri: “Algunas veces voy al estudio y le digo: ese no me gusta, y ya le he fastidiado, porque entonces lo mira. Pero por lo general es acorde conmigo, vivimos las mismas cosas, y lo disfrutamos juntos”, comentó antes de ir a comer junto a su marido, hijos, otros familiares cercanos y amistades al Bar Restaurante 1920 de Sangüesa.

Conectado a una red que alienta sus "ganas de seguir viviendo"

El Príncipe de Viana de la Cultura, que el año pasado premió a la compositora Teresa Catalán y que cumple este año su 33ª edición, lo recibió el pintor navarro en un estrado presidido por María Chivite junto al Presidente del Parlamento de Navarra, Unai Hualde; la alcaldesa de Sangüesa, Lucía Echegoyen; la consejera de Cultura y Deporte, Rebeca Esnaola; Javier Balda y el propio galardonado.

En su intervención, el artista repasó los hitos vitales que le han llevado a este momento, 55 años después de iniciarse en la pintura; recordó sus años en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, “un oasis mental, un espacio de libertad” en un momento políticamente restringido durante el franquismo. Allí conoció a la que hoy es su mujer y a artistas como Mariano Royo, Pello Azketa y Luis Garrido. Tuvo una mención especial para Pedro Manterola, “cuya amistad me dejó un recuerdo imborrable”, dijo. Y valoró el enriquecimiento que le aporta salir del estudio y colaborar con otras disciplinas de la cultura, algo que le ha proporcionado “una red de amistades” que, junto a su familia, avivan sus “ganas de seguir viviendo”.

Por su parte, la presidenta de la Comunidad Foral, María Chivite, destacó del galardonado que “ha iluminado de color valles, montañas, pueblos y ríos. En su obra intuimos una Navarra esquemática, pero reconocible”. En este sentido, apuntó que la naturaleza “transita a un ritmo que no es el humano” y, por eso, “retratarla es pintar el tiempo”. Chivite hizo una firme defensa del valor de la cultura como “elemento catalizador y de acción política”, como “un bien común que nos hace mejores”. “La necesitamos como el respirar”, afirmó, “como un medio para vivir y pertenecer a nuestro presente proyectándonos al futuro”. Así, apostó por “liderar el despertar cultural” ante “la amenaza actual de la segmentación, el individualismo y la vanidad”.