El mismo día 6, instantes antes del Chupinazo, algunos pamploneses le piden al camarero que les reserve mesa para almorzar el año que viene. Otros establecimientos hosteleros no admiten reservas hasta el 1 de enero, cuando solo quedan 186 días para San Fermín. Y hay quien directamente copia y pega los nombres de los clientes de un año a otro porque siempre son los mismos. Pamplona es fiel a sus tradiciones y por eso no extraña que almorzar el 6 de julio ya sea misión imposible en la mayoría de bares.

Mesón de la Nabarreria

El bar de La Pamplonesa desde la década de los 90

Amaiur Feliú, socio del Mesón de la Nabarreria, siempre responde lo mismo cuando le preguntan si tiene hueco para almorzar el 6 de julio: “Lo siento, estamos ocupados, damos de almorzar a La Pamplonesa”. Desde hace tres décadas, 50 músicos de la banda municipal almuerzan en el Mesón de la Nabarreria a las 9.30 horas. “No esperaba que esta relación fuera a durar 30 años. Seguimos juntos porque nos mimamos mucho mutuamente”, defiende Amaiur.

Desde 1990, el Mesón reserva la parte de arriba a la banda de música. “Tienen preferencia absoluta. Primero La Pamplonesa y luego el resto”. Y las escasas mesas de la planta baja también están adjudicadas a dos cuadrillas “conocidas de la casa. Es un lujo que los amigos puedan almorzar en el mismo bar que La Pamplonesa. Da mucho caché”, asegura.

La Pamplonesa siempre almuerza el mismo menú: ensalada, dos huevos fritos, ajoarriero, jamón, bacon, lomo, pimientos rojos y tomate frito. “Vienen a comer. No tocan nada. Los pobres ya tienen demasiado hasta el 14 de julio”, comenta. Con los estómagos saciados, los camareros y los músicos se sacan una foto y el bar grita al unísono Esa, esa, esa, es la Pamplonesa. “Y de despedida les pongo el chunda chunda de las peñas para tocarles los huevos”, bromea.

Esta bonita relación se mantiene durante el resto de los Sanfermines. La Pamplonesa siempre se para a tocar en la puerta del Mesón y los dueños salen a disfrutar de la música. En 2019, La Pamplonesa cumplió 100 años y regaló al Mesón una placa conmemorativa que está colocada en la barra.

Restaurante La viña

“En la agenda copio y pego. Los clientes son los mismos”

“Siempre estamos llenos. Los clientes del almuerzo del 6 de julio siempre son los mismos. Repiten de año en año. Es muy raro que pinche alguno. Casi todos son fijos”, comenta Roberto Martínez, camarero del Restaurante La Viña, situado en la calle Jarauta.

En enero, Iñigo Martirena, dueño del establecimiento, compra una agenda nueva y hace un “copia-pega” de los clientes que almorzaron en La Viña el 6 de julio del año pasado. “Cuando les ves, les preguntas si van a venir y todos te dicen que sí. Las mismas personas y el mismo sitio. Igual se sientan hasta en la misma silla. Como buenos pamploneses, nuestros clientes mantienen la tradición. Como cuando vamos de bares, que siempre vamos a los mismos”, bromea Roberto.

A pesar de que La Viña ha colgado el cartel de completo, los pamploneses siguen probando suerte. “Todos los días tenemos un goteo de llamadas, mínimo dos o tres. Puede que suene la flauta, pero es muy difícil”, avisa Roberto. Es más, los propios clientes llaman con pocas expectativas. “Siempre dicen lo mismo. ‘Me imagino que estaréis llenos, pero querría saber si hay un hueco para almorzar…’ Ellos mismos van con el no por delante”, ahonda.

El 6 de julio, La Viña dará de almorzar a unas 80 personas en un solo turno –desde las nueve hasta las once de la mañana– y ofrecerán “lo típico, lo de siempre”: huevos fritos con chistorra, jamón, bacon, patatas fritas, tomate… “Bien de colesterol”, señala.

En este caso, el restaurante no ha fijado una fianza para evitar anulaciones de última hora porque “son clientes de toda la vida, gente de la casa, no nos van a dejar tirados. Y si no vienen a almorzar, pierden su sitio para el año que viene”.

Roberto Martínez e Iñigo Martirena, de La Viña, en la bulliciosa calle Jarauta. Iñaki Porto

El ‘nuevo’ Casa Paco

“Daremos 300 almuerzos y hemos dicho que no a 200”

El 2 de marzo, Celia de Pedro Montero (27 años) y Omar Fernández Bailos (28) cogieron las riendas del emblemático Casa Paco y el 10 de marzo ya habían colgado el cartel de completo para los almuerzos del 6 de julio. “El antiguo dueño nos dejó 60 reservas de sus clientes de toda la vida. Y en una semana entre amigos, conocidos, llamadas de gente… Se llenó. Fue una pasada. No nos imaginábamos esta respuesta, para nada. Una burrada. La gente sigue llamando y ya hemos dicho que no a más de 200 personas”, indica Celia.

El 6 de julio, Casa Paco dará de almorzar a 350 personas en dos turnos: el primero será de 9.00 a 10.20 horas y el segundo de 10.30 horas hasta el chupinazo. En cada ronda, 60 personas en el interior del restaurante y 100 en la ampliada terraza. Para evitar cancelaciones de última hora, han fijado una fianza de 10 euros. “Para que no nos dejen plantados. Así se lo piensan más”, señala.

Celia y Omar cocinarán el típico almuerzo sanferminero: dos huevos fritos con panceta, lomo, jamón, tomate, chistorra y patatas fritas caseras. “No se podrá elegir. Les pondremos de todo. Las comandas serán iguales para que no tengamos que pensar quién ha pedido huevos con lomo o con panceta. Así el servicio será más ágil”, comenta Celia. También ofrecerán ajoarriero y rabo de toro.

Para hacer frente a la avalancha sanferminera, Casa Paco duplicará el número de camareros: de los seis actuales a la docena. “Es nuestro primer día 6 y esperemos que no nos supere. Somos optimistas y lo sabremos gestionar”, desea. Y, aunque acaban de empezar, ya establecen su filosofía sanferminera: “Hasta enero no cogeremos reserva. Creo que con siete meses de antelación vamos de sobra”, bromea.

Celia de Pedro Montero y Omar Fernández Bailos, preparados para lo que venga en Casa Paco. Iban Aguinaga

La servicial

“Viene gente conocida y eso facilita mucho las cosas”

La euforia del 6 de julio también se extiende por el segundo Ensanche, como ocurre en La Servicial Vinícola, un bar con más de medio siglo de historia que regentan Hugo y Robert Lakunza. Pese al ajetreo propio del día 6, aseguran trabajar “a gusto”. “Nuestros clientes son principalmente gente de Pamplona y eso es una suerte, facilita enormemente las cosas. Es un día de mucho curro, pero por lo menos tenemos muy buen ambiente”, remarca Hugo.

Al almuerzo acuden familias y cuadrillas de clientes habituales del local de la calle Navarro Villoslada. “Todos los años suelo llamar a la gente que almuerza para ver si quieren reservar y el 80% repite. Luego, se rellena algún hueco si falla alguien, pero muy pocos”.

‘La Servi’ tiene completo su aforo de 90 personas y duplicará el personal para el día 6. “De normal estamos seis o siete y en el almuerzo seremos unos 14”. En cuanto al menú, no suele haber grandes novedades. “Lo típico son raciones de ajoarriero, manos, callos y luego muchos huevos fritos con jamón, chistorra o lomo. Eso es lo que más pide la gente”, asegura.

Aún está pendiende, pero el precio seguramente suba un poco respecto al año pasado. Eso sí, los dueños ni se plantean por el momento pedir una fianza a sus clientes. “No sé en otros sitios, pero aquí la gente por lo general cumple. Ya los conocemos y sabemos que no nos van a fallar”.

Hugo Lakunza, de La Servicial Vinícola. Iñaki Porto

Bodegas Leyre

Almuerzo para 130 personas y el 90% repiten

Bodegas Leyre, tradicional restaurante de la calle Manuel de Falla, tiene el almuerzo completo en dos turnos. “Entre el interior del local y la terraza, podemos atender ese día a 130 personas y casi el 90% repiten del año pasado. Luego, esos pocos huecos que quedaban se han llenado enseguida”, explica Alberto Urralburu.

El día 6 de julio ofrecerán el servicio los camareros habituales. “Estamos diez personas y con los de siempre vamos a poder llegar sin problema. Venimos todos a la vez por la mañana y con eso será suficiente”, asegura.

El menú será lo típico: huevos con jamón o chistorra y luego raciones como cazuelas, callos, menudo o ajorarriero. “Un poco de todo, pero más o menos eso es lo habitual”.

En el precio ha habido un pequeño incremento por la subida de los costes. “Tampoco ha sido muy grande, como mucho de uno o dos euros. No podemos inflar los precios tanto como deberíamos porque entonces nos quedaríamos sin trabajar nada. Será un almuerzo muy rico y no demasiado caro”, concluye.

Alberto Urralburu, dueño de Bodegas Leyre. Unai Beroiz