Según avanza septiembre, Leitza se convierte en la capital mundial del talo. Y es que este sencillo alimento que tantas hambres sació en tiempos difíciles volvió ayer a ser la estrella de una intensa mañana con sabores de antes y de ahora que se mantienen vivos en este pueblo. No obstante, compartió protagonismo con el producto local. Y es que el Mercado Itinerante de Mendialdea realizó ayer su parada en Leitza.

Había ganas de comer talo. Lo cierto es que los y las talogiles no pararon en toda la mañana para satisfacer la demanda de leitzarras y visitantes, con momentos de largas colas. “Por el puesto de información han pasado personas de Madrid, Catalunya, Asturias, Zaragoza o La Rioja”, apuntó Gustavo Ortiz de Barrón, gerente del Consorcio Turístico del Plazaola, organizador de esta cita junto con el Ayuntamiento de Leitza.

Ylenia Villabona, ganadora del concurso de talos, con el concejal Iñaki Zabalo. Nerea Mazkiaran

Además de txistorra, el acompañamiento de estas tortas de maíz que más se pidió ayer, había donde elegir, con tocineta, queso, chocolate, hongos o gulas entre otros ingredientes. No en vano, el talo está rico con todo.

Además de Saralegi talogileak, el puesto que puso en marcha Kristina Saralegi y que tras su fallecimiento continúa su marido, Joxe Manuel Huici, había otro de Saldias que cubre el hueco que dejaron los Villabona, que cesaron su actividad el pasado año. Si bien ya no salen a la plaza, el buen hacer de esta saga familiar quedó de manifiesto en el concurso de talos. Con nueve personas inscritas, el primer premio fue para Ylenia Villabona, que sumó ayer su quinto premio en este certamen que ya va por 14 ediciones. “No hay secretos. Lo más importante es amasar bien”, observó esta leitzarra, al tiempo que apuntó que es algo que ha visto hacer desde niña. Además de la satisfacción de ganar este premio, se llevó 50 euros en metálico y un lote de productos de la zona del Plazaola.

El jurado estaba formado por Marivi Usabiaga, Jesús Sánchez y Gustavo Ortiz de Barrón, que no lo tuvieron fácil a la hora de decidir el fallo, según contaban. Los principales criterios que tuvieron en cuenta fueron el sabor, la textura y la forma.

Asimismo, hubo un taller de elaboración de talos dirigidos a los y las txikis para que la receta de este alimento tradicional se transmita a las nuevas generaciones y no caiga en el olvido.

El Talo Eguna coincidió con la parada en Leitza del Mercado Itinerante de Mendialdea. Nerea Mazkiaran

MERCADO ITINERANTE

Por primera vez, el Talo Eguna coincidió con Mendialdeako azoka ibiltaria, un mercado de producto local elaborado de forma sostenible y responsable con una treintena de puestos distribuidos por la plaza con una variada y deliciosa gama de productos como queso, miel, embutidos, chocolate, paté, pan, cervezas o zumo de manzana junto a diferentes artesanías en madera, cerámica, metal o textil.

Era la séptima de las nueve paradas de este mercado que se puso en marcha hace cuatro años para promover, visibilizar y vender productos de temporada de los caseríos y artesanía de la zona de Mendialdea, reflejo de una cultura y de unas prácticas agroganaderas que definen un modo de vida y dibujan un territorio. El periplo comenzó en mayo en Arribe y tras pasar por Arruiz, Goizueta, Lekunberri, Latasa, Jaunsarats y Leitza, el domingo 24 llegará a Areso. La última cita será el 8 de octubre en Atetz.

En la organización participan 10 ayuntamientos: Araitz, Arano, Areso, Atetz, Basaburua, Imotz, Goizueta, Larraun, Leitza y Lekunberri, con la coordinación técnica de Cederna Garalur y del Consorcio Turístico Plazaola, con el apoyo Habelarte, la asociación de baserritarras de Mendialdea, además de centros educativos de la comarca y las dinámicas Araizko Zaporek, LeitzEKO y Bertatik Bertara.

Habitual en este mercado itinerante es Domiña, de Goizueta, una explotación ganadera familiar que puso en marcha Maite Sánchez para la cría de vacas de raza Betizu, una especie en peligro de extinción que vive en semilibertad. Después de mucho trabajo y dedicación en 2012 consiguió estabilizarla, al tiempo que se certificaba como explotación ecológica. “Trabajamos dos de mis hijos, Anxo e Indar, y yo. Tras la pandemia, y ante las dificultades que había para la comercialización de la carne, comenzamos a hacer chorizo, que ahora es nuestra principal actividad”, contaba ayer. Además, con el fin de conseguir la trazabilidad total de sus productos, quieren habilitar un obrador en su caserío. “Llevamos un año con el proyecto pero nos encontramos con muchas trabas”, lamentaba.