Hola personas, ¿Qué tal va el año?, de momento bien, pero es que acaba de empezar, dale tiempo.

El ERP de hoy quizá debía haberlo dedicado a la gran visita que tuvo lugar la tarde-noche de viernes en la que tan egregios personajes, como son los Reyes Magos de Oriente -qué gran título-, pasearon por nuestras calles e inundaron de regalos y de ilusión a chicos y grandes, pero no, no voy a hablar de eso sino de algo mucho más prosaico, voy a hablar de trenes.

Resulta que el miércoles a la mañana Víctor Manuel Egía tenía programada una conferencia acerca de El Irati en el Centro de Interpretación del Ferrocarril que la Asociación Navarra de Amigos del Ferrocarril tiene abierto en Trinitarios. Para personarme en tan interesante lugar, fui paseando-disfrutando por entrecalles de lo viejo hasta que llegué al funicular de la calle Descalzos que tomé para bajar a la Rotxa. Una vez allí bajé a la orilla del río y por su camino llegué al viejo puente del Plazaola, que también lo fue del Irati, y tras cruzarlo me planté en el nuevo y flamante parque de Trinitarios, vi el lugar objeto de mi paseo y accedí. El sitio es una gozada, en pocos metros reúne y resume todo el mundo ferroviario. Encontré una pequeña estación con su típico reloj, con su letrero de Pamplona-Iruña, sus bancos para esperar la llegada del tren que nos va a llevar al viaje soñado, su jefe de estación con su gorra azul y roja, su banderín en la mano para dar la salida al correo de Irún o al Talgo de Madrid y la campana que anuncia las partidas al grito de: Viajeros al treeen.

En Trinitarios hay de todo, los trenes hacen un pequeño recorrido en el que no faltan túneles y puentes, en la estación hay una sala de máquinas, un cambiador de vías circular, una torre de agua para las máquinas de vapor y un sin fin de cachivaches relacionados con ese importante medio de transporte.

La conferencia que allí me llevó tuvo lugar en una sala que hay en la estación y que, lógicamente, está decorada con fotos y artilugios del ramo.

Veamos que nos contó el experto en el asunto. En algún otro ERP he hablado de Domingo Elizondo y su afán emprendedor que dinamizó Navarra en la primera mitad del siglo XX, fue ciertamente un hombre de los que hay pocos. Natural de Aribe, con 18 años emigró a Argentina para “hacer las américas” y vaya si las hizo, regresó con 44 años y una considerable fortuna que invirtió en dar progreso a la zona de donde era natural. Se dedicó fundamentalmente a la madera y a la electricidad, explotando los recursos de la selva del Irati y del río Irati en el que creó varios saltos eléctricos. La joya de la corona la levantó en Ecay, junto a Aoiz, a donde llegaba la madera por vía fluvial y en donde la trataban para extraerle todo lo que se le podía extraer. La principal función era la de aserradero, pero una vez convertidos los árboles en tablas, quedaba mucho sobrante que era tratado convenientemente y de él se obtenía carbón, alquitrán, metanol, acetona, resinas y un sinfín de productos químicos nacidos de la madera. Incluso creó unas industrias auxiliares dedicadas a la fabricación de muebles. Hoy en día aquello está abandonado y en ruinas, pero hay suficientes edificios en pie como para pasear por entre ellos, dejar volar la imaginación y ver lo que allí hubo. Para mí es la capilla Sixtina de la arqueología industrial navarra.

El río le facilitaba el transporte hasta Ecay, pero de ahí en adelante había que transportar lo manufacturado de alguna manera. Se le ocurrió poner en marcha un tren y, como tenía electricidad propia para poder moverlo, lógicamente, construyó un tren eléctrico. Lo que en un principio iba a ser exclusivamente una herramienta para transportar mercancías de Ecay a la Estación del Norte de Pamplona, acabó siendo un necesitado y ansiado medio de transporte de pasajeros que, de alguna manera, cambió la vida de la zona Este de Navarra, ya que de Aoiz se extendió a hasta Lumbier por el valle de Lónguida y de allí salvando una orografía más bien adversa, que obligó a abrir dos túneles de 166 y 206 metros, llegó a Sangüesa.

Las obras comenzaron en 1908 y fue el 22 de abril de 1911 cuando el nuevo y flamante tren eléctrico realiza su primer viaje uniendo Pamplona con Sangüesa, para lo que invertía, en teoría, 2 horas 8 minutos. Partía de su estación en el actual Paseo del Dr. Arazuri, en donde el Ayuntamiento les había cedido el viejo barracón de arbitrios y laboratorio municipal y todo el terreno necesario para instalar el muelle de carga, y realizaba su primera parada en el paseo de Sarasate, más o menos en donde estaba la heladería de los Italianos, para recoger a los pasajeros y de ahí comenzar su renqueante recorrido, por algo le apodaban el Escachamatas. En primer lugar, unía la capital con sus localidades vecinas Burlada, Villava y Huarte, a continuación, recorría los valles de Egüés, Lónguida y Urraul bajo antes de llegar a Lumbier. Además de los túneles antes mencionados hubieron de construirse varios puentes de cemento, como los de Urroz, Rípodas y Billabeta y metálicos como los de Artajo y Lumbier. El costo de las obras fue de cuatro millones y medio de pesetas (27.000 €) de los cuales la Diputación aportó 713.000 pesetas (4.278 €) comprometiéndose la empresa a devolverlo a los 15 años de explotación, es decir en 1927. Llegado el día de devolverlo la empresa solicitó una condonación de la deuda y le fue concedida, lo que motivó la protesta de los sindicatos. Dicha protesta fue desoída por las autoridades y la deuda fue olvidada. El ayuntamiento de Sangüesa solicitó que, al menos, ya que les perdonaban la deuda, se colocasen retretes en los furgones de pasajeros,” … para evitar esos malos ratos y espectáculos vergonzantes…”

El Irati tenía un ancho de vía de un metro y su interior medía poco más, 1,50 más o menos, lo que quieres decir que un viaje en tan curioso medio era de todo menos cómodo, también era arriesgado, se dieron varios descarrilamientos y en uno de ellos, en la curva de Martiket en la entrada a Huarte, falleció una pasajera, en otros fallecieron algunos trabajadores. De cualquier manera, era muy utilizado sobre todo por la población rural.

Con el tiempo le nació la competencia en forma de autobuses para los pasajeros y de camiones para las mercancías y su negocio entró en declive hasta que el 31 de diciembre de 1955 realizó su último viaje.

Me dejo mucho en el tintero. Víctor Egía tiene editado un interesante libro titulado El Irati S.A. El sueño de Domingo Elizondo que podéis encontrar en librerías y que os dará todo lujo de detalles sobre el mítico tren navarro.

Hasta la próxima estación.

Besos pa tos.

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