En el centro de la Zona Media, rodeado de campos y silencio, se alza Beire, un pequeño pueblo que hoy pelea una batalla crucial por su futuro: la supervivencia de su escuela rural.
En el curso actual el centro cuenta con siete alumnos. Pero tres de ellos terminarán este año su etapa de primaria, lo que dejará a la escuela con solo cuatro estudiantes el próximo curso, el mínimo legal para que no se vea obligada a cerrar sus puertas. “Estamos en el límite”, reconoce Pilar Sánchez, alcaldesa de Beire.
Lo dice con la serenidad de quien ya ha pasado por muchas reuniones, llamadas, puertas tocadas y respuestas a medio dar. Pero también con la determinación de alguien que no se va a quedar de brazos cruzados.
“Solo el pueblo salva al pueblo. Si nosotros no nos movemos, nadie lo va a hacer por nosotros”, dice con rotundidad. “Sabíamos que llegábamos tarde. Estas cosas hay que preverlas con cinco años de margen, como mínimo, y si son diez, mejor”, explica.
La situación se hizo evidente en 2024, cuando desde la comunidad educativa se alertó al Ayuntamiento de la necesidad de actuar. La falta de niños no era una amenaza futura, era una realidad a la vuelta de la esquina.
Así, desde el consistorio decidieron tomar cartas en el asunto y lanzaron un llamamiento directo: familias con hijos interesadas en trasladarse a Beire serían bienvenidas, con facilidades para encontrar vivienda, apoyo para la búsqueda de empleo y asesoramiento jurídico. El objetivo estaba claro: evitar el cierre de la escuela, uno de los pilares que mantienen con vida a los pueblos pequeños.
La respuesta fue inesperadamente amplia. Hasta 11 familias contactaron interesadas en la propuesta. “La mayoría eran familias migrantes”, cuenta Sánchez. También llamó una pareja de Tafalla, otra de Alicante y una más de un pueblo de León. Algunas de ellas incluso se planteaban emprender negocios en la localidad. Pero pronto llegó el primer obstáculo.
no hay vivienda En Beire hay 15 casas vacías, muchas de ellas heredadas, otras sin uso más allá de los fines de semana o el verano. Pese a ello, no siempre es fácil convencer a los propietarios para alquilarlas o venderlas. “Nos encontramos con piedricas en el camino. Los dueños no quieren alquilarlas en general, y aunque hay casos extremos, como un vecino que nos dio las llaves de dos casas para que hiciéramos lo que quisiéramos, tampoco podemos usar dinero público para rehabilitarlas o adecuarlas para nuevas familias”, señala la alcaldesa.
El Ayuntamiento ha asumido un papel de mediador, poniendo en contacto a las familias interesadas con los propietarios y ofreciendo acompañamiento en todo el proceso legal. “Estamos en esa fase. A ver cuántas familias terminan quedándose”, comenta. De momento, hay al menos tres con una voluntad clara de establecerse. “Han venido, han visto el pueblo, hemos hablado... Y tengo la esperanza de que con esas tres podamos empezar. Estaríamos hablando de seis niños más en la escuela. Eso nos daría un margen importante”, afirma.
Pero más allá de los números, lo que está en juego es el alma del pueblo. “Si queremos que Beire siga viviendo, nos tenemos que sacar las castañas del fuego nosotros mismos”, reflexiona Pilar Sánchez. Y en eso están. Porque aquí, como en tantos otros rincones rurales de España, la lucha contra la despoblación no es una teoría ni una estrategia escrita en un despacho. Es una urgencia diaria. Es decidir si el pueblo tendrá futuro o no.
La esencia
Beire es un pueblo pequeño, con menos de 300 habitantes, pero con servicios que ya quisieran otras localidades de su tamaño. Tienen farmacia, consulta médica tres días a la semana, enfermera todos los días, una tienda supermercado, un bar y un casino que se convierte en punto de encuentro. “Solo nos falta la piscina”, dice Sánchez. Aunque, incluso para eso, tienen solución: un convenio con la localidad vecina de Pitillas permite a los vecinos de Beire usar sus instalaciones con una subvención.
Esa mezcla de tranquilidad y servicios básicos es uno de los atractivos del municipio. Está cerca de Olite, Tafalla y no muy lejos de Pamplona. Un lugar accesible, pero alejado del bullicio. “La gente quiere ambiente, pero también tranquilidad. Que se sigan escuchando los pajaricos”, resume la alcaldesa, reflejando ese equilibrio que muchos buscan cuando piensan en mudarse a un entorno rural. Además del llamamiento a familias, el Ayuntamiento se ha implicado en dos proyectos que buscan dar una respuesta más estructurada y duradera al problema: Pueblos VIVID Herriak, impulsado por la Fundación Emplea, y RuralNAV. Ambos iniciarán sus fases piloto en junio.
Concentración de escuelas
El próximo 9 de junio, Beire acogerá una concentración de escuelas rurales. Un acto de apoyo y visibilidad en el que participarán alrededor de 500 niños y niñas de 12 centros educativos de la zona. También han sido invitados los ayuntamientos de localidades vecinas y los directores de los colegios, con el objetivo de debatir y compartir experiencias en una mesa redonda. Será una jornada festiva, pero también de reivindicación: una forma de gritar que los pueblos pequeños siguen aquí, que no se rinden y que merecen futuro.
Pilar Sánchez lo tiene claro: “El pueblo salva al pueblo. Desde Pamplona me dan la razón. Nos ayudan con algo de dinero, sí, pero al final somos nosotros los que nos tenemos que mover”. Y Beire se ha movido. Ha levantado la voz. Ha buscado soluciones. Ha llamado a puertas. Ha escuchado y acompañado. Ahora queda por ver si ese esfuerzo colectivo dará sus frutos a tiempo.