María Torres es una joven pastora de Elbete que desde hace varios años vive, junto a su marido Juan Ángel, en el barrio de Berro, en Elizondo. Hace 7 meses nació Xabi, su hijo, con lo que la familia creció. De todas formas, la familia de María es mucho más amplia, pues convive con más de 300 ovejas de cara negra que, “por supuesto, son de la familia”, constata.

Aunque desde pequeña ha estado rodeada de vacas, ovejas o caballos, fue hace 5 años cuando empezó a dedicarse al pastoreo de forma profesional. “En casa, mis padres siempre han trabajado con ganado, y yo también les ayudaba, porque además desde muy pequeña me han gustado los animales”, de todas formas, yo estudié un grado de Formación Profesional, un grado Administrativo, y tras finalizar los estudios he estado trabajando como administrativa, además de otros trabajos”.

Paralelamente, ayudaba a sus padres, y los últimos años, también a su marido, que también tenía ovejas, aunque tenía su trabajo aparte. María le ayudaba durante el día, y él, tras pasarse todo el día fuera, trabajando, al llegar a casa terminaba los trabajos del ganado. “Era duro, al fin y al cabo, los dos teníamos nuestro trabajo y además el ganado, y aunque nos gustaba y lo hacíamos con ilusión, llegó un momento en el que decidimos apostar por las ovejas”, señala.

Hace cinco años su situación cambió. Su marido tuvo una enfermedad que le impedía seguir en su trabajo, por lo que se plantearon la posibilidad de dejar a un lado el ganado que tenían en casa, o apostar realmente por ello. Decidieron tomar el segundo camino, y María se puso a ello. Reconoce que no fue una decisión fácil, “era necesario hacer una gran inversión económica para poder trabajar bien, y daba un poco de vértigo, pero tras hablar con varias personas que se dedican profesionalmente a las ovejas, vimos que se podía vivir de esto, que se podía sacar la familia adelante”. Se sacó el título de joven ganadera, logró subvenciones para instalarse como pastora y empezaron a crear su rebaño. Fue una gran inversión, y los comienzos no fueron fáciles, pero cinco años más tarde, María no se arrepiente: “Para nada”.

Trabajo duro

La ganadería supone mucho trabajo, eso no se le escapa a nadie, no hay días de descanso, pero María se siente feliz junto a su rebaño. “Es verdad que tienes que trabajar todos los días, tienes que estar pendiente de las ovejas, de los corderos, ordeñarlas, pero si te gusta, que es mi caso, no tienes la sensación de que estás siempre trabajando”. Al estar en contacto constante con la naturaleza, con las ovejas, María se siente cómoda, libre. “El pastor nace, no se hace -comenta-. Mi padre siempre lo ha dicho y es verdad, tiene que gustarte, porque es un trabajo que no puedes dejar de lado ningún día”.

De todas formas, María habla de vacaciones, “solemos tener vacaciones entre octubre y noviembre”. No son vacaciones completas, pero nuestro trabajo es mucho más ligero. Se explica: “Nosotros manejamos los tiempos, en octubre, noviembre paren las ovejas, y el segundo lote entre marzo y abril”, a finales de noviembre o principios de diciembre quitan los carneros, hasta mayo o junio, por lo que saben que durante varios meses no tendrán más corderos, “hay que darles descanso a las ovejas, no es posible tenerlas todo el año pariendo”, recalca. Hasta agosto ordeñan las ovejas y luego las llevan al monte, entonces comienzan sus vacaciones, aunque siempre tienen que estar pendientes de ellas, subir al monte, cuidarlas, y también realizar otros trabajos en casa. Estas últimas semanas son las más intensas del año, pues las ovejas están pariendo, y hay que ayudarlas y cuidarlas más que nunca, “hay que estar muy pendiente, a cualquier hora, porque tienes que ayudar a parir”. Venden la leche a un productor de quesos y también los corderos. La pandemia también ha influido en la venta de quesos y corderos, pero siguen adelante.

María y su marido se compenetran bien, “los dos trabajamos juntos, y nos arreglamos bien, tenemos las tareas bien diferenciadas”. Ahora, con el pequeño Xabi, tienen que compaginar también el cuidado y el trabajo de casa, tarea que a veces es complicado, “a veces cuando tengo que ordeñar las ovejas y no tengo con quién dejarlo, me lo pongo en la mochila y ordeño las ovejas junto a él”. Desde pequeño está muy familiarizado con las ovejas, y seguro que en pocos años también ayudará. A María le gustaría que siguiera con el negocio. A pesar de instalarse como ganadera María sigue trabajando unas horas como administrativa fuera de casa, “me viene bien, la verdad es que son trabajos completamente diferentes, estoy muy a gusto y me sirve para desconectar de casa”. Sus estudios le han venido muy bien para la explotación ganadera, “cada vez hay más cuestiones administrativas, más gestiones que realizar y mis estudios y experiencia son muy útiles para el negocio de casa”.