pamplona - “Eran insultos todos los días. Me empujaban, me robaban cosas, me daban patadas. Una compañera de clase con la que además coincidía en la plaza -Barañáin es un pueblo pequeño-, no sé por qué, puso el foco en mí. Me perseguía hasta casa y me arañaba los brazos. Me acorralaba. Ella lo extendió a la clase, la clase al curso, y de ahí pasó a hermanos mayores de mis compañeros. Me ponían motes, difundían el rumor de que estaba enferma y nadie se quería acercar a mí? Si me sentaba en un sitio de repente todo el mundo a mi alrededor desaparecía. No me dirigían la palabra. Venían a llamarme al timbre de casa, no había manera de que me dejaran en paz. Me perseguían, me insultaban y me gritaban desde lejos incluso delante de mi madre...”.

El término bullying sólo tiene una definición pero quienes lo han sufrido en primera persona son capaces de concebirlo de muchas maneras. Y aunque parece una palabra moderna -que por desgracia está de actualidad-, el acoso escolar no es nada nuevo en los colegios. La vecina de Barañáin Laura Echegaray ha tenido la valentía de relatar, en un libro autobiográfico -Bailar bajo la tormenta (Ediciones Eunate)-, una realidad que le ha acompañado prácticamente durante toda su vida educativa y que, no sin esfuerzo, ha sabido afrontar y plasmar en el papel con el objetivo de ayudar a quienes han sufrido como ella.

A sus 19 años, que precisamente cumple hoy, confiesa que ha logrado hacer realidad un sueño: siempre había querido publicar un libro antes de pasar la mayoría de edad. Ayer lo presentó en Elkar, un proyecto que nace de ella y con el que, casi a modo de terapia, viene a demostrar que el acoso escolar “también se supera”.

Aunque siempre le ha gustado la escritura -ganó su primer certamen literario con 10 años-, comenzó a escribir el libro a los doce y por sugerencia de su madre. Las experiencias difíciles que le ha brindado la vida han hecho que lo fuera retomando a diferentes edades, como un diario en el que va relatando en primera persona todo lo que ha vivido desde que en su colegio y por culpa de otra alumna le hicieran la vida imposible.

“En clase me sentía muy apartada, me hacían el vacío. Si coincidía con ellos no podía ir a una extraescolar, me hacían la vida imposible las 24 horas... Entonces empecé a no querer ir al colegio, no dormía, me despertaba a veces llorando, con dolores de tripa o de cabeza”, relata. Se lo contó a su madre desde el principio. “Ella acudía siempre al colegio a hablar con los profesores. Es mi amiga, mi hermana, mi madre y mi todo, sólo hemos estado ella y yo, mi primo es como mi padre y también me ha ayudado. Con ellos era muy sincera y hablarlo ayuda pero los profesores miraban para otro lado o trataban a mi madre de histérica, aunque todo el mundo fuera consciente de lo que estaba pasando”, afirma.

En agosto de 2008 y tras informarse fuera de ese centro escolar le dijeron que lo que sufría su hija tenía un nombre, que era algo real y se llamaba bullying. “Y que existiera un término hacía suponer que era algo que vivía más gente. No es un tema del que se hable mucho, quizás porque el que lo sufre lo hace en silencio, porque se siente un bicho raro, por vergüenza? Hay colegios que miran para otro lado”.

la clave, Contarlo Se cambió de centro y aunque el acoso continuó, en diferente grado, asegura que en sexto de Primaria tocó fondo. Tuvo que recibir ayuda psicológica pero en esta ocasión los profesores sí le ayudaron. “Fue la primera vez que una tutora dijo que me ayudaría, es muy importante hablar del tema porque lo sufren muchas personas y hay secuelas: el acoso no acaba cuando termina el colegio. Se desarrolla mucha inseguridad, muy baja autoestima. Cuando lo vives parece que estás solo, te hacen creer que te mereces eso”. Por eso se decidió a publicar el libro, “para hacer entender a los que lo sufren que no están solos, es un mensaje de esperanza”.

Ahora vive, confiesa, uno de los mejores momentos de su vida. “Tengo amistades, me siento incluida y cada vez soy más yo misma, tengo más seguridad. Es un tema del que se debería concienciar y la educación es la clave pero tienen que ponerse de acuerdo muchas partes: los padres y madres, la comunidad educativa... La situación ha cambiado pero queda mucho por hacer”, reconoce. Con el libro ha removido el pasado pero se siente fuerte, “quien se sienta identificado puede acudir a mí si quiere, si alguien lo está pasando mal y necesita hablar, puede contactar conmigo”, propone. A ella le ha servido para poner punto y final, acabar con ese paso de su vida. “Soy muy sincera en él y me ha ayudado a expresar todo lo que me había guardado”.

A quienes le acosaron, explica, solo les diría que “no tienen derecho a machacar a nadie. Me han hecho más fuerte pero me han arrebatado muchísimo, y ahora voy a ser yo la que sea valiente y dé la cara. Lo que hacen ellos es de cobardes”. A las víctimas, les aconseja que sean fuertes. “Es una temporada muy mala pero en eso consiste la vida, hay que aprender a quererse uno mismo, da igual lo que te digan. Aferrarse a lo bueno, a la familia, a las amistades, a lo que a uno le guste hacer, y hay que buscar tu sitio. Cuando sufres bullying te pisotean, te empiezan a meter en una burbuja pequeña. Tienen que expandir esa burbuja y buscar su lugar porque, sobre todo, es algo que se supera”.