Cumpleaños, comuniones, despedidas civiles. Catas, muestras de productos o reuniones familiares, almuerzos, comidas... Resulta complicado renunciar a las celebraciones y paralizar, de raíz, todo tipo de ocio. Aunque es lo que toca. Es lo que viene tocando desde hace ya casi un año en un impass que, en lo económico, está bajando la persiana de un buen puñado de negocios mientras otros tantos se mantienen al límite. En Pamplona y su Comarca conviven al menos 16 locales multifuncionales que, desde que comenzaron a surgir como un nuevo sector emergente allá por 2015, vivían su mejor momento hasta que llegó la pandemia, y con ella la crisis.

Sólo en Ansoáin hay cuatro (Salsereta, Puxika, Ananau y Tu encuentro); Tu Komodin en Ripagaina, la sala Pasatiempos en Iturrama, Open Space en Gorráiz, y Es Cool en Mendillorri. Hasta hace poco estaba también la sala Lunera, en el Casco Viejo de Iruña, que no ha podido retomar su actividad. "No hay derecho. Es una desgracia tener que cerrar tu negocio no porque te vaya mal, si no porque te han obligado. Porque nadie te ha escuchado y sin percibir ningún tipo de ayuda", lamentan los propietarios de estas ocho salas multiusos, que se han constituido como plataforma para demandar, unidos, que les dejen volver a abrir sus puertas "con burbujas escolares y familiares". Paulatinamente, con aforos, cumpliendo con la normativa sanitaria y las pertinentes medidas de seguridad.

Tal y como explican Lorena Zoco (Salsereta), Satur Martín y Mertxe Lusarreta (Puxika), Indira Hermoza y Miguel San Martín (Ananau), Itziar Martínez (Pasatiempos) y Mireya Erroba (Tu Komodin), sus locales no pertenecen a la hostelería ni son sociedades gastronómicas. "Nuestra actividad se ha quedado en una especie de limbo y no se ha regulado ni hemos recibido ningún tipo de subvención por los efectos de la pandemia. Pero pagamos el IAE, autónomos, y los impuestos explican. De hecho, llevamos un año cerrados y nos siguen cobrando casi cien euros al mes en concepto de basuras. Es un escándalo", se quejan. Todos ellos disponen de ventilación "natural y forzada", con espacios que, además, han adaptado al covid. En los baños han cambiado las toallas por máquinas de papel; han dispuesto geles a la entrada y es obligatorio para quienes utilicen sus locales firmar un contrato tanto para cumplir con las responsabilidades en la sala como con las que atañen a la salud. "Incluso contratamos a una empresa de riesgos laborales, sobre seguridad, para realizar un curso preventivo frente al covid".

Prácticamente todas las instalaciones con aforos según metros cuadrados que oscilan entre las 30 personas (Ananau), 60 (Puxika) y 80 (Salsereta) cuentan con un office, a modo de cocina, y un espacio infantil, una especie de txikipark con piscinas de bolas y colchonetas que siempre es lo más demandado porque aseguran que el grueso de su negocio pasa por el ocio de los más pequeños. "Vienen cuadrillas de padres con sus hijos e hijas, y ambos se lo pasan bien. Hacen una comida y los críos pueden estar jugando, es una oferta de ocio en la que pueden disfrutar todos", valoran.

De hecho, confiesan, "hay bastante demanda. Es un sitio cómodo y económico: si vienen 40 personas cifras de antes, ahora impensables les sale a un euro la hora, no llega. Es una actividad de ocio, nadie te molesta, los niños tienen su sala infantil. Una buena alternativa para el invierno, cuando hace mal tiempo porque tanto los niños como sus padres se lo pasan bien".

Sin poder consumir

Cerraron la primera vez en marzo, como todos, cuando llegó la pandemia. En junio volvieron a abrir con las mismas restricciones que en la hostelería: aforo del 30% que se fue incrementando paulatinamente hasta finales de octubre, cuando se volvió a blindar todo. "Desde el pasado 17 de diciembre, con la nueva Orden foral, se supone que nos dejan estar abiertos pero está prohibido comer y beber en la sala. Y eso, para nosotros, es como seguir cerrados", lamentan.

Les tocó cancelar reservas y perder "mucho dinero, fuimos los últimos en volver a abrir". Pero la gente, cuentan, les sigue llamando para reservar y les pide que les avisen cuando retomen su actividad. "Nos preguntan si pueden venir, hay familias que no quieren juntarse en casa de ninguno y prefieren hacerlo aquí. Seis personas, no más. Y convivientes: hay ganas de juntarse pero también con responsabilidad, respetando la normativa", aclara Mireya Erroba.

Han tenido que reciclarse y aplicarse para saber en cada momento qué les permite la norma. "Es un estado de nervios constante, no sabes lo que va a salir ni puedes programar ni hacer ningún plan. Estamos esperando a que nos digan qué alternativas existen, en qué condiciones abrir, pero no dicen nada", denuncia Lorena Zoco, que asegura que "en un mes bueno" ha llegado a tener "hasta 50 reservas". También Satur Martín afirma que en Puxika "la mayoría de los viernes, sábados y domingos antes del covid estaban reservados".

Tal y como indican Miguel San Martín e Itziar Martínez, "entendemos la situación sanitaria que existe, y la respetamos. Pero no entendemos que se nos obligue a cerrar y se nos cierren también las puertas de las ayudas, ni a través del Ayuntamiento ni a través del Gobierno Foral". Reclaman poder abrir para que los más pequeños puedan seguir teniendo su ocio, al que no deberían renunciar. "Si los niños están 8 horas juntos en clase, esa misma burbuja escolar, con adultos que los supervisen y siempre cumpliendo todas las medidas de seguridad, es la que puede venir aquí. Todos somos muy conscientes de lo que hay que hacer, llevamos un año con esto. Cuando abrimos con aforo funcionamos muy bien, reivindicamos poder volver a hacerlo. No ha habido contagios en salas legales y, en cualquier caso, para establecer los rastreos es mucho más sencillo que en cualquier otro sitio".

Critican que se mantengan abiertas las superficies comerciales con salas recreativas "en las que se están celebrando cumpleaños" y lamentan que existan "muchas incongruencias". La presidenta Chivite, asume Zoco, "ha dicho hace poco que todas las restricciones vendrán acompañadas de ayudas económicas, y que no en todas las Comunidades Autónomas pueden decir eso. A nosotros se supone que ahora no nos obligan a cerrar, pero las restricciones que existen no nos permiten trabajar. Somos pequeños pero somos contribuyentes igualmente. ¿Dónde están esas ayudas?", reclama.