Idoia Gastón es una periodista de Legaria, en Tierra Estella, que trabajaba en una agencia independiente en Madrid cuando un viaje a Asia interrumpió su actividad. Estuvo siete meses y al volver “sentí que necesitaba seguir viajando”. Esto hizo que se pusiera en contacto con la ONG DAPP (Development Aid from People to People) con la que finalmente llegó a Zambia. Un país agrícola africano sin salida al mar que cuenta con 10 millones de habitantes y también con 75 tribus diferentes con sus respectivos dialectos. Su estancia se centró en la comunidad de Nkabika, una población del sur del país con mayoría de la etnia de los tongas, cuya cultura admite la poligamia y, aunque las nuevas generaciones casi no la practican, algunos hombres pueden llegar a tener hasta diez esposas. “Aterricé en Zambia gracias a la ONG DAPP, donde solo pensaba trabajar allí durante seis meses. Al principio fue difícil porque yo no hablaba tonga y era complicado comunicarme con algunos locales que no hablaban inglés”. Allí se enfrentaban a la problemática de comunidades donde la pobreza y el Sida campa a sus anchas y hace que buena parte de los niños sean huérfanos. Fue en una visita al centro del distrito de Nkabika cuando Idoia conoció al secretario de la comunidad y su familia. “Nos contó la problemática del lugar y me di cuenta de que sus hijos estaban por allí jugando sin ir al colegio”.

Para muchas familias es casi imposible pagar las tasas de escolarización y no disponen de dinero para enviar a los niños a la escuela. Además, estas pueden estar a varios kilómetros de las aldeas. Al principio se ofreció a dar clases a los hijos del secretario, pero este le comentó que el problema era general en esa comunidad: niños y niñas sin estar escolarizados por las dificultades de hacer frente a los pagos. Fue entonces cuando Gastón y sus compañeros hablaron con otras familias y se pusieron manos a la obra. “Hablé con la ONG y nos pusimos a trabajar”. Contactaron con el jefe de la comunidad y este les ofreció un local donde pudieron empezar las clases: el viejo mercado que estaba casi abandonado y donde dos mujeres vendían algunas verduras y frutas. “Aquello era un espacio vacío sin mesas ni sillas, pero nos instalamos allí”. Gastón y dos voluntarios locales se repartieron a los niños en tres grupos: por un lado, los más pequeños, por otro, los que ya sabían inglés, y, finalmente, los mayores de ocho a once años. “Hay que pensar que muchos de estos niños no tenían familia o eran huérfanos ya que sus padres había muerto de Sida y vivían con sus abuelos o en muchos caso con lo que se llama sus guardianes (suelen ser muchas veces los tíos los que se hacen cargo), así que inicialmente yo me encargué de comprar los libros”. La responsable de asuntos sociales de la empresa azucarera Zambia Sugar se interesó por el proyecto y les visitaba una vez por semana para ver cómo iban las clases. Una escuela que comenzó con 30 niños y que hoy ya cuenta con 70.

Los seis meses se pasaron pronto y volvió a casa. “Cuando volví no hacía más que darle vueltas a cómo podía conseguir que esa escuela siguiera adelante”. El proyecto había permitido que 70 chavales estudiaran en su comunidad en un país donde la enseñanza privada está al alcance de unos pocos y el centro público más cercano estaba a varias horas de distancia. Al llegar a Navarra, Félix Etxeberria, vecino suyo de Legaria y profesor retirado, le puso en contacto con el sindicato de educación Steilas, que por entonces estaban buscando proyectos educativos en países en desarrollo. “El proyecto les interesó y nos dieron una ayuda para la escuela de Nkabika. Con esta ayuda ya han terminado de construir las paredes, han hecho ventanas y puertas y el edificio parece otro”. En este sentido, Idoia ha creado una página en Teaming.net en la que se puede donar un euro al mes para la escuela de Nkabika, en el país africano.

Idoia recuerda desde Pamplona su labor y la explica al comprobar también el esfuerzo de los más jóvenes por salir adelante. ”La imagen que se tiene de la vida en Europa está idealizada y distorsionada, de ahí que la gente quiera venir a toda costa para alcanzar su sueño”. Hablamos de una zona agrícola donde el cultivo de la caña de azúcar es el trabajo más importante. “Los cortadores trabajan temporadas de ocho o nueve meses y cortan la caña de azúcar manualmente”. Además, está alejada de zonas turística como las cataratas Victoria, cercanas a la frontera con Botwsuana, o el norte, donde proliferan las minas de cobre. En esta zona predomina la ganadería y la agricultura y el gran objetivo de los nativos es formar parte de la gran multinacional del azúcar Zambia Sugar.

Entre tanto, la escuela de Nkabika sigue su curso y los 70 alumnos ya pueden aprender al abrigo de la escuela que Idoia y sus colaboradores hicieron posible en el viejo mercado. “Por favor, no te olvides de mencionar el apoyo que me dieron mi compañero en la aventura Told, Mr. Shabalu, una de las mejores personas que he conocido, Jane y Kauseni, mis jefes de DAPP. Y aquí Félix Etxeberria y Rafa del sindicato Steilas”, recordó. Por supuesto, la periodista no se olvida de los niños y niñas de Nkabika que estudian y juegan mientras aguardan a que poco a poco les vayan forrando su escuela.

“La imagen que los africanos tienen de la vida en Europa está idealizada ”

Periodista