Si Tudela tenías ganas de fiestas, también de ver a Santa Ana. Así se demostró ayer durante la procesión en el día grande de las fiestas de la capital ribera. Miles de tudelanos acompañaron a la imagen por las calles del Casco Viejo de la ciudad y otros tantos esperaron en las mismas a que pasara el cortejo. Los móviles estuvieron tan presentes como la albahaca, las velas o el blanco y el rojo y en ocasiones parecía que la comitiva desfilaba entre un pasillo de pantallas que grababan el paso de la patrona más que observar y disfrutar de la talla, del momento o de la escena.

Pero si algo se esperaba ayer con tensión era el paso de la comitiva de autoridades por determinados puntos del Casco Antiguo. Pese a los pitos, ese examen que, desde tiempos de Luis Casado, parece hacerse a cada alcalde a su paso por Carnicerías fue solventado por Alejandro Toquero, que, flanqueado por el delegado de gobierno y el presidente del Parlamento, como dirían los taurinos, recibió más palmas que sonido de viento. Aunque también lo hubo y se hizo notar. Por si acaso, Toquero buscaba cualquier excusa para saludar a diestro y siniestro. En la curva de Carnicerías varios agentes de Policía Foral se colocaron entre el público y Toquero iba flanqueado por más de una decena de agentes de la Policía Local. En mitad de la tensión incluso se pudo oír un “¡viva la banda!”. El arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez, también escuchó algún comentario sobre los recientes enfrentamientos en otras procesiones, “Qué, obispo: ¿aquí nos portamos mejor que en Pamplona?”.

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Tras dos años sin que la procesión de Santa Ana pudiera celebrarse como se había realizado durante tantos años, se demostró que había ganas también de la normalidad de las tradiciones. La catedral se volvió a quedar pequeña para albergar a todos los que querían ver la salida de las dos imágenes, la de San Joaquín y la de Santa Ana. A la primera parece que poca gente le presta atención, pero ése no fue el caso de Luis Ángel Ruiz y de su hijo el pequeño Javier Ángel, que por primera vez salían portando la imagen del marido de la patrona. Su ilusión y la novedad de participar en el evento se veían en su rostro y en sus ojos que descubrían un montón de aspectos antes inéditos. Junto a ellos realizó buena parte del recorrido su mujer y madre, dando apoyo emocional también al niño.

El olor a albahaca inundó de nuevo Tudela como no sucedía desde hacía 3 años, y los balcones se llenaron de jotas, especialmente en Mercadal, donde a cada paso surgía una emotiva canción destinada a la santa.

Los gritos de “¡Viva Santa Ana!” o “¡Guapa!” se oían más si cabe ya que durante buena parte del recorrido, se pareció vivir una especie de carrera hacia la catedral y la imagen deambulaba por las calles sin que la música le acompañara, como si fuera una Procesión exprés. La ausencia de los Auroros (disueltos como agrupación) se hizo más que evidente en lugares como San Nicolás (donde no faltaban sus canciones) o en la entrada a Mercadal ya que el silencio se apoderó del acto para asombro de los asistentes. Finalmente todo discurrió sin problemas, y solo hubo que lamentar la caída de un concejal por un resbalón en mitad del recorrido.