Tafalleses y tafallesas, vestidos ya de blanco y rojo, adelantaban la llegada de las tan ansiadas fiestas de la Asunción. Sin embargo, la Plaza Francisco de Navarra, todavía algo vacía a las 11.30 horas, engañaba un poco. La explicación era simple: la gente todavía almorzaba en los bares de alrededor, visiblemente llenos.

Un grupo de chicas, subidas al quiosco, se hacían un selfie con el aún tranquilo ambiente de fondo. Cloe Delgado, pamplonesa de 13 años, acompañaba a sus amigas Adriana Zabalza, Olaia González, Iruña Perujuanez y Alba Vaquero, todas tafallesas de 12 años. La última vez que se celebraron las fiestas fueron totalmente diferentes ya que las vivieron acompañadas de sus padres. Este año no iba a ser así y pasarían estos días de fiesta de peña en peña. La cuadrilla confesaba por el cohete: “Lo recordaba más lleno de gente, igual es porque aún queda un rato”, decía una de ellas. Estaba en lo cierto, porque según pasaban los minutos la plaza parecía encogerse. Más gente, más ruido, y más nervios. La banda de música La tafallesa se abría hueco entre la gente para poder subir al quiosco, desde donde tocaron más tarde. Unas pelotas amarillas pasaban de unas manos a otras, deshinchándose a cada golpe que daban los mismos jóvenes que lanzaban sus bebidas al aire.

El ambiente anunciaba lo que todos sabían: por fin volvían las fiestas. Paula Arregui, directora de la ikastola Garcés de los Fayos y responsable de lanzar el chupinazo, se asomaba al balcón junto a Asier Muruzábal, miembro de la junta. Los acompañaban miembros de la Asociación de Voluntariado Urbano y trabajadores de las residencias. “52 urte euskararen alde egiteagatik!”, exclamó Paula Arregui antes de encender la mecha. La ikastola, que cumple 52 años, será la encargada de organizar el Nafarroa Oinez de este año, otra cita que muchos esperan con ansia después de la pandemia.

Lanzaron hasta tres cohetes, pero fue con el primero con el que la música empezó a sonar. La multitud seguía las pancartas de las peñas que avanzaban junto a las txarangas. Encabezaba la fila El Aguazón, le seguía El Empuje y la cerraba El Cierzo. Los que preferían ver el ambiente desde sus casas, se asomaban a las ventanas y lanzaban agua en todo tipo de recipientes, desde ollas hasta regaderas. En la calle parecían recibirlo bien, probablemente por las altas temperaturas que marcaban los termómetros, o porque ayudaba a limpiar lo que otros les habían echado previamente.

Daniel Anida, Adrián Velasco, David Maganto, Héctor Jiménez y Daniel Caballero, todos de 16 años, llegaban al final del recorrido de la kalejira pasados por agua. “Nos han caído dos cubos enteros, y alguna cosa más también”, señalaron. También destacaron el “ambiente impresionante”.

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Estalla la fiesta en Tafalla Javier Bergasa

Ibai Flamarique, de 33 años, describía el momento como “una explosión de ganas, de jolgorio”. Consideraba que en el momento del chupinazo había habido “algo especial. Han sido dos años comprimidos en un momento”. Respecto a la multitud, apuntaba: “Con las ganas de fiesta que tiene la gente está pasando lo mismo que este verano con todas las cosas, estamos batiendo los récords de asistencia. Aquí hasta un cuarto de hora antes de las 12 están todas las calles que rodean el casco viejo y la plaza llenas, las sociedades, los bares, los txokos… Y a diez minutos todo el mundo se acerca como en procesión”, explicaba Ibai. Recordó que cuando era pequeño solían juntarse para tirar harina y huevos. Eso sí,la plaza luego se llena. Pocas veces la he visto así, es una pasada”.

Lo que hace diferentes las fiestas de su pueblo es la variedad: “Hay ambientes distintos. El que tiene cierta edad va a las dianas o a los festejos taurinos. El que no, tiene alternativa también a la tarde. Tienes las txoznas con los conciertos, oferta musical distinta”. En resumen, para ser un pueblo, El tipo de fiesta que quiera cada uno”.