pamplona - “La txalaparta, en comparación con otros instrumentos, es como hacer el amor o hacerte una manola, las dos cosas están guay, pero mola más compartir”. Es quizá una forma ruda de decirlo, pero también un modo muy gráfico de explicar que la txalaparta, más allá de un instrumento ancestral redescubierto y redefinido en los últimos años, es, sobre todo “un juego que hay que compartir disfrutando”. Anai Gambra, Simón Ahetxu y Mikel Hernández, integrantes del grupo Hutsun Txalaparta, sonríen la ingeniosa comparación, pero todos asienten. Evidentemente están de acuerdo, “en lo de la txala y en lo otro”, bromean.

Anai es el autor del símil, un barbudo rubio de 31 años con mirada gamberra y el corazón marcando al ritmo del txakun (golpe básico de la txalaparta). Mikel, moreno, de pelo largo y aire pillo, es su álter ego, su cómplice perfecto. Simón, de postura serena, experiencia contrastada (45 años) y aire bohemio, es el complemento imprescindible para mantener el equilibrio en este trío que desde Pamplona y con toda la ilusión del mundo, están revolucionando el mundo de la txalaparta. Basta con buscar su blog, http:/hutsuntxalaparta.blogspot.com, y ver las adaptaciones que han hecho de temas tan conocidos y cinematográficos como Pulp Fiction o Amelie, una apuesta por acercar este instrumento a un público más allá de “la tribu”.

Pero, aparte de que como mínimo hay que tocarla en pareja, la pregunta es ¿qué tiene la txalaparta para que atrape de tal manera que quien es músico deseche esa definición para referirse a sí mismo única y exclusivamente como “txalapartari”? “Ante todo es un instrumento divertido, sencillo de aprender en lo básico, pero con un enorme potencial de exploración. Se basa en un diálogo, en un escuchar al otro para componer un mensaje único que sale de dentro, de la inspiración de cada cual, pero que es capaz de conectar con aquellos que te escuchan”, explica Simón. Anai añade otra vertiente: “A diferencia de otros instrumentos, la txalaparta también tiene mucho de artesanal, de estar en contacto con los materiales, de prepararlos, de construir el instrumento e investigar nuevos sonidos. Es algo que está en constante evolución, que está vivo”. Por su parte Mikel pone la puntilla: “Yo destacaría que se trata de un juego divertido en el que puedes ampliar las reglas según las circunstancias, y no me refiero sólo a materiales o técnicas, me refiero sobre todo a estados de ánimo”.

la aspiración Los tres comparten la misma visión de este instrumento, pero sus trayectorias son diferentes. Simón, el más veterano, se encontró con él en 1998 de la mano de unos amigos y una actuación conjunta con Fernando Auzmendi, uno de los impulsores y máximos innovadores de la txalaparta, le convenció para seguir.

Anai y Mikel tienen caminos paralelos. Los dos empezaron con amigos, los dos se enamoraron de sus tablas y los dos iniciaron un modo de vida, entre trotamundos y músicos, que les ha llevado a varias capitales europeas, de medio oriente y a toda la geografía del Estado. “Es una forma diferente de hacer turismo. Cargas la txalaparta en la furgoneta y tienes todo el mundo por delante... Paras en una ciudad, tocas, sacas lo suficiente para seguir, y sigues”, explica Anai. “Es un poco como los escaladores o los surfistas”, añade.

En 2011 los caminos de estos tres artistas se cruzaron y desde entonces Hutsun Txalaparta, y el local que ocupan en la antigua ikastola de Jaso, se ha convertido en su segunda casa. Pero, ¿es posible vivir de esto? “Si eres capaz de dejar a un lado lo superfluo de la vida y te conformas con poder pagar la comida y el alquiler, sí”, explica Simón. “¡Se puede vivir, pero no cotizar!”, apunta espontáneo Anai. Mikel, de nuevo, cierra la reflexión: “Con como están las cosas, ¿quien puede aspirar más allá que a sobrevivir?”. Los tres están obligados a complementar los ingresos de sus actuaciones con otros trabajos, pero los tres vuelven casi a diario a su local de ensayo con la convicción de que llegará un día en que su pasión se convertirá también en el vehículo para mantener “un nivel de vida digno”.

Clases particulares, talleres o cursillos jalonan su agenda, pero su verdadera pasión es el directo. Tienen dos shows: Txalaparta hutsa y kaleparta. El primero es didáctico, el segundo pura energía. Nada mejor que escucharlos (en el blog o en directo), para hacerse una idea de qué hablamos.