pamplona - No es un agujero. Tampoco un pozo del que haya que salir o un túnel en el que no queda más remedio que buscar una luz al final del todo. La bulimia o la depresión no son algo “en lo que uno cae de repente. Son enfermedades, como la neumonía o la gripe, que también hay que tratar. Y no suceden, ni mucho menos, de un día para otro”. La pamplonesa Lucía Gorría ha conseguido superar ambas y ahora brilla con luz propia, después de “mucho trabajo, sobre todo interior”, y una terapia que además ha conseguido dejar huella porque ha dado como resultado una exposición de láminas y cuadros y un libro, El sendero de una vida, que se publicó en diciembre y alcanza ahora su tercera edición. Su trabajo comprime relatos que han ayudado a la autora a poner voz sobre el papel, una lucha que ha conseguido vencer, confiesa, gracias a su familia y a su hermana, que se ha convertido ahora en su heroína, tal y como aparece reflejada en una de sus obras.

“Hay muchas cosas positivas que sacar de todo esto, y es algo que tiene cura. Se puede salir victorioso, yo he aprendido más en estos tres últimos años que en veinte. Creo, y es una opinión personal, que para superar estas enfermedades hay tres cosas fundamentales, y si falla alguna de ellas es muy complicado. Si faltan dos es casi imposible y, si son las tres, se cronifica”, valora. La primera es esa red social de apoyo, que se puede concretar en amigos o familiares; la segunda, un tratamiento psicológico o psiquiátrico, “sin eso es muy difícil”; y la tercera es la medicación. “Yo era muy reacia pero es cierto que en momentos en los que estaba muy mal, mi cerebro iba al mismo ritmo que había ido mi cuerpo, mi vida, a una velocidad trepidante? Son pensamientos que la medicación consigue frenar para bajar el nivel”. Ahora asume que no hace falta correr para superar ninguna cima. Que las cimas no lo son, porque una vez que las alcanzas “no hay nada”. Que hay que ir poco a poco, “disfrutar del sendero”, y aprender a valorar lo propio.

Hace ya cuatro años que empezó a encontrarse mal, a pesar de que su trabajo, como educadora infantil, le gustaba, pero asume que no era tanto el entorno ni lo exterior como ella misma. “Me encontraba mal física y mentalmente. Desmotivada, cansada... Empecé a tener ciertas enfermedades comunes -gastroenteritis, sinusitis, tendinitis, dolores de cabeza, poca gana...-. Llegó un momento en el que me desplomé en el trabajo”, relata. A sus 33 años (ahora 37) había decidido “que si la vida iba a ser así, prefería no vivir. Siempre he sido una persona autoexigente, quería llegar a lo más alto, siempre más arriba, ir por el camino del éxito corriendo, deprisa, exprimir la vida a tope? El cuerpo no me siguió”.

Reconoce que tuvo la suerte de tener una red de apoyo familiar muy importante, que no miró hacia otro lado y le ayudó a vivir de otra manera, también poniéndole las pilas. “Si no llega a ser por ellos yo no estaría aquí”. Se dieron cuenta, dice, de que había un límite en los cuidados, y decidieron llevarle a terapia, algo que asume que la salvó, “porque lo primero es aceptar que estás enfermo, si no es imposible curarse”. Perdió 20 kilos en un año tras arrastrar una bulimia desde los 14 de la que nunca había hablado con nadie.

“No me podía duchar de pie, tuve que dejar de trabajar, no podía comer ni beber? Mi cuerpo se paralizó”, relata. Una psicóloga completó su terapia con alternativas como el reiki, la relajación, el yoga, las flores de Bach e incluso equinoterapia. “Esas cosas me ayudaron mucho. Pero ella sabía que me gustaba dibujar, que se me daba bien, y me recomendó hacerlo. Así empezó todo: empecé a dibujar y me recomendó más tareas, después a mirarlo, a entenderlo y a ponerle una historia. Así es como surgieron también los relatos”.

Su padre, que es un lector asiduo, le animó a publicarlos. El libro, a través de la plataforma de autopublicación Hebras de Tinta, vio la luz en diciembre y los 28 cuadros y creaciones que llevan su firma -expresan, en forma de cuento, sus miedos y pensamientos en aquellos momentos- vestirán las paredes del civivox Jus la Rocha hasta el 28 de febrero, una exposición en la que los grupos que se acerquen pueden contar también con la explicación de la autora, que cuenta la evolución de unos dibujos oscuros, en blanco y negro, en los comienzos de su enfermedad, hasta obras mucho más coloridas, todas en relación con sus relatos.

Asegura que su enfermedad está “estigmatizada” y con este libro quiere ofrecer “un rayo de esperanza” a quienes están pasando por lo mismo. “También a familiares o amigos que están preocupados, tienen que saber que existe una salida, que hay cura”.