pamplona - Ermitagaña-Mendebaldea, el barrio que une a dos muy diferentes, el viejo Ermitagaña y el desarrollo más nuevo de Mendebaldea, reclama espacios de convivencia para niños y mayores, lugares de encuentro que puedan contribuir a hacer vida vecinal, ya que entre sus residentes hay un “escaso sentimiento de pertenencia al barrio”, lo que origina que, en muchas ocasiones, el ocio de los niños esté ligado en exclusiva a las actividades extraescolares de los centros educativos, y a que, cuando llegan a la juventud, la mayoría se vaya a otros barrios porque no hay vida de cuadrillas.

Estas conclusiones forman parte del Diagnóstico Social Comunitario de Infancia, llevado a cabo por la Asociación Hazialdea Elkartea, en colaboración con el Ayuntamiento de Pamplona y la UPNA, y que ayer fue presentado al barrio. La situación es clara: se trata de una de las zonas con más dotaciones, como hospitales, el Planetario, la Biblioteca y Filmoteca de Navarra, además del Conservatorio, pero sus vecinos no las consideran como un potencial cercano.

En los meses de enero a junio de este año, Hazialdea ha puesto en marcha el desarrollo de este diagnóstico sobre la infancia y la adolescencia y para su realización ha contado con la participación de 325 menores de entre 7 a 16 años de los centros CP Ermitagaña, IES Navarro Villoslada, Colegio Santa Teresa y Club Deportivo Navarro Villoslada.

El análisis parte de una realidad: en Ermitagaña-Mendebaldea “no se ha impulsado históricamente un tejido asociativo dirigido a la infancia” y la labor con los niños, niñas y adolescentes en el ocio y tiempo libre ha venido siendo asumida en exclusiva “por el grupo scout Dendari Izar, el Club Deportivo Navarro Villoslada y los centros educativos”. En este sentido, la oferta de actividades se ha relegado a lo privado -“abundan las academias de idiomas”, dicen-, por lo que se considera “una prioridad” garantizar la participación de todas las personas en el barrio.

En 2018 es cuando se desarrolla la Asociación Hazialdea, que desde entonces pasó a ser la entidad infantojuvenil promotora de proyectos comunitarios para la participación. Haizaldea desarrolla su trabajo en red, ya que pertenece a la red de infancia y a la coordinadora del barrio Ermitaldea. Maite Herranz, junto a Rubén Sola y Arkaitz Otazu, integran el grupo motor de este equipo que se ha propuesto atender las necesidades de ocio, culturales y sociales de los txikis y jóvenes del barrio. El año pasado, de la mano de Ermitaldea, ya recuperaron un día festivo (no había fiestas desde hace 15) y este diagnóstico llevado ahora a cabo puede ser la base para que puedan desarrollar a futuro su trabajo como equipo de Atención Preventiva Comunitaria, como en otros barrios.

¿Qué opina la infancia de Ermitagaña-Mendebaldea? En la actualidad, los “espacios más frecuentados” por los txikis son “las zonas verdes y parques infantiles”, los habituales, mientras que “desconocen los centros comunitarios” y “apenas acuden” a las actividades que organizan las asociaciones “por desinformación”. Y es que los chavales no viven un sentimiento de pertenencia a Ermitagaña-Mendebaldea ni que haya “un calendario de barrio”, por lo que echan en falta “actividades abiertas” a todos.

En la adolescencia las necesidades son más acuciantes, porque se reduce el uso del espacio urbano a “zonas localizadas y alejadas”, y en lugares como los bancos, las tiendas de chuches y el salón recreativo. Además, cuando hace mal tiempo, la actividad se queda en “portales, los locales de comida rápida o salir a otros barrios”. Esto sucede porque, por lo general, Ermitagaña-Mendebaldea “no es lugar de encuentro de cuadrillas” por la falta de espacios y actividades. De hecho, se ha detectado “una clara demanda de lugares de reunión y de organización de un programa propio”, de actividades de barrio. Esta falta de oferta se une también a la inseguridad que les genera las carreteras y pasos de cebra, “por los atropellos o accidentes que puedan suponer”.

POCA RELACIÓn entre txikis Si no hay oferta de ocio comunitaria ni lugares de encuentro, la consecuencia es que hay “escasas relaciones entre los txikis y adolescentes de los diferentes centros educativos”, y el ocio queda relegado al ámbito privado y extraescolar, “sin la posibilidad de desarrollar proyectos propios”. También se ha detectado por ello “una percepción negativa de la diversidad cultural y sexual presente en el barrio”, y se plantean como riesgos la “normalización del consumo de sustancias en la vía pública” y la apertura de nuevos salones de apuestas. Todo ello unido a la “dificultad de acceso libre” a instalaciones deportivas y a la necesidad planteada por la juventud “de espacios cubiertos de reunión en espacios de tarde”.

Reactivar el barrio El diagnóstico incluye una serie de propuestas de mejora como la “consolidación” de Hazialdea como Servicio de Acción Preventiva; el “aprovechamiento” de los espacios públicos para desarrollar proyectos de convivencia y acercamiento cultural; la “reactivación” de la zona central próxima al paseo Bartolomé de Carranza y los locales vecinales para que sean núcleo de actividades comunitarias; el “acercamiento” de las asociaciones del barrio a la infancia y la adolescencia”. A su vez, ven prioritario el fomento de la organización de actividades para este sector, especialmente los viernes y sábados; la creación de un sentimiento de “identificación con el barrio”; la “construcción colectiva de un calendario vecinal” y una revista trimestral; el “fortalecimiento” de la Red de Infancia, con la inclusión de las apymas, y “las mejoras en la iluminación de algunas zonas del bario”. Y Hazialdea se ofrece como coordinador.

Poca participación. Entre los factores de riesgo, el análisis DAFO efectuado plantea la poca participación; la apertura de casas de apuestas; el desconocimiento de los recursos existentes, en concreto los dirigidos a la infancia; y redes sociales de barrio débiles o inexistentes. Además, la segregación de espacios y que no hay una inclusión real; la ausencia de espacios referentes; la falta de identidad de barrio y un cierto sesgo económico; y que falta vida en la calle.

Espacios amables. El barrio tiene la oportunidad de crecer; destaca su seguridad; que cuenta con una red de recursos profesionales en torno a la infancia y movimientos asociativos, además de dotaciones culturales importantes; y sobre todo dispone de una masa social joven con ilusión y con ideas para llenar las calles y crear espacios.