Pamplona - A pesar de que desde hace días dispone de un informe del departamento de Desarrollo Rural del Gobierno de Navarra de 29 de julio que aconseja lo contrario, Navarra Suma en el Ayuntamiento de Pamplona continúa vendiendo la idea que va a reparar la presa de Santa Engracia. Ayer mismo fue la concejala María Caballero la que habló en estos términos y la semana pasada hizo lo propio el edil Fermín Alonso. Sorprende, pues, cómo el equipo de Maya sigue empecinado en dar esta idea, a pesar de que, en última instancia, autorizar la reparación de la presa sería competencia de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), lo que ahora, con un informe del departamento de Medio Ambiente tan demoledor, podría estar aún más en el aire.

El informe, al que ha tenido acceso este periódico, informa “negativamente desde el punto de vista ambiental”, ante la solicitud de “reparación provisional de la presa”. La petición de arreglo provisional había sido remitida el 25 de marzo por el anterior Equipo de Gobierno del cambio, en respuesta a la mayoría del Pleno.

presa con efectos negativos Para los técnicos del departamento de Desarrollo Rural del Gobierno de Navarra los efectos de la presa de Santa Engracia “son numerosos y en gran parte negativos”, dice el informe y añade que la demolición de tal azud ya se contempla, de hecho, en la Propuesta de trabajo para el ámbito para el ámbito fluvial en Iruña-Pamplona (río Arga) del año 2018, del propio Ayuntamiento, un plan ahora en pleno desarrollo. Añade el informe que “los beneficios ambientales que suponen la eliminación del obstáculo en el cauce” son “muy superiores a los posibles usos” -se entiende deportivos- “que podrían ubicarse en otros azudes presentes en el municipio” y sobre los que “no se va a actuar a corto plazo”, se indica. Se refiere el análisis a que en Pamplona hay otras cinco presas como la Harinera de Ilundáin, San Jorge, San Pedro, Molino de Ciganda y Molino de Caparroso.

En dicho informe, el departamento del Gobierno foral indica que las presas, de por sí, inciden negativamente, ya que suponen un “obstáculo al libre fluir de un río”, que “pierde su dinamismo y libertad”. Además, la existencia de una presa “empeora la inundabilidad aguas arriba de la misma”, y, por el contrario, provocan “la acumulación de sedimentos arriba, cuando éstos son “muy necesarios” para el “mantenimiento del equilibrio geomorfológico de los tramos bajos”. Al ser un obstáculo inciden también en la “permeabilidad” del río, porque son un obstáculo para “algunas especies” de peces que no pueden sortearlos, siendo la mejor opción “la demolición o eliminación del obstáculo”.

En lo que atañe al ecosistema, una presa “provoca cambios fisicoquímicos importantes”, principalmente “relacionados con la temperatura y oxígeno disuelto. Así, recuerda el informe que en 2000 un estudio advertía que la problemática de la calidad del Arga provenía, además de las fecales, de “la presencia de numerosos azudes”, y concretamente “las situaciones más desfavorables en cuanto a oxígeno disuelto” se presentan “aguas arriba del azud de Santa Engracia”. Más aún, incide que de mantener este tipo de presas “todo ello hace temer que el Arga, en su situación de comportamiento hidráulico y ambiental, pueda seguir sufriendo problemas graves de calidad de sus aguas”.