as medidas de cuarentena aplicadas con el estado de alarma ya son de por sí complicadas de sobrellevar para la población que no puede salir de sus casas. Pero este confinamiento puede ser peor si apenas dispones de unos metros para moverte.

Es el caso de muchas familias que se encuentran estos días encerradas en una habitación y que, en el mejor de los casos, estas llegan a los nueve metros cuadrados. Familias de hasta cinco integrantes, con niños, hacinados en pequeñas estancias en unas viviendas donde comparten baño y cocina.

Desde la PAH del Casco Viejo se ha denunciado esta situación de confinamiento. Contabilizan 70 casos que el colectivo ha hecho llegar al Ayuntamiento de Pamplona y al Gobierno de Navarra con la intención de que se busque una solución habitacional, más ahora cuando las medidas sanitarias obligan a estas familias a permanecer encerradas en su domicilio.

Además, la PAH asegura que no se entiende que, con esta crisis sanitaria, tanto el Ayuntamiento como el Gobierno foral mantenga vacíos y deshabitados muchos de los pisos que tienen en propiedad y estiman que aún compartidos podrían alojar a unas 100 familias.

Una situación difícil es la que están viviendo Gift Uwadiae, de Nigeria, y su hijo de 13 años, quienes el pasado 1 de marzo se vieron obligados a abandonar la habitación que tenían en alquiler al no poder afrontar la subida del precio ya que sus únicos ingresos son los que recibe por las ayudas del Gobierno de Navarra. Desde entonces tanto ella como su hijo están en una habitación de la Pensión Eslava, cuyo alto coste soporta con nuevas subvenciones. Un lugar en el que no dispone de cocina y ha necesitado ayudas de comedores sociales para recibir los alimentos. Se encuentra a la espera de encontrar un alojamiento que cumpla con unas condiciones mínimas para poder convivir junto a su hijo, quien se encuentra cursando segundo de la ESO en un colegio de Pamplona. Él también está sufriendo de forma especial esta situación pero afortunadamente puede seguir el curso escolar desde la pensión en la que se encuentra junto a su madre gracias al ordenador que el colegio le facilitó para poder mantener las clases y realizar las tareas desde fuera del centro escolar.

Nancy y su familia también se encuentran en una situación difícil. Ellos son de Ecuador y residen en dos habitaciones en las que conviven nueve personas, dos matrimonios y cinco hijos, uno de 2 años, otro de 10, dos de 19 años y uno de 20. "El día a día es complicado. En la casa actualmente solo trabaja mi marido, y con eso vivimos y comemos los nueve", asegura Nancy, quien lamenta "es una situación que no se cuanto podremos aguantar. Hace una semana llamé a la asistenta social para pedir su ayuda, ya que hace dos meses que no tengo trabajo, pero no me ponen ninguna facilidad. "La convivencia por lo menos se hace algo llevadera al estar con la familia. Tenemos una terraza donde los niños pueden jugar y por la noche nos juntamos todos. Pese a que mi marido tiene un sueldo de 1.800 euros, con gastos de la vivienda ya se van aproximadamente 1.000, y con lo que queda es con lo que tenemos que comer a diario las nueve personas", sostiene Nancy.

Francisco, de 60 años y José, de 54, llegaron hace dos meses a España desde Perú. Ellos tienen a su familia en Pamplona, pero se encuentran viviendo en una habitación que comparten. Francisco es población de riesgo en caso de padecer el coronavirus ya que es diabético, y pese a que ya están empadronados en Pamplona, al llevar tan solo dos meses residiendo en España no tienen acceso a la cartilla sanitaria.

Tanto él como su hermano iniciaron los trámites para pedir ayuda. La crisis sanitaria ha paralizado el proceso para regularizar su situación. Actualmente viven gracias a su hermana Fanny, quien denuncia la situación en la que se encuentra Francisco. Teme por su vida en el caso de que sufra alguna crisis y no pueda ser atendido. Francisco y José viven en una habitación dentro de una casa que comparten con otras dos personas. Francisco evita el azúcar, es su única medida preventiva. "Es complicado llevar el día a día con tus hermanos encerrados en casa sin saber qué va a ser de ellos mañana. No nos dan una solución al problema y hasta que esta situación no mejore nos dicen que no vamos a poder hacer nada. Incluso desde la Asociación Navarra de Diabetes nos han asegurado que ellos no pueden ayudar a mi hermano", lamenta Fanny, quien también tiene dificultades para dar el sustento a sus hermanos, ya que ella y su marido regentaban una tienda de alimentación y locutorio en la calle San Lorenzo de Pamplona, la cual han tenido que cerrar por el miedo al contagio. "Ellos vinieron hace dos meses a España porque la situación en Perú estaba peor, pero ha sido llegar y se ha complicado todo también aquí", declara.

Liseth tiene 22 años y un hijo de 3. En febrero denunció a su expareja por malos tratos y se vio obligada a irse de casa con su hijo. Tras serle concedida una orden de alejamiento, inició los trámites de divorcio pero tuvo que vivir durante un mes en una casa de acogida. Actualmente se encuentra en una habitación, conviviendo con una tía de su expareja. Procedente de Ecuador, no tiene familia residiendo en España y actualmente vive de la ayuda de 400 que recibe del Gobierno y con la que tiene que hacer frente al alquiler de la habitación y a la manutención diaria, ya que le es imposible compaginar el cuidado de su hijo con un trabajo. "La asistenta social me dice que la mejor es ir a una casa de acogida pero allí son periodos de un mes y tienes menos libertad. Además, ni a mi hijo ni a mí nos gustó nada estar ahí", confiesa Liseth, quien asegura que "los días son un poco rutinarios. Intento sobre todo que mi hijo no deje de hacer cosas y que esté entretenido. Pintar, bailar y ver alguna película para poder pasar el día. Tampoco podemos movernos para hacer nada más".

La familia de Kwasi Asante, un ghanés que trabaja en la construcción, convive estos días en un espacio reducido en el que apenas tienen libertad de movimiento. Junto a Kwasi viven su mujer Sandra Abrafi; su hija Clara, de 9 años; Elliot, de 7 y Jeffrey, de 3. Todos en una habitación de 10 metros cuadrados. En la vivienda residen otras tres familias, con las que comparten la cocina y el único baño que hay en el domicilio. "Estamos en una situación difícil", confiesa Kwasi. "Nosotros compartimos el baño con el resto de inquilinos de la casa, igual que en la cocina. Nos tenemos que poner de acuerdo para hacer cualquier cosa, tener un horario. No es fácil vivir con nueve personas en una vivienda en la que lo compartes todo, pero con mi trabajo y los ingresos que tenemos en mi familia no podemos permitirnos nada mejor", añade. Además, a su situación se les suma que sus tres hijos están en edad escolar y a ellos la cuarentena se les hace especialmente complicada al no poder apenas tener libertad de movimiento. "Los niños son los que peor lo pasan. Por lo menos tengo un ordenador con el que pueden hacer las actividades que les mandan desde el colegio para mantener el ritmo del curso. Pero se tienen que ir turnando para hacer las tareas", dice Kwasi.

Tracy es otro de los casos a los que el confinamiento les está suponiendo un reto en mayúsculas. Ella es nigeriana, y tiene una hija de 18 meses, Michelle. Viven en una habitación que tienen alquilada en Pamplona, un piso compartido con otra familia que también tienen alquilada una estancia, y con los dueños del inmueble. A los problemas habituales que encuentran en el piso, con único acceso al baño y a la cocina ya que el propietario les niega, dice, la estancia en la sala de estar, se les suma el confinamiento, máxime atendiendo a un bebé de 18 meses. Tracy accede a la Renta Garantizada con la que tiene que hacer frente al alquiler de la habitación y a la manutención, además de pagar la guardería de Michelle.

"Estamos con mucha presión todos los días. Somos tres familias en el piso. Tenemos muchos problemas para compartir baño y cocina a diario. Además, el dueño del piso fuma y suelo tener problemas respiratorios. Mi hija también está muchas veces con tos y lo pasa mal", asegura Tracy, quien pide al Ayuntamiento de Pamplona y al Gobierno de Navarra que les ayuden y les den acceso a las viviendas vacías. "Aunque sea tener un piso que compartir con otras madres necesitadas y que podamos ayudarnos un poco entre nosotras. Lo que no podemos es vivir en esta situación de confinamiento sin saber cuánto vamos a seguir así", lamenta Tracy.

Cinco familias con cinco historias que reflejan cómo a las dificultades diarias las medidas de confinamiento pueden suponer un reto aún mayor en la lucha del día a día debido a la falta de recursos.

"No es fácil vivir con nueve personas en una vivienda donde todo lo compartes "

Obrero