Solo el barrio salva al barrio: otro mantra más que en la mayoría de las ocasiones se queda hueco, sin contenido y no deriva en acciones concretas que mejoren la vida comunitaria. Esto no ocurre con los vecinos y vecinas del Casco Viejo de Iruña, que durante el confinamiento crearon rápidamente redes de apoyo vecinales que atendieron las necesidades de la población más vulnerable del barrio. El viernes AZ Ekimena proyectó en el frontón Labrit el documental Solo el barrio salva al barrio en el que se recogen simbólicamente algunos de los múltiples ejemplos de solidaridad. Alde Zaharra, un barrio de película.

La proyección del documental en el frontón Labrit de Iruña.

“Los primeros días de confinamiento fueron de paralización y de estado de shock, pero enseguida nos activamos y constituimos las distintas redes de apoyo”, explica Toni Iragi, miembro del proyecto AZ Ekimena. Para crear esas redes, se colocaron carteles en las entradas de los pequeños comercios, uno de los pocos sitios a los que se podía ir en esas fechas, se colgaron pancartas en las distintas plazas del Casco Viejo y AZ Ekimena lanzó el mensaje por sus redes sociales: “En los carteles y pancartas había un número de teléfono al que podías llamar para apuntarte como voluntario o para recibir ayuda”, manifiesta.

Dos de las imágenes que conforman la exposición fotográfica.

La primera red tenía el objetivo de “hacer los recados imprescindibles” a las personas que no podían salir de casa por ser de alto riesgo: gente de edad avanzada o enferma fundamentalmente. A esta red de apoyo se apuntaron 300 vecinos y vecinas del Casco Viejo que atendieron a más de 200 personas. “Les traían la compra, iban a la farmacia a por sus medicamentos o les bajaban la basura”, señala Toni.

Mirari Elizondo no dudó ni un instante: “Mi compañera de piso y yo vimos que en nuestro vecindario podía haber gente que no iba a poder salir a la calle a hacer sus recados en medio de una pandemia”, afirma. Por eso, incluso antes de que se formaran las redes de apoyo, decidió meter a cada vecino una nota por debajo de la puerta. “Les decíamos que si no podían salir de casa nos pegaran un toque al número de teléfono que habíamos escrito y que les hacíamos las compras”, recuerda. A las pocas horas, les llamaron un par de vecinas y se pusieron manos a la obra: “Nos avisaban con antelación. Oye, cuando puedas en alguno de estos tres días, necesito que me hagas las compra. Entonces, nos dejaban la lista en el pomo, con las bolsas y el dinero. Además, contactaban previamente con las tiendas y así teníamos el pedido ya preparado”, recuerda.

telAS SOLIDARIAS Pequeños establecimientos textiles donaron telas de algodón y cordones de las zapatillas para que los vecinos cosieran sus propias mascarillas. “No había suficientes en las farmacias así que decidimos fabricarlas. Unos cosían, otros cortaban...”, expone Toni. “Las que teníamos máquina de coser cosíamos en casa, el resto cortaban las telas o hacían el agarre con los cordones ”, incide Cristina Esteban.

El “centro neurálgico” del proceso de fabricación era el local de AZ Ekimena en la calle Descalzos, donde se guardaban todas las telas y los cordones. “Iba a por las telas, cosía en casa y dejaba las mascarillas de nuevo en el local. Entonces venía Edorta, dueño del Mesón del Caballo Blanco, que cuenta con una lavadora industrial, las desinfectaba a más de 60 grados y las envasábamos al vacío”, resume. Al principio, repartían las mascarillas a las personas mayores del barrio, pero después pusieron un puesto en la entrada del Mercado de Santo Domingo: “Íbamos unos cuantos días a la semana por la mañana”, explica.

El colectivo Auzolan, que forma parte del proyecto AZ Ekimena, también diseñó pantallas protectoras de plástico con una impresora 3D y una cortadora de láser. “Las primeras fueron para los trabajadores sanitarios y después para los tenderos y tenderas del barrio”, indica Toni.

Vermú sanferminero en Calderería en marzo.

bingo en el bALCÓN El documental también muestra momentos de diversión en los balcones: “Se agudizó la creatividad y se vio de todo”, confiesa Toni. En la calle Calderería y San Agustín, se creó una emisora de radio que retransmitía los juegos que se organizaban en los balcones, principalmente el bingo y el trivial. Al principio el sistema era bastante rudimentario: “Chillos de balcón a balcón, pero se perfeccionó ya que consiguieron crear una emisora de verdad que llegaba hasta las calles colindantes. Hacía un repaso de cómo estaba el vecindario”, asegura Toni.

Los balcones también fueron testigos de múltiples vermús, algunos de ellos con vestimenta sanferminera, como el del 22 de marzo en la calle San Agustín y Calderería.

“Metía notas debajo de las puertas del vecindario y me ofrecía a hacer los recados”

Vecina y voluntaria

“Al principio, estábamos en shock, pero enseguida creamos las tres redes

de apoyo”

Miembro de AZ Ekimena