ola Personas, cómo va la primavera, la mía de bien en mejor. Aprovechando que por fin ha terminado el toque de queda, esta semana he vuelto a mis viejas costumbres y hoy jueves al terminar el trabajo me he dado un garbeo de lujo.

Cuando el reloj marcaba las 23 horas y el termómetro 17 grados he salido de casa dirección sur por la calle Paulino Caballero, benefactor, y al llegar a la calle Aoiz he tomado hacia Bergamín para tomar la calle Mutilva Baja. Para llegar a ella el camino ha cambiado mucho de lo que era no hace tantos años cuando de jesuitas hacia abajo se formaba una Y con un ramal hacia Tajonar y el otro hacia Mutilva, el que iba a la baja de las mutilvas estaba jalonado de chalecitos, uno de los cuales albergaba la clínica psiquiátrica Santa Elena dirigida por el Dr. Caso, pequeñas fábricas, como la de cochecitos Pérez o la imprenta de Albeniz, y talleres de diversa actividad. En los años 60, se levantaron las viviendas que formaron el barrio de Santa María La Real con sus calles dedicadas a los montes de Navarra, así hoy he hecho cumbre sin despeinarme en el Orhi, el Ibañeta, el Mendaur, el Malkaiz, el Altobiskar y el Lakartxela.

He abandonado los montes para volver a la calle Mutilva y un poco más allá de la puerta trasera del tenis me he adentrado en otro mundo, se podría decir que me he ido al otro barrio, nada tiene que ver lo que a partir de este punto encontré con lo que acababa de transitar. Calles amplísimas, casas modernas con diseños de gran calidad, tanto funcional como estética, y todos los avances que ahora se aplican a la hora de construir.

De la calle Mutilva Baja he salido a la calle Cataluña, anchísima calle de cuatro carriles que junto al parque de Alfredo Landa y la calle Isabel Garbayo forman el eje vertebrador del nuevo barrio de Lezkairu en sentido Este-Oeste. He cruzado la zona y por la calle María Lacunza he llegado a la de Adela Bazo que es la que cierra el cuadrilátero por abajo, tras alcanzar una rotonda he tomado la Avenida de Lezkairu vía ésta que lleva a Mutilva y última calle de Pamplona por el sur. En la siguiente rotonda está la muga y un letrero nos lo indica. La última casa capitalina da paso a unos caminos de esos tan en boga para paseantes, uno de ellos me desafió con una potente cuesta arriba y acepté el reto. No era cuesta arriba, era cuesta muy arriba, pero con un poco de esfuerzo llegué a su cumbre, en ella había un espacio abierto y circular coronando una colina, de este ruedo partían varios caminos en todas direcciones y tomé uno al azar, la noche era cerrada, las farolas estaban apagadas y éstas no se encienden al paso de uno como las de la Magdalena y, para colmo, mi teléfono estaba con un 2% de batería, así que eché a andar por el camino elegido viendo menos que un pichón por el culo. A mi derecha las siluetas de unos cipreses se recortaban contra el cielo lo que me indicaba que el lugar de descanso definitivo de mutilveses, mutilvesas y "mutilbesos" estaba cerca. Mi senda rodeaba el camposanto y tras hacer un camino circular tomé un corto ramal cuesta abajo que me llevó a la zona de chalets. Los había adosados, individuales, pareados y apareados, es el paraíso del chalé. Atravesé la calle Estrada, esa redundancia hecha calle, y por la calle Aldapa, llegué a la de Eguzki que es el centro neurálgico de la nueva Mutilva con la plaza, el frontón, la iglesia y demás elementos que conforman el centro de un núcleo de vida. Llegué a la rotonda de la farmacia y fui a mi izquierda para salir a la calle San Saturnino que es la que me iba a enfilar hacia Pamplona de nuevo.

He seguido camino adelante y en la última rotonda algo me ha llamado la atención. Recuerdo que esta era la entrada cuando venías desde Pamplona antes de que toda esta zona experimentase el cambio que ha tenido, me refiero cuando tomabas la carretera que salía detrás de los Caídos y que te llevaba derecha como una vela hasta el vecino pueblecito que tenía cuatro casas, pues bien, una de las primeras que se encontraba al entrar era una torre de aspecto medieval que allí levantó en 1964 un anticuario de Pamplona con piezas traídas de aquí y de allá y que logró dar forma a una construcción con elementos y sabor netamente medieval. Así, por ejemplo, la entrada es un pequeño porche de bóveda de crucería con sus arcos torales, sus arcos formeros y su clave, una de sus ventanas está protegida por una preciosa reja de forja, otras son de arquillos con parteluz y la verja que rodea la casa es de considerable época, es decir, el conjunto a pesar de ser falso está realizado con gusto, pero ahora, según he visto, está en obras y de momento he echado en falta un maravilloso arco de medio punto realizado con sólidos sillares con un escudo en la clave y que ha desaparecido, ignoro que van a hacer allí, pero espero que ese arco vuelva a su sitio y la Torre Unciti, que talmente la bautizó su autor, vuelva a tener el sabor que él consiguió darle.

He retomado mis pasos y he vuelto a entrar en el nuevo Lezkairu por la calle de Mutilva Alta, al llegar de nuevo a la de Adela Bazo he hecho derecha para llegar al otro extremo marcado por la calle valle de Egües, ¡quién le iba a decir a la modesta y recoleta calle del Valle de Egües, que tantos años pasó en su Argaray natal rodeada de chalets y yendo a morir a la tapia del seminario, que con el tiempo iba a crecer hasta convertirse en una de las mayores vías de Pamplona! Paseando por ella miré con envidia el enorme espacio que tiene para aparcar y me chocó que solo lo ocupaba un coche, al llegar a la altura de éste oí que de su interior salía una suave melodía, al mirar hacia él vi que dentro un chico y una chica se contaban secretos a la boca. Tomé la calle José Manuel Baena y llegué al convento de las Franciscanas Misioneras de María, las Blancas, allí levantado en 1902, característico edificio del antiguo Soto que en vez de ayudar a ubicar los espacios desayuda, no consigo verlo en aquella curva que había bajando de la parte de los Caídos hacia la fuente de la Teja, con un parquin de gravilla delante donde se daban cita muchos coches de auto escuela en día de examen. De todo esto me acuerdo perfectamente pero ahora cuando lo miro me resulta muy difícil volver a imaginármelo como era.

De ahí salí al parque de Las Pioneras y por él a la calle Monjardín para volver a entrar en la vieja Pamplona por calle Aoiz y calle Paulino Caballero, calles por las que hacía una hora y pico había salido al futuro.

La semana que viene más.

Besos pa tos.