En esta tierra el "qué hostias" siempre ha sido motor de grandes historias. Como la de Francisco Javier Sotés Lucera y su Gernika, una tonelada y 30 metros cuadrados de madera tallada. "Había hecho el Gernika en pequeño varias veces. Fui a Madrid, vi la obra original y dije, '¿por qué no lo hago igual que este?'. 'Bahhh, déjalo', me hablaba yo mismo. '¿Tú sabes lo grande que es eso?' Y un día estaba en la cama y pensé, 'qué hostias, me voy a ir a pedir madera'".

Francisco Javier se puso manos a la obra. Habló con un amigo que lleva un almacén y le dejó la madera a buen precio. "Y pesa más de 1.000 kilos, ¿eh?". Después la llevó al carpintero, "que tengo unos primos. Me la cepillaron y demás e hicieron un apaño con unos tableros". Sotés trabajó a partir de ese momento por fases para ir encajando las seis piezas que suman en total 8,2 metros de ancho por 3,7 de alto, un poco más que el original (7,7 x 3,49) para dejar un margen de marco. "Iba uniendo los tableros. Hacía uno y lo unía, hacía otro y lo unía...". "15 meses largos" después y a razón de unas tres horas al día -"como yo no tengo domingos ni festivos, cuando me parece, voy"-, este vecino de Pamplona de 72 años, natural de Larraga, ha completado la titánica tarea. "El que me dio clases de talla me dijo que no repasara nada, que es mejor así. Y así lo voy a dejar", apunta.

De la nada a un 'gernika' "Hace unos seis años hice un cursillo y me ha dado por la talla", reconoce Sotés sobre su afición. A la vista está que le ha dado por ahí. "Cuando me jubilé algo tenía que hacer, porque me gusta ir al bar y no me parecía bien estar todo el día ahí", confiesa. En realidad quería tallar en piedra, pero los cursos de la red Civivox de Pamplona no ofrecían esa opción. "Pues bueno, madera. No sabía si lo terminaría o no. Y bien. Me gustó. Además Okiñena, el profesor, era una maravilla de hombre".

No tenía conocimiento previo ni había tocado un formón en su vida. "Me he dedicado a la albañilería y había trabajado poniendo calles de piedra. Sabía dónde le tenía que pegar a la piedra. Pero a la madera ni idea de dónde le tenía que pegar". Con un Gernika a sus espaldas, ahora sabe que la madera "es más agradecida, porque enseguida cede un poco y hace falta mucha menos herramienta". Claro que también ha tenido tiempo para trabajar la piedra. "Un letrero y alguna otra cosica, pero nada", dice.

Próximo reto El cuadro está terminado. Es tan grande que no cabe montado y lo tiene en tres pedazos en su nave de Mutilva. Al contrario que las réplicas del Gernika en formato pequeño, que vuelan de sus manos, es más difícil de regalar. Así que no tiene planes para el cuadro. La cosa era hacerlo. "De momento aquí se va a quedar, luego ya veremos". Mientras tanto Francisco Javier no tiene ninguna intención de quedarse quieto. Ya prepara su siguiente reto: tallar en un cuadro de madera el Monumento al Encierro.