lumbier - “Una sociedad sin memoria no entiende el momento que vive, su presente y le cuesta más ir hacia el mejor futuro posible”.

Koldo Garde Irigoyen (Lumbier 1952) parafrasea a la directora del Museo de Navarra, Mercedes Jover, con esta expresión que recoge la idea esencial de que no hay futuro sin memoria. Y en esta creencia se apoya y ha sido el motor de su inquietud por saber los porqués de la cosas que le rodean, que han estado ahí desde siempre y, al mismo tiempo, desconocemos su significado y lo que representaron en su momento histórico.

Lo suyo ha sido una jubilación activa que le ha llevado a bucear en los archivos, sobre todo en el Archivo General de Navarra, hasta editar con ayuda del Ayuntamiento la que hoy es su ópera prima: El molino batán de Lumbier. Relatos de un molino olvidado. Irunberriko Pilategi. Ahaztutako errota baten kontaketak. Cien años de historia resumidos en cien páginas que recogen de forma atractiva los procesos que le han revelado su actividad y significado.

Como trabajador que fue de la Administración, sintió desde siempre una inclinación por adentrarse e indagar en los archivos y guiado por ella, ya antes de su jubilación, se inició en la afición con un objetivo claro: “Las historias de Lumbier”, si bien el hallazgo del primer proceso sobre el molino fue producto casi de la casualidad.

“No me planteaba otra cosa que no fuera encontrar temas de mi pueblo, porque conocemos parte de su historia laboriosamente construida por Eusebio Rebolé. Sin embargo, yo sentía que faltaban relatos de lo que se conoce como la intrahistoria, las pequeñas historias que se encuentran en lo que nos rodea y son verdaderas desconocidas”, expresa el autor del libro.

Gabriel Ibáñez, amigo que también busca en el pasado y ha editado varias obras sobre diferentes temas de la localidad, fue la primera persona que le habló del molino batán de Lumbier.

“Me atrajo desde el principio y consulté en los archivos hasta que encontré una serie de procesos judiciales de este batán al que yo me refiero y también de otro anterior cuya existencia se remonta al primer cuarto del siglo XVI, propiedad del Regimiento”, indicó. De sus sucesivas investigaciones se desprende que, en el año 1526, Joseph Ibáñez de Sotes y el concejo de la villa de Lumbier llegaron a un acuerdo gracias al que Joseph construyó en 1527 un nuevo molino batán sobre los restos de los cimientos de otro más antiguo, ya desaparecido, que se encontraban junto al molino harinero. En él se batanaron durante, al menos, cien años los paños, lienzos y telas de la vecindad de Lumbier y

de las poblaciones de su entorno. “Lo trataba como si fuera el primer complejo industrial de Lumbier. Una construcción específica para esa producción, con maquinaria y paredes de madera, levantada sobre las ruinas abandonadas del anterior, sobre cuyos cimientos hicieron el nuevo”, relata.

Se trata de una historia de cien años, un recorrido proceso a proceso sobre pagos, robos, reclamaciones sobre trabajos mal hechos... estructurado en dos partes: la primera trata de introducción a la historia, a su actividad y gestión. La segunda se ocupa de acuerdos, convenios, recursos, incidentes y pleitos.

APORTACIÓN Entre otras historias que Koldo Garde ha sacado a la luz se cuenta el pleito de una mujer contra el batanero (Catalina de Cadreíta contra Martín de Gárate), conflicto por una manta rota en el batán. “Es curioso porque la invisibilidad de las mujeres en esa época era total y se entiende por la declaración de los testigos que se trataba además, de una mujer emprendedora”, reitera.

Relatos desconocidos como éste, la actividad que existía en tono al batán, la actividad en la villa, son cuestiones desconocidas, olvidadas con el paso del tiempo, desempolvadas con obras de este signo.

“Todo es fruto de las preguntas que me hago ante las cosas que permanecen, los porqués, el cómo. Una cosa te lleva a la otra. Aprovecho todo lo que encuentro y trato de darle a todo un significado y desmenuzar cada palabra”, explica.

Aunque ha sido un camino en solitario, Koldo Garde no olvida los apoyos que ha tenido en personas como el historiador Peio Monteano y personal del Archivo. “Yo partía de cero, me animaron a ser paciente, a entender y a continuar una tarea que a días se me hacía ardua, con gran esfuerzo para leer paleografía, transcribir y redactar”, recuerda.

Koldo Garde tuvo claro desde el principio que no se quedaría el tesoro encontrado para él y que lo daría a conocer a sus vecinos. Con la obra terminada entre sus manos, no oculta la satisfacción de haber logrado lo que aún le resulta un sueño que, dará paso a otros nuevos, porque considera necesarios este tipo de trabajos “para entender lo hecho en el pasado como una experiencia para el presente y para el futuro”.