Aunque cuenta con una memoria envidiable, hay cosas en la vida que siempre quedan en el recuerdo. Urbano Larrea Arocena, nacido en Lusarreta hace 104 años (el 31 de octubre de 1914), recuerda perfectamente cómo se llamaba su casa, a pesar de que hace muchos años desapareciera. “El nombre de la casa nunca se olvida: Juamenardorena”, afirma con gran agilidad.

De los más de 85 informantes del Valle de Arce que han contribuido con su testimonio a ampliar el proyecto etnográfico Artzibarko Etxeak. Las casas del valle de Arce, Urbano es el de mayor edad y, por esa razón, el Ayuntamiento del valle de Arce homenajeó ayer en la presentación del libro a este vecino con un obsequio.

infancia en el pueblo Nacido en el seno de una familia con más de diez hijos, Urbano recuerda bien cómo era su hogar de Lusarreta. “No estábamos todos los hermanos en casa, pero era muy grande. Abajo la cuadra, donde teníamos ovejas, vacas, gallinas, cerdos?, la escalera, y arriba las habitaciones. También teníamos el sabaiao (el desván), el horno donde hacíamos pan y la huerta, donde sembrábamos alubias, berzas, cebollas...”, rememora.

De su infancia recuerda con risas reunirse con otros niños del pueblo a “correr y a hacer chandríos”, aunque confiesa que no había mucho tiempo porque tenían el deber de ir a la escuela, y a misa. “Solíamos ir a la escuela a Arrieta. Tengo una fotografía de entonces donde estamos lo menos 80. Íbamos andando, qué remedio, no había otra cosa. De críos igual nos costaba una o dos horas”, dice, reconociendo que a veces llegaban tarde a propósito.

Cuando salió de la escuela a los 14 años le tocó ir a casa Garaiko de Arrieta a trabajar de pastor, donde estuvo tres años. “Me mandaban hacer de todo. A los 17 me fui a Leranotz (Esteribar) y ahí sí que me cuidaron bien”, confiesa. Pero no todo era trabajar, también había tiempo para las fiestas, que en Lusarreta se celebraban el 26 de diciembre, con San Esteban. “Solían traer música de casa Bizkai de Arrieta, un violín, un clarinete y una guitarra. Y no hacíamos mucho más”, asevera. En los tiempos de la guerra, le tocó ir como combatiente por el bando sublevado junto a cuatro de sus hermanos y allí estuvo durante cuatro años. Después, con 24 años, dejó Lusarreta para trasladarse a trabajar a Aurizberri-Espinal, donde más tarde conocería a Benita Zudaire, con quien se casó, vivió y tuvo dos hijas. Sin embargo, nunca olvida cuáles son sus raíces. “Yo nací en Lusarreta, aunque viví en Espinal”, concluye.