Marina Collado, joven pastora de Borda Marengo del Llano de Belagua, se encuentra inmersa en la elaboración del requesón o gaztanbera y el queso de la nueva campaña de la Denominación de Origen Roncal. Lo comercializa desde la propia explotación. Se lo quitan de las manos los clientes que, tras la pandemia del covid, se acercan al Pirineo a respirar aire puro, nunca mejor dicho. La incertidumbre ante la crisis sanitaria le ha llevado a hacer reparto a domicilio y a abrir una página web www.bordamarengo.com, en la que presenta su proyecto y hace política, "porque toca", sobre el sector agrario y la dependencia entre el medio rural y el urbano. La campaña de crowfunding Amadrina una latxa ha sido otra de sus iniciativas para hacer mejoras en su explotación y hacer pedagogía.A sus 24 años recalaba en el Pirineo navarro desde de su localidad de origen, Mataró, capital del Maresme catalán, (127.000 habitantes), a través de una oferta de trabajo y con una idea todavía bucólica de la ganadería. Venía de completar dos meses de prácticas como pastora de alta montaña en la Escola de Pastors de Catalunya, una de las cinco escuelas de pastor del Estado.

José Manuel Marco Garcés, Marengo, buscaba un ayudante en la explotación, después de una experiencia anterior que no cuajó. Quedarse en Belagua no era, ni mucho menos, el plan inicial de Collado. Su idea era volver como pastora a la montaña catalana, tras aprender el oficio trabajando para otros rebaños durante 3 ó 4 años. "El de pastor es allí un trabajo muy buscado en los pastos comunales de 1.800 y más de 2.000 metros de altitud, donde están los mejores pastos. Las montañas que quedan libres son las menos agradecidas para la guarda del rebaño". A la larga, su idea es darle un giro y unir la ganadería y la educación para crear un espacio pedagógico.

Cuenta que Marengo, su antecesor, "es un gran inspirador de la necesidad de crear una especie de banco de tierras o explotaciones, algo que facilite los trámites al ganadero que quiera dejarlo y a quién quiera entrar en el sector, como me pasó a mí. Cuando me llamó había terminado la formación en la escuela y me había quedado como voluntaria en la explotación en la que hice las prácticas. Por las tardes trabajaba en un bar. Era un poco precario, así que al llamarme a través de una oferta de trabajo de la escuela, me vine", detalla.

Su decisión de ponerse al frente del rebaño y la explotación llegó un día, de forma repentina, hace tres años. "Un día Marengo salió muy quemado de la quesería diciendo que lo dejaba todo y vendía el rebaño. Entonces yo me animé a meterme de lleno. Compré el rebaño y le alquilé la quesería y el resto de las instalaciones de la borda". Ahora se considera ganadera, no pastora, porque las necesidades del sector lechero le atan al trabajo en la explotación, no hay tiempo de pastorear. "Pastores o pastoras, de verdad, quedan pocas", matiza.

Más salvaje

Al principio, había cuestiones con las que alucinaba desde su óptica, entonces todavía urbanita. "Ahora me he vuelto más salvaje. Eres más consciente de que la vida y la muerte están ligadas y de que no puedes estar para tonterías", asegura. "Las ovejas están por delante de todo y las decisiones, sean drásticas o no, son en su beneficio". Ha llegado a sentir que compite con la misma naturaleza para sobrevivir. Lo sintió una mañana que encontró la cordera a la que cuidaba con mimo, convaleciente de un parto, con medida cabeza comida por un zorro. Esa noche había dejado atado al mastín. También cuando los jabalíes le levantan el cerco de la huerta y se comen la siembra en el huerto, una y otra vez. Y, la cosa se pone más seria con el oso.

Su historia bien merece una película. El director francés Christian Carion mostraba una vivencia similar en el filme La chica de París. Una joven decidía dejar su vida en la capital francesa e irse a vivir al Pirineo francés como pastora de cabras para relevar a un rudo ganadero en la explotación. El filme muestra la crudeza de la soledad en una explotación de alta montaña. Repasaba los encuentros y desencuentros entre los dos protagonistas, dos personas de generaciones, género, edad y origen diferente, además del contraste entre la mentalidad de una metrópoli y el medio más rural. Al final triunfaba el cariño.

Cambiar el mundo

Lo suyo es vocacional. La pasión por los animales y la naturaleza le han acompañado toda la vida y forman parte de sus mejores recuerdos. Las escapadas familiares a la montaña para huir del ritmo de la ciudad era habituales. Recuerda que desde los cinco años los veranos los disfrutaba en plena naturaleza, en un camping de Benasque. Fue en 4º de Primaria cuando verdaderamente descubrió qué quería ser de mayor. Una semana de colonias en una granja le "flipó" y desde entonces siempre tuvo en mente: "Seré o profesora o tendré animales. Aquello fue el motor que me llevó hasta aquí", confiesa.

Antes de dar rienda suelta a su vocación ha tenido tiempo de diplomarse en Turismo, en la Universitat de Girona, y de dedicarse durante varios años a ser educadora voluntaria en los scouts o el cau, término popular con el que es conocido el escultismo en Catalunya, movimiento mundial de tiempo libre nacido hace más de un siglo en Inglaterra y que busca educar a la infancia y la juventud en valores, entre ellos, la ecología. Además, en Catalunya, Collado puso en práctica su idea de cambiar el mundo, a través de la lucha social y la pedagogía.

"Creo en la reencarnación y en que venimos de otras vidas. Aunque no seamos conscientes hay cuestiones que nos vienen dadas. Te das cuenta de que hay cosas que no has hecho nunca y se te dan superbién y, otras que aunque lo intentes, no acabas de hacerlas nunca como quieres.

Sus abuelos emigraron de Cuenca a Catalunya. "Mis abuelos y padres han vivido en la ciudad, pero mis antepasados eran también pastores y vivían en el monte una vida de penurias, como muchas familias por aquel entonces."

En el fragor de la batalla

La campaña comienza en enero con los primeros partos. La primavera es una época de mucho trasiego. Collado se levanta antes del amanecer, hacia las 5.00 horas de la mañana, para recoger el rebaño de los pastizales de Arrako o del Paco de Belagua; ordeñar las ovejas para elaborar el requesón y el queso hasta la hora de comer. Por la tarde, vuelta a empezar, hasta que se pone el sol.

Prevé comercializar los cerca de 5.000 kilos de queso que produce su explotación, a partir del 1 de junio y concluir en diciembre, con los encargos para Navidades. Son continuas, las visitas estos días en Borda Marengo, a pesar del covid-19, por lo que esta pastora interrumpe constantemente su rutina en la quesería para atender a la clientela que busca el requesón y pregunta por cuándo estará listo el queso.

Un señor se despide con una frase hecha habitual dirigida a las mujeres jóvenes, sobretodo en comarcas despobladas como el Roncal: "Vosotras, las jóvenes, tenéis que animaros y repoblar el valle".

Borda Marengo es la única explotación ovina de leche en el valle y también la única que elabora queso de pastora dentro de la DO Roncal con el sello de Artzai Gazta. El resto son ganaderos de carne y queserías industriales artesanas.

"Yo de enero a septiembre no respiro". "Con tanto trajín, cuando tienes un rato libre no te apetece hablar con nadie. Lo que quieres es dormir. Estoy sola al frente de la gestión económica, social y tecnológica de la explotación", subraya.

El rebaño y el queso dejan dinero en la explotación, pero a cambio de hipotecarse nueve meses al año. Los otros tres son más tranquilos, pero siempre hay faena: vender el queso, recoger el rebaño y rematar todas las labores inacabadas por la dictadura de lo urgente durante la campaña. "Te tiene que gustar mucho la ganadería para aguantar este ritmo".

Confiesa que, en el fragor de la batalla, a veces, se cuestiona su decisión. "Pienso quién me ha mandado a mí meterme en esto. "Llevo 6 años en la explotación y aunque es bonito, pesa. Hay días que estas muy cansada y no puedes parar. Siempre hay trabajo. La gente se queja de que no han podido trabajar con la crisis sanitaria y, en cambio nosotros no hemos parado. ¡Ojalá hubiéramos podido parar al menos una semana!", subraya.

Jipis, no

El contacto con los animales y en especial disfrutar del carácter juguetón de las corderas de reposición son un bálsamo en los días más complicados. "Las cordericas son muy juguetonas. Me ayudan a olvidar las preocupaciones. Son una terapia". A continuación matiza: "Parece muy jipi,-se excusa-, pero para mí es esencial llegar a conectar con el entorno y lograr un equilibrio en el sitio en el que vives".

La palabra jipi tiene para ella una connotación negativa. "Una de las cosas que he aprendido aquí es no quiero jipis. La gente que viene solo a vivir la experiencia, no la quiero. Yo también soy de ciudad y tengo esa parte de qué bonitos los animales. Hay que ser conscientes de que aquí se viene a trabajar y no se trata de un curro normal de 8 horas". Recuerda que en la época de partos hay que estar disponible las 24 horas. "El que busca un curro normal está en el sector equivocado, no encaja. Si algún día hay problemas, te toca un parto difícil, hay que rendir hasta las 3.00 de la madrugada", reitera.

El estado de alarma le ha obligado a salir desde el primer día a la carretera para comercializar el requesón en venta directa. Lo ha repartido a domicilio por el valle del Roncal, las comarcas cercanas y la Comarca de Pamplona. La incertidumbre creada por la pandemia le ha animado a crear una página web: www.bordamarengo.com, donde también se pueden encargar requesón natural, salado, queso de pastora y queso de la DO Roncal. Lamenta que la ayuda por parte de las instituciones, por ejemplo, en la comercialización, para hacer frente a la crisis ha sido muy escasa.

Asumir la diferencia

Marina asegura que continua con el mismo proyecto que fundaron José Manuel Marco y Gema Uharte hace cuatro décadas, siendo unos veinteañeros como ella. Ha heredado su receta para elaborar el queso de Borda Marengo. La gente que viene a comprar el producto del trabajo de Collado llega también con muchas ganas de hablar y a ella le gusta conversar. "Yo a todas las visitas les recuerdo que apoyar al sector primario empieza por dónde y cómo estás comprando. A mí me pagan 1,86 euros el kilo en vivo cada cordero, por lo que si lo piensas, económicamente no merece la pena todo el esfuerzo de dar el biberón a los corderos, los partos€".

Reclama a las personas consumidoras que sean conscientes de que deben asumir la diferencia entre el coste de producción y el precio en origen para que perdure esta forma tradicional de producir ligada al territorio y que mantiene oficios y ecosistemas ancestrales como el de Belagua.

Es su tercer año como propietaria del rebaño y su plan es reducir el número de cabezas para vivir dignamente de la ganadería, subiendo el precio del queso. Lamenta el postureo, el guayismo o elitismo que abunda en la sociedad en diversos ámbitos, patente también en la alimentación. Es pesimista. "Creo que es una lucha global complicada. Hay gente que compra ecológico porque es guay y le da igual que sea un alimento importado. Para mí lo importante es comprarle a la ganadera, al agricultor cercano, o pequeño productor, de proximidad, que con tu apoyo, ya tratarán de mejorar el producto".

Procede de una familia obrera de clase baja y sabe "qué es no poder consumir de calidad". "Nos estamos olvidando de la población media que tienen tres trabajos, conozco unas cuantas, y no llegan a los mínimos. Hay madres que tienen tres hijos, están solas y que los tienen que dejar solos en casa para ir a trabajar para sobrevivir. Que cuatro podamos permitirnos comer mejor no soluciona nada. Tiene que ser un conjunto", remarca.

Una batalla perdida

Cuenta que en el valle del Roncal la ganadería mayor y la menor se han unido. Ya no quieren las ayudas del oso. "La gente que dice oso sí es porque no les mata el ganado y cuándo sí les ataca acaban diciendo: oso no". Asegura que sobretodo son los ganaderos a los que no les "pega" quienes aceptan las ayudas para el cercado eléctrico gratis o un pastor pagado por la administración. El GPS permite confirmar que el plantígrado está en los valles de Ansó y Roncal. "Ahora, en Catalunya, se ha visto que ataca además de a las ovejas, a las vacas, las yeguas, a las abejas y a todo lo que pilla", añade.

Participa en los encuentros de la Asociación Intrapirenaica que reúne a pastoras y pastores de Navarra, Aragón, Cataluña y los territorios limítrofes del otro lado del Pirineo y reivindica los derechos de las explotaciones ganaderas frente a la reintroducción del oso. Reconoce que los ánimos están bajo mínimos, saben que su lucha es una batalla perdida. No tienen ni tiempo ni dinero para pelear y, sobre todo, echan de menos el apoyo social de la mayoría de la población, desde las ciudades.

Collado es crítica con el hecho que los funcionarios de Medio Ambiente estén en un despacho en Pamplona, Barcelona o Madrid. "Mejor que se ocupe del entorno urbano y si quieren gestionar o decidir sobre el Pirineo, que se venga aquí a vivir de la montaña para conocer realmente qué supone las consecuencias de sus decisiones y qué es convivir con el oso. Que vengan y experimenten lo que supone que te envíen un mensaje diciendo que está en el término de Isaba", -reclama y prosigue-:"Te entra verdadera psicosis porque tienes que hacer el doble de trabajo, recogiendo todos los días el rebaño, hacer el doble de camas y gastar el doble de dinero para que el oso no se coma tu rebaño. Yo no crío ovejas para el oso. Soy ganadera, es decir, me dedico a criar ovejas y a elaborar queso. Al final las ovejas son como los perros, les coges cariño. Hay algunas que llevan en Borda Marengo hasta 10 años".

'Amadrina una latxa'

Carmenseta, Anxoveta o Cotonet son algunas de las ovejas que integran el rebaño de Marina Collado, con 400 cabezas. Las han bautizado los clientes que apoyaron el proyecto de crowdfunding Amadrina una latxa que puso en marcha esta pastora en febrero de 2020, en la plataforma de proyectos artísticos y creativos Verkami. "Es empresa de unos amigos. Desde que me inicié en este sector, siempre decían que teníamos que hacer algo juntos y al final, después de gestionar dos campañas, me animé a crear un proyecto para 'darle otra vez la energía de ser' a Borda Marengo. Todo mi entorno aquí, instituciones de apoyo al sector y el vecindario, me decía que no iba a funcionar, pero funcionó. Aquí es nuevo, pero en Catalunya es muy habitual en el sector agrícola y ganadero recurrir al crowfunding", explica.

Los mecenas, 95 en total, han podido elegir el nombre de una de las corderas del año, a cambio de una pequeña aportación económica. Logró reunir, en 16 días, un total de 5.560 euros, de los 4.330 que pedía en un inicio para acometer pequeñas mejoras en la cuadra. La campaña ha sido también un gancho para concienciar y hacer pedagogía hacia un consumo responsable y la necesidad de apoyar el primer sector.

Esta pastora tiene que seguir con la faena en la quesería. Se despide con una recomendación literaria y una intuición: "Recuerdo un cuento muy bonito del escritor Jorge Bucay titulado el Plantador de Dátiles. Relata que no hay que hacer las cosas para uno mismo sino para el colectivo, como hacen los propios animales. La gente de los pueblos no es tonta, tienen mucho recursos, más que la de la ciudad. Si se registrara una catástrofe sobreviviría la gente de los pueblos frente a la de la ciudad", subraya. Collado por el momento, se queda en Borda Marengo, en el Valle del Roncal.