Siempre había querido tener su propio negocio en el valle que le ha visto crecer, pero nunca se había imaginado trabajar como ganadera. Nere Ubau Galarza, natural de Aribe y residente en Orbaizeta, cuenta con casi 80 yeguas, 13 ovejas y una burra. "Y tres hijos", añade entre risas. Y es que a sus 45 años no es fácil conciliar su faceta como mujer, madre, ganadera y, además, habitante del Pirineo, con lo que ello supone. "Es todo muy intenso, la carga de la mochila es enorme, pero compensa. No lo hago por los grandes beneficios ya que la ganadería no tiene mucho margen, pero me da vida trabajar rodeada de naturaleza, con los animales, y seguir viviendo en Aezkoa", confiesa.

Hace unos años, Nere se quedó en paro y decidió presentar al departamento de Medio Ambiente un proyecto de primera instalación dirigido a jóvenes de menos de 40 años en el que contemplaba montar una mermeladería artesana y poner una explotación ganadera con unas pocas yeguas. Según cuenta, inicialmente le echaron para atrás el proyecto y después le concedieron el permiso en un plazo apresurado. "Ya no me daba tiempo a poner la mermeladería, así que tuve que quedarme sólo con las yeguas. Pero es algo que quiero retomar en algún momento", afirma, lamentando que no haya, desde el Gobierno, "más discriminación positiva" en la zona.

Su pareja Txuma ya disponía de alguna yegua de raza Burguete, de borda y terrenos para pastar a un paso de la Selva de Irati, por lo que en ese aspecto "no fue como empezar de cero". Sí que tuvieron que hacer acopio urgentemente de más yeguas para poder recibir la ayuda, más de las que realmente querían, por eso, en un mes tuvieron que ir a comprar yeguas a Cantabria. "Mi idea es tener sólo de raza Burguete, pero teníamos prisa. Al final, es la yegua de aquí, son bastante grandes, hacen buenos potros y, sobre todo, están muy bien adaptadas al medio", asevera Nere.

Más confianza

Desde entonces, Nere ha tenido que trabajar duro para sacar adelante su negocio. No se veía subida a un tractor, pero las circunstancias del mundo ganadero hacen que haya que adaptarse a todo lo que viene. "Cada vez soy más autónoma y me veo con más confianza. Antes no sabía nada de las enfermedades de las yeguas, ni andaba sola por el monte, ni me veía capaz de que las yeguas me hicieran caso, pero ahora vienen en cuanto aparezco", reconoce, añadiendo que a algunas les ha puesto el nombre de sus hijos o sobrinos. No obstante, es consciente de que no habría llegado hasta aquí sin la ayuda de su familia y vecinos. "Me ayudan cuando lo necesito. Al final, hay cosas como hacer las hierbas que no puedo hacer sola", expresa.

El invierno pasado ha sido bastante llevadero. Las yeguas han estado pastando por los campos y cuando ha nevado, han tenido que meterlas en la borda y darles de comer, pero nada comparado con esta primavera estresante que le está tocando. Es época de partos, y ya le han nacido ocho potros. El mismo día de la entrevista nació el octavo, pero continúa muy débil. "Es duro porque, cuando hay parición, hay que supervisar y estar muy pendiente de que vaya todo bien. A veces no pueden salir adelante", lamenta, añadiendo que se les coge mucho cariño. En efecto, a veces hay imprevistos que sólo están en manos de la naturaleza y esa es la parte dura del trabajo. Hace sólo diez días una yegua se le murió en el momento del parto y en el jardín de su casa cuida a la potra que nació a base de biberón. Un litro y medio de leche cada 4 horas. "Espero que salga bien. Hay que seguir luchando por el Pirineo", confía.