Tabla y cajón en mano, agachadas, con el frotar de la piedra y el arrullo del río son capaces de transportar a otra época. Una quizás no tan lejana en la que, a pesar del dolor en las rodillas y el resentir de la espalda, seguían sin perder la sonrisa. La calma en un espacio que era sólo suyo, que siempre les ha pertenecido a ellas, a las mujeres. Y que este sábado, de nuevo, han vuelto a recuperar.

Una docena de lavanderas ha rememorado en la cita grande de Burgui esa labor que, prácticamente desapercibida, realizaban de manera solidaria y silenciosa. Un trabajo esencial para las familias que hace ya 8 años decidieron recuperar coincidiendo con el Día de la Almadía para ensalzar otra de las labores de antaño. "Nos dimos cuenta de que, como en otras muchas fiestas, faltaba la presencia de la mujer. Se ha remarcado siempre el trabajo que realizan los hombres pero olvidándonos de que ellos no podrían estar haciendo todo eso si las demás no estuvieran atendiendo otras tareas. Los almadieros estaban en el monte trabajando la madera pero cuando llegaban a casa tenían su comida hecha, su ropa limpia€", ha defendido Leire Alastuey De Miguel, vecina de Burgui .

"Es un oficio que realizaron mis abuelas, también mi tía. Yo lo hago como homenaje a ellas, es necesario que se vea la presencia de esas mujeres que siempre han estado ahí, más en este valle. Trabajadoras, luchadoras, valientes€ Siempre vemos el riesgo que corrían ellos al bajar por el río, pero ellas pasaban aquí todo el año lavando. Aprovechaban los días que hacía bueno, cuando salía el sol, pero el agua estaba muy fría y los inviernos de antes tampoco son los de ahora. Es algo que se ha hecho en todo el valle, en muchos pueblos, y en algunos incluso tenían que romper el hielo para poder lavar. Y meter ahí las manos, en el agua helada", recuerda.

También era un momento para ellas, "eran tiempos en los que no hacían distinción entre el trabajo y el ocio. Dentro de su trabajo, éste era su momento, uno muy especial porque estaban entre mujeres. Lavaban la ropa con jabones que elaboraban ellas mismas, a base de grasa y cenizas, y luego la tendían. La dejaban al sol, en árboles o en matas, y el rato que esperaban a que se secara lo aprovechaban para hablar de sus cosas, de sus asuntos. Todas necesitamos esos espacios y se han dado de una forma natural", cuenta, imaginándolo.

Y se trata de un grupo de mujeres cada vez más nutrido que, además de representar el oficio, de ponerlo en valor, se encargan también de ensalzar el Ttun-Ttun de Isaba y Uztarroz, esos bailes tradicionales que recuperó a Asociación Cultural Kurruskla/Kurruskla Kultur Elkartea y que ellas han llevado hoy a la plaza, al paseo y a la panadería.

"Desde hace un par de años se han animado chicas a bajar en la almadía, y está muy bien. Pero me gustaría saber cuándo se van a animar chicos a lavar en el río", propone Alastuey. Y asume que "ahí todavía queda trabajo por hacer, porque poco a poco se van empoderando las mujeres pero tenemos que incidir y trabajar mucho esos papeles que ellos también tendrán que desempeñar sin que resulte raro".