omo quien viaja en una máquina del tiempo, la platea y patio de butacas del antiguo cine Regio permanecen inalterables más de 30 años después de su última proyección, El hotel de los fantasmas, una insulsa comedia de 1988 con Daryl Hannah, Liam Neeson y Peter O'toole. Hoy, como en un sueño, sus pasillos están vacíos y polvorientos, las palomas, que han entrado por una ventana rota, se han adueñado de la sala del proyector y conviven con antiguos carteles de estrenos.

La barra del bar, donde los espectadores compraban los regalices, obleas bolsas de palomitas saladas o ladrillos de las dulces, está desierta y como en el hotel de El Resplandor, parece que un camarero va a salir debajo del mostrador.

Todos aquellos recuerdos inmersos detrás de la pared de ladrillos que impide ver el antiguo soportal de la entrada están a la venta desde hace tiempo y en la actualidad tienen un precio de 1,5 millones de euros, como confirman en TudeHouse, la inmobiliaria que lo vende en exclusiva.

Entre sus carteles, butacas, proyectores, escalinatas de caracol y adornos de yeso se agolpan miles de recuerdos callados, lágrimas, sonrisas, besos, primeras citas y rupturas que se tejieron a espaldas de la luz molesta del acomodador.

Patio de butacas del cine Regio en la actualidad, con la pantalla dañada.

Tal y como relata Luis Martínez Escalada en su libro sobre la historia de las calles de Tudela, los promotores y propietarios del cine fueron los hermanos Rafael y Víctor Melero, y como socio Luis Ochoa. El autor del proyecto fue el arquitecto Víctor Eúsa, que en aquellas décadas parecía construir todo en Navarra, como el Monumento de los Caídos de Pamplona, el convento de los Paúles o el de María Inmaculada, entre decenas de obras de la época. En la capital ribera, además de este cine también acababa de terminar el Corazón de Jesús y, además de varios edificios de viviendas, también diseñaría la antigua ETI de la plaza de San Juan.

La construcción la realizó Antonio Biurrun Azcona, de Falces; la decoración corrió a cargo de Francisco Letamendía, de San Sebastián, y la pintura quedó de manos de los hermanos Iribarren de Pamplona. En la carpintería colaboró Sánchez Orquín, de Tudela. Las butacas las fabricó y colocó un especialista de Zaragoza y se dio la circunstancia de que el día que terminó de colocarlas, cuando se marchaba a su casa falleció repentinamente en la estación de Renfe de Tudela.

Un día antes de la inauguración oficial se hizo en privado un acto con los trabajadores que habían intervenido en la obra y que consistió en un lunch para después proyectar la película Coqueta hasta el fin. Al día siguiente se abrieron sus puertas con Si yo fuera rey, una anodina comedia de aventuras ambientada en la Francia del siglo XV.

Fernando Tabuenca González, en su tesis doctoral de 2016, La arquitectura de Víctor Eúsa, da más detalles sobre el origen del cine Regio, un edificio del que es muy difícil encontrar datos en la prensa de la época o en documentación municipal, tanto de su apertura como de su clausura.

Tabuenca explica en su trabajo que Víctor Melero, miembro de la Junta Carlista de Guerra de Tudela, y por ello amigo de Eúsa, al acabar la Guerra Civil le encargó un proyecto de viviendas para él y para su hermano además de un almacén para su negocio de porcelanas y cristalería. La planta baja sería el almacén, la planta primera despachos y oficinas y las dos viviendas se ubicarían en la planta segunda, con un balcón corrido hacia el patio interior. Finalmente desistieron de ello, pero ya que disponían del solar, "en el Casino de Tudela varios vecinos les animaron a los Melero a construir un cine que tuviera la dignidad que demandaba el pueblo", relata. De ahí nacería el proyecto del cine Regio. El negocio tuvo rachas buenas y malas. Con tres cines en la capital ribera en ocasiones el público escaseaba por lo que un acuerdo entre los tres cines de entonces Gaztambide, Cervantes y Regio, hizo que se alternativamente solo hubiera dos abiertos para repartirse el público. Solo en la zona alta del Regio había 374 butacas, con lo que en total entrarían más de 700 personas, algo impensable hoy en ningún cine.

Quienes fueron niños y niñas en la década de los 60 recuerdan cómo en las dos primeras butacas de la primera fila, nada más cruzar la puerta, se sentaban siempre la policía secreta de la Dictadura que se encarga de vigilar el buen comportamiento con las luces apagadas y la idoneidad de las cintas elegidas durante las sesiones de cine.

Uno de los artistas tudelanos más querido en Tudela, Gerardo Martínez (el señor Tomás) comenzó su carrera en el cine Regio. Nacido en Tudela en 1928, al filo de sus 50 años (hacia 1978) una tarde durante una actuación de jotas salió al escenario del cine Regio. El Señor Tomás relató en un diario de la época cómo "un día me pidieron los de la peña La Jota de Tudela que presentara un festival. Sabían de mi afición por las anécdotas. Lo presenté y todo el festival fue grabado por Radio Nacional de San Sebastián. Desde entonces, cada poco tiempo, los de la radio venían a Tudela, cenaba con ellos y grababan algunos chistes. Así pasé cinco años". El resto ya fue historia.

Pese a su relevancia, no hay noticia en la prensa local de su cierre, excepto el último anuncio que apareció el 27 de mayo de 1989. También es complicado encontrar noticias de su inauguración en 1943 o su construcción en 1941. Hoy, 31 años después de su cierre, la inmobilaria TudeHouse lo pone a la venta por 1,5 millones de euros. Hace no demasiado tiempo una empresa estuvo muy cerca de comprar el edificio para dedicarlo a una gran sala de fiestas. El edificio, dada su calidad histórica y su emplazamiento, está protegido por el PEPRI. Escondido tras la amplitud de la plaza Nueva parece haber quedado anclado en el tiempo y da la impresión de que la música del NO-DO suena cuando atraviesas sus puertas o subes por las emblemáticas escaleras de caracol.

El arquitecto del cine Regio fue Víctor Eúsa, que entre 1940 y 1950 dejó numerosos edificios en Navarra, y en Tudela el Corazón de Jesús