Una veintena de representantes de lenguas como el náhuatl (México), maya yucateco (México), quichua (Ecuador), quiché (Guatemala) kaqchikel (Guatemala), queqchí (Guatemala), kashinawa (Brasil), mapuche (Wallmapu, nombre por el que los movimientos indigenistas conocen el territorio habitado históricamente por los mapuches en Chile y Argentina), nasa (Colombia), amazigh (norte de África), guaraní (se habla en el Cono Sur de América, en Paraguay, Bolivia, Argentina, Brasil) y kurdo (hablado en la región de Kurdistán, que incluye poblaciones en Irán, Irak, Siria y Turquía) visitaron ayer la Ikastola Garcés de los Fayos de Tafalla. El objetivo era mostrarles “cómo se recuperó y normalizó el euskera” en una ciudad que hasta el año pasado formaba parte de la zona no vascófona (en 2017 entró en la zona mixta). “Muchos son profesores y vienen a ver cómo trabajamos porque a veces el alumnado viene de casa sin saber euskera y les interesa ver el proceso de inmersión lingüística que seguimos”, resumió la directora del centro, Isabel Arias.

El enlace es Garabide, una ONG que apoya “procesos de revitalización lingüística de lenguas minorizadas partiendo de la experiencia del euskera”, cuya regeneración ha sido posible gracias a la puesta en marcha de ciertas “estrategias exitosas”, admite Andoni Barreña, su presidente, que son fácilmente trasladables a otros países, donde pueden adaptarse “teniendo en cuenta las diferentes realidades existentes”. Se trata, no obstante, de un trabajo bidireccional, ya que promueve el intercambio de experiencias. Se trata, en definitiva, de crear una “red de colaboración entre pueblos”, señaló Barreña. Las distintas organizaciones indígenas son las que seleccionan a sus representantes para que se formen durante tres meses y elaboren sendos proyectos que puedan implantar en sus respectivas comunidades.

Sisa Tarini, de Ecuador, tildó la experiencia de “muy enriquecedora”. Explicó cómo en su país las lenguas minoritarias están discriminadas. Ella habla quichua, una variedad del quechua, idioma que comparte con siete millones de personas. “En mi caso enseño a adolescentes y adultos a hablarlo porque en las ciudades está desapareciendo. Es una forma de luchar por defender lo que somos porque el idioma está directamente relacionado con la cosmovisión andina, es decir, con una manera determinada de entender la naturaleza, la vida, la muerte, etc.”, apuntó.

Suna Altun, por su parte, trasladó al alumnado la situación de represión que vive el kurdo, sobre todo en Turquía, donde está prohibida su utilización tanto en centros educativos como en medios de difusión. “Tampoco se puede usar en espacios públicos”, lamentó. Estas prohibiciones están provocando que “las familias estén dejando de trasmitirlo”. De hecho actualmente “no se sabe cuántas personas lo hablamos”, señaló. En este sentido aplaudió a la generación que tras 40 años de dictadura “trabajó mucho para que el euskera no se perdiera” y animó a la juventud a seguir por la misma senda, dado que “es muy fácil perder un idioma, pero muy difícil revitalizarlo”.

Por último, concretar que tras ser recibidos por el alumnado de 5º y 6º de Primaria con un aurresku, visitaron Educación Infantil para ver cómo se aprenden estructuras del lenguaje a través de juegos. También estuvieron en el patio, donde mantuvieron un trato cercano, y a continuación se trasladaron al edificio de secundaria, donde conocieron la experiencia de una madre del centro, que explicó por qué llevó a su hijo a la ikastola a pesar de no saber euskera.