Al elizondarra Mayi Juanikotena, un ejemplo de persona y de vecino que se nos acaba de marchar, en un tiempo le decíamos en la cuadrilla que era “el J de C” de la base de Gorramendi, la recordada instalación de alerta y control que en los años sesenta y en la llamada “guerra fría” la fuerza aérea de los Estados Unidos estableció en el Valle de Baztan. Al buenazo de Mayi, lo de “J de C” se lo puso José Manuel Egozkue, otro de Elizondo de la cuadrilla, que se nos fue en diciembre y es que últimamente parece que vienen a por nosotros.
J de C quería decir Jefe de Calderas, y es que Mayi, con su compañero Luis García, eran los encargados por la Tumpane Co. Inc. que dirigió el inolvidable Emilio Silva Santín del mantenimiento de los motores que abastecía la estación troposférica (“la tropo”) de Gorramakil, la cima más elevada del macizo de Gorramendi. A Mayi, respetuoso a carta cabal con la Madre Naturaleza, y a Luis García, en un despiste de ambos, se les derramó sin saberlo ni desearlo una cantidad (corramos un tupido velo) de gasóleo monte abajo que les costó una sanción, que le solíamos recordar entre risas.
Trabajó en la base, como tantos otros baztandarras, mujeres y hombres, con lo que se frenó la brutal sangría de jóvenes que en aquellos años emigraban a trabajar de pastores en Estados Unidos. Todavía hace nada nos enseñaba los documentos y nóminas de la empresa, en inglés y castellano, que, en teoría, cobraban su sueldo en dólares pero a ellos automáticamente, se lo cambiaban en pesetas. Un dólar, 60 pesetas. El precio de un cartón (diez paquetes) de tabaco rubio en la cafetería de la base, abierta las 24 horas del día, igual que el cine, exclusivo de los soldados americanos (y amistades).
Recuerdo como si fuera hoy el día que Mayi decidió dejar de estudiar. Igual que sus hermanos, Alejandro (+) y Germán, estudió en el Colegio de Lekaroz (entró en 1957), pero no le iba. Con todo, no permaneció ocioso ni 24 horas, y de inmediato se ocupó de aprendiz de mecánico en el taller de Pantxo Viguera, 5 pesetas al día, 35 a la semana, antes de emplearse en Gorramendi.
El desmantelamiento de la base le llevó a trabajar en la constructora Ciabar local, en especial en labores de fontanería en compañía, por cierto, de su íntimo amigo Kuki González. Y luego, como conserje del Instituto de Bachillerato de Lekaroz, amable y servicial haciendo fotocopias a tutiplén como todos le recuerdan, hasta su jubilación.
¡La de plantones de árbol de distintas especies que habrá sembrado por su cuenta en el comunal baztandarra!. Porque le gustaba, “para el valle”, nos solía comentar. Así como la pequeña plantación forestal que tenía en Bagordi, que ha cuidado con mimo hasta el último momento y allí queda en su recuerdo.
Le gustaba y respetaba la Naturaleza, y la montaña. Durante años en el club Baztango Mendizaleak, colocando anuncios de las salidas domingueras por todos los bares y comercios de Baztan, montañero hasta que le fallaron las caderas y seguidor del alpinismo, máximo factotum del homenaje y recuerdo en 1981 al lekaroztarra Gerardo Plaza, uno de los del primer 8.000 vasco, él fue quien se ocupó de la forja del piolet que preside la cima de Legate.
Era especial, un carácter, nunca un mal gesto, un desaire, una palabra más alta que otra, sencillo y cercano, en cabeza del grupo que el 5 de enero, durante décadas, subía a Ermitaldea a simular con lo que le gustaba, coheterío, antorchas y bengalas, la llegada de la cabalgata de los Reyes Magos. Y encargado del disparo de cohetes, con el amigo Javier Gómez también, en fiestas de Elizondo, de Txokoto y de cualquier actividad festiva.
En la suelta de vaquillas, con Josetxo Urrutia, en la plaza del Mercado, siendo kargodun con el alcalde Txomin Goienetxe (1981), con ilusión de organizar un encierro por la calle Jaime Urrutia, infructuoso por fuga de los bichos al monte. Quizás resabio de sus muchos años “en la cuesta de los valientes” como bromeaba, en Santo Domingo, en el encierro de Pamplona, hasta que se lo prohibió la cadera.
Y sudando tinta china en el asado del zikiro de fiestas, con Remigio Lizasoain que se ocupaba del marmitako para los cocineros y Benito Elizagoien, y aficionado puntual al fútbol en el Giltxaurdi, siempre y en cualquier categoría, detrás de la portería, para ver los goles en primera línea.
Amigo de todos y amigo para todo siempre, se nos ha ido el J de C de la base de Gorramendi. Descansa Mayi, descansa en paz.