Los parajes montañosos de Alemania son únicos por su diversidad. Por el de Garmisch-Partenkirchen sorprende su impactante desfiladero de 700 metros de longitud y 80 de profundidad, por el que discurre un impetuoso río que fluye entre rocas y atruena a través del barranco de Partnach. Es uno de los desfiladeros más atractivos del país. Caminar por su interior, con altas paredes rocosas y acompañado del ensordecedor ruido de la corriente se convierte en toda una aventura difícil de olvidar.

“El desfiladero es siempre diferente, a veces, tan sublime como el Gran Cañón, a veces, salvaje, pura naturaleza”. Quien así lo describe es Rudolf Achtner, el guardián y gestor oficial de desfiladero de Garmisch-Partenkirchen. “El desfiladero forma parte de mi vida –agrega– y cada día es diferente. Lo más hermoso es a primera hora de la mañana. Es como experimentar un fenómeno casi místico”.

Rudolf Achtner, en el desfiladero. Jens Wegener

No le falta razón: un río rocoso retumba a través del desfiladero. Su sonido es tan fuerte que Achtner oye su lugar de trabajo incluso antes de verlo. Él explica su formación a los visitantes, siempre está atento a la previsión meteorológica y se asegura de que ninguna piedra, rama o incluso árbol bloquee el camino y el curso del agua. De este modo protege el desfiladero, pero también a los excursionistas. Porque si el río retrocede antes de superar el obstáculo, se convierte en una ola de crecida. Los visitantes confían plenamente en la seguridad que les brinda la experiencia profesional de Rudolf Achtner.

Porque esta angosta abertura y alargada extensión formada por la erosión fluvial, de casi un kilómetro de longitud, debe ser vigilada por la seguridad de todos. Así, la constante vigilancia que ejerce el guardián del desfiladero no le permite a Rudolf aburrirse ni un momento. Está volcado en descubrir cualquier alteración en el entorno donde él se desenvuelve. Y reitera a menudo el comentario de que “el desfiladero ofrece distintas perspectivas distintas cada día, pero siempre impresiona su fuerza desenfrenada”, como si ello constituyese un verdadero estímulo en su estilo de vida.

Paisaje idílico de Garmisch-Partenkirchen.

Este guardián y gestor lo sabe “casi” todo sobre el desfiladero de Garmisch-Partenkirchen. Se mueve con tanta seguridad en él como si estuviera en su propia casa. Se comunica con los ciervos. Escucha el susurro de las hojas de la brisa. El alegre canto de los pájaros y el zumbido de las abejas. Y, por supuesto, nunca deja de oír los impetuosos rugidos del agua a través del desfiladero. 

Es como si todos los elementos de la naturaleza le hablasen y formaran parte de su familia. Así es como Rudolf experimenta la naturaleza en toda su belleza. Por la mañana hay nubes de niebla en el desfiladero. Más tarde, el sol cae sobre el agua, y los helechos y los musgos brillan mientras las sonoras cascadas que también tiene el desfiladero suenan a música celestial. 

En todo esto consiste la felicidad total del guardián del desfiladero. Cualquier amante de la naturaleza podrá llegar a sentir las mismas emociones que él si este destino encaja en su espíritu aventurero. La naturaleza es maravillosa si te olvidas del pesimista que afirma que lo más duro de ella es verla en el espejo.

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