LOS movimientos conservadores van ganando peso en la Iglesia católica y un claro ejemplo de su avance y preeminencia ha sido la Misa de la Sagrada Familia celebrada ayer en Madrid y que congregó a miles de personas, muchas de ellas llegadas de países europeos. Una ceremonia impulsada por el Camino Neocatecumenal liderado por Kiko Argüello, oficiada por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y a la que, a través de videoconferencia, se sumó Benedicto XVI. El acto repitió el guión de las dos ediciones anteriores: una defensa a ultranza de la familia formada por hombre y mujer, una crítica excluyente del resto de los modelos familiares, el rechazo tanto del divorcio como del aborto y, por fin, una visión apocalíptica del futuro de una Europa sin niños. El argumentario utilizado está, sin embargo, repleto de lugares comunes, como si las parejas que se salen del estereotipo tradicional renegaran por principio de criar a sus hijos e hijas y de transmitirles valores universales como el respeto, el amor, la honestidad, el diálogo, la educación, la solidaridad e incluso, en algunos casos, pautas de comportamiento cristianas. Pero los actuales rectores de la Iglesia prefieren ignorar y continuar estigmatizando una unión que no consideran "natural". En este atrincheramiento del Vaticano en sus posiciones más fundamentalistas tiene mucho que ver la mayor presencia de organizaciones como la Milicia de Santa María, el Opus Dei, o éste de Argüello, conocido como los Kikos. Su expansión ha ido dejando de lado y enterrando a movimientos de corte más progresista. Esta situación es visible en la Iglesia navarra, que desde la llegada de Francisco Pérez ha experimentado cambios lentos pero encaminados a una mayor presencia de los sectores conservadores en los puestos de responsabilidad. Los nombramientos realizados el pasado julio, aunque presentados como "renovación de la curia diocesana", impulsaban a sacerdotes afines a los Kikos, al Opus o a los Milicianos de Cristo, mientras que arrinconaban en pueblos de escasa población a sacerdotes no encuadrados en ninguno de esos movimientos. Estas diferencias entre el clero navarro tienen su más reciente expresión en la polémica por el proyecto de construir un monumento al Sagrado Corazón en el Seminario, obra que muchos sacerdotes consideran un gasto innecesario en tiempos de crisis y de atender otras necesidades. Por lo que se percibe, la familia eclesiástica no cumple con lo que predica.