VIENDO el revuelo que se montado por aquí con la llegada de la ciclogénesis explosiva, esa tormenta perfecta de nombre sugerente y consecuencias imprevistas, es difícil no preguntarse aquello de qué pasaría si en lugar de una ciclogénesis la naturaleza nos hubiera regalado un terremoto como el que destrozó Haití y mató a más de 200.000 personas o como el que acaba de sacudir Chile. Cuando la tierra tiembla, el hombre y la mujer lloran, casi siempre es así, no queda mucho más que hacer en esos momentos en los que la naturaleza muestra su peor cara y nos la arroja en forma de fenómenos que vamos bautizando con el tiempo sin llegar a saber su verdadero significado porque nunca son iguales. Imaginar qué pasaría en nuestras ciudades ante un seísmo como el de Haití, 40 veces menos potente que el de Chile, es un ejercicio de ficción. Como escribió la Premio Nobel Wislawa Szymborska "Nada sucede dos veces, ni va a suceder". Porque aunque un nuevo temblor sacuda nuestras vidas, será diferente; el lugar en el que la tierra se rompe lo hará distinto. Muchas veces los efectos de un seísmo -y de las enfermedades pandemias, crisis económicas...- no dependen tanto del grado que alcancen en esa famosa escala de Ritcher sino del puesto en el que se encuentra el país donde sucede en otra escala quizá menos conocida pero más determinante, la del IDH, que mide el Índice de Desarrollo Humano. Así, ni la tragedia de Haití es la de Chile ni un terremoto aquí sería igual. Basta con mirar dónde estamos nosotros en ese índice, en el puesto 15º; o Chile, en el 44º; y dónde está Haití, en el 146º, para entender por qué la misma tierra no tiembla igual dos veces.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
